Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.

Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.

Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.

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Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.

Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.

La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.

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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

Se brinda asesoramiento, información y formación  acerca de las pedagogías alternativas.

Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.

El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

A través de espacios compartidos, los jóvenes y las personas mayores se enriquecen mutuamente y potencian lo mejor de cada uno

Elsa, que tiene 80 años, y sus compañeros de edades similares, bailan, cantan y actúan arriba de un escenario junto a trece niños de entre 8 a 12 años.

Grandes y chicos mueven sus cuerpos al ritmo de la música con la misma concentración y las mismas ganas. Tocan instrumentos de papel que fueron fabricados con sus propias manos: trompetas, saxofones y clarinetes artesanales. Disfrutan a la par, unidos por un proyecto en común: practicar la coreografía para el show que realizarán frente a las familias, los alumnos y docentes de la escuela San Luis Gonzaga en el barrio de Balvanera, en Capital Federal. Este grupo de adultos entusiastas forma parte de Papelnonos, organización social que genera oportunidades de participación para un envejecimiento activo mediante la inclusión social de las personas mayores. Con este espíritu ellos recorren jardines de infantes y colegios para enseñarles a los chicos a armar instrumentos musicales de papel y, en algunos casos, además preparan un show musical. Para lograrlo, los niños y las personas mayores tienen que ensayar, trabajar en equipo y, sobre todo, conocerse. Porque en encuentros como éstos, dos generaciones distintas y separadas por el paso de tiempo se acercan y se transforman. María Ester Stato, integrante de Papelnonos Mar del Plata, confiesa durante el ensayo: "Es muy interesante conectarnos con los chicos y los jóvenes porque ellos aportan mucho. Nos enriquecemos de ambos lados. Lo que queremos los viejos es seguir teniendo el juego en nuestras vidas y, como los chicos lo tienen, hacemos una buena dupla. Cuando estoy con ellos me olvido de todo, me gusta mucho porque me desconecto. En el encuentro con el otro siempre te llevás algo bueno y, con los chicos, esto pasa más que nunca".

Lo que María Ester siente y piensa también sucede a la inversa. Niños y jóvenes que aseguran experimentar una gran alegría y satisfacción a partir del contacto con personas mayores. Intercambiar aprendizajes y anécdotas, trabajar en conjunto para llevar adelante una idea, abrirse al diálogo y compartir espacios, los transforma positivamente y muchas veces hace que cambien su mirada sobre la tercera edad. Así descubren todo lo que otras generaciones con caminos más largos recorridos tienen para aportar.

"Creo que en la época que estamos viviendo es muy importante que se generen estos espacios, porque aunque los chicos no se den cuenta aprenden a valorarnos. Si bien hacen lío, nos miran cuando les hablamos con el respeto de saber que hemos vivido mucho. No puedo decir con el respeto que nos dan las canas porque la mayoría de nosotros nos teñimos", se ríe María Ester mientras señala su pelo castaño claro. También cuenta que no tiene nietos de sangre, pero varios del corazón, y destaca la conexión que se genera mediante la comunica ción con los alumnos de las escuelas que visitan. ¿A qué jugabas cuando eras chico? ¿Quién te cuidaba? ¿Les hacías caso a tus papás? Son algunas de las muchas preguntas que surgen por parte de los más pequeños, quienes se sorprenden al escuchar cómo eran las costumbres de otros tiempos cuando se jugaba libremente en la vereda, cuando la mayoría de las madres no trabajaba y cuando las indicaciones de los padres eran consideradas palabra santa. "Nosotros les contamos que hacíamos caso a nuestros padres sin prácticamente discutir y los chicos se sorprenden. Generalmente ellos nos dicen: yo a mi mamá sí que le contesto", relata. Asimismo, María Ester dice que ella y sus compañeros aprenden mucho de la espontaneidad que es propia de los niños. "Los mayores, cuando pasan los años, quizá perdemos un poco esa naturalidad. Ellos hacen que nos preguntemos: ¿por qué yo le tengo miedo al ridículo?"

HAY EQUIPO

El arte también puede ser un punto de encuentro entre dos generaciones. Así lo comprobó la Fundación Navarro Viola que, a través de su programa Arte en Acción, brinda a personas mayores de 60 la posibilidad de convertirse en guías de distintos museos en la Capital Federal y en Mar del Plata. Para ello, los mayores se capacitan junto al equipo de jóvenes formadores que trabajan en estos lugares. El desafío que se les presenta es generar una visita diferente y entretenida que atraiga al público poniendo en juego su creatividad.

Así demuestran que su imaginación no tiene límites. Algunos adultos mayores tocan música en vivo, otros se disfrazan y arman improvisaciones teatrales, y también hay quienes organizan juegos didácticos como búsquedas del tesoro o concursos de dibujo. Todo esto lo llevan adelante de la mano de los equipos de formadores de museos que generalmente están compuestos por grupos de jóvenes. Entre algunos de los museos donde se realizó esta experiencia figuran el Malba, el Museo de Arte Español Enrique Larreta y Palais de Glace. Paula Scavuzzo -que tiene 37 años y es integrante del grupo de jóvenes formadores del Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata, donde se replicó este programa- revela: "Todo esto es muy movilizador. Formar parte de un proyecto con adultos mayores me está cambiando mucho a nivel personal". En este sentido expresa: "Ver a una persona que antes de sus 80 años no tenía ni idea de arte y de repente se apasiona con el museo me hace pensar en mi propia vida. Me lleva a replantearme todo el tiempo qué quiero para mí misma de acá en adelante y la capacidad que tenemos los seres humanos para seguir proyectando a cualquier edad".

Esta joven opina que el trabajo que realizaron junto a las personas mayores fue arduo e intenso y le provocó mucha emoción. Antes de iniciar la actividad, la Fundación Navarro Viola invitó a un gerontólogo especialista a charlar con los jóvenes formadores del museo para escuchar y dar respuesta a sus consultas, miedos y prejuicios sobre la tercera edad. "Al trabajar con personas mayores yo tenía miedo de que a alguien le pasara algo durante la actividad o tenga un problema de salud. Pero después me di cuenta de que eso puede pasar con cualquier persona más allá de su edad. Cada uno de nosotros tenía un miedo diferente, por eso fue buena la charla previa que recibimos." Además, Paula asegura que profundizar sobre la gerontología le está dando mejores herramientas para relacionarse con su papá y con su suegro, que comenzaron a transitar la etapa de su jubilación.

"Me fascina cómo se expresan las personas mayores, su poética y su manera de decir las cosas. Y ellos nos dijeron a nosotras que somos maravillosas, no paran de elogiarnos, dicen que somos geniales y que logramos amalgamar muy bien todas las ideas", sonríe al recordar tantos halagos. "Yo me vinculo con las personas más allá de la edad y eso me sucede siempre, pero se profundiza en el museo", agrega Paula. Entre una de las personas que vivió esta experiencia en el museo marplatense se encuentra Aldo Randó, de 79 años. Fue él quien dentro de su grupo aportó la idea creativa para que el público conociera las obras de una forma distinta.

"Nos divertimos mucho porque hicimos improvisación teatral. Yo actuaba de incrédulo, simulaba no entender nada de la obra, hasta llegué a decir que me parecía un cachivache", dice a carcajadas. Al mismo tiempo, Aldo tenía el rol de preguntarle a la gente su opinión y generaba un intercambio entre los concurrentes haciéndolos salir del rol de simple espectadores. Esta idea resultó muy atractiva para los visitantes del museo y pudo concretarse gracias al apoyo del grupo de jóvenes formadores. "La actitud de las chicas fue buenísima y nos manejamos juntos muy cómodamente. Siempre se aprende de los jóvenes y creo que ellos escuchan cuando alguien mayor habla de algo que puede aportar", opina Aldo. "Si vos les compartís a otras generaciones tus vivencias y lo hacés de una forma interesante, a ellos les va a gustar y es una forma de sentirte útil. Porque si vos te sentís útil, en todas las etapas de la vida, pero sobre todo a la tercera edad, no estás sentado esperando la muerte, estás creando, estás divirtiéndote y estás soñando a cualquier edad, y eso a los adultos mayores nos gratifica mucho."

Aldo imagina que, tal vez, al ser testigos de su vitalidad, los jóvenes se harán la siguiente pregunta: cuando yo sea grande como este hombre, ¿también me podré divertir así? "Porque están viendo un ejemplo de que esto es posible y eso los ayuda mucho a sacarse la idea de que uno llega a viejo y se sienta en una silla. Mientras los viejos tengamos un poco de fuerza, esa fuerza hay que usarla para bien."

Este hombre, que como hobby hace teatro tres veces por semana, piensa que es importante adaptarse al mundo actual y no quedarse pegado al pasado. "Uno tiene que aggiornarse. Por un lado perdés la fuerza, pero por el otro ganás con la experiencia, entonces eso te ayuda a que la cosa sea muy equitativa. Aparte si uno es alegre y en vez de transmitir sus limitaciones transmite su entusiasmo, los demás lo reciben con cariño, yo me doy cuenta." Así lo relata Estefanía Mateo, de 28 años, otra de la jóvenes formadoras del museo. "Lo que más me llamó la atención de las personas mayores es que las notamos muy desinhibidas y en mi grupo descubrí la sensibilidad que tienen porque querían generar un relato que emocione al público. Al mismo tiempo creo que nosotros les aportamos una fuerza vivaz que ellos guardan dentro, pero en el contacto con los jó- venes se reaviva. Esto lo vi en los chistes que hacían o en las charlas que tenían con el público", cuenta esta joven y, entre los aprendizajes que se llevó, rescata que le sirvió para comprender mejor los tiempos de las personas mayores y ejercitar su paciencia.

Además del programa Arte en Acción, la Fundación Navarro Viola impulsa otra iniciativa con este mismo ánimo: la liga intergeneracional de ajedrez. Para participar, la condición es que jueguen equipos integrados por menores de 15 años junto a mayores de 60 y un tercer integrante que puede ser de cualquier edad. "Fue un experimento que hicimos que resultó increíble, dos personas se compenetran y se conectan en el tablero sin importar la edad. El ajedrez es una propuesta muy inclusiva porque no hay desventajas entre un chico de 8 años y otro de 80, pueden jugar los dos y disfrutarlo de la misma manera", explica Inés Castro Almeyra, directora ejecutiva de esta entidad. Existe una iniciativa de la Fundación Navarro Viola que busca crear espacios intergeneracionales de participación para resignificar la mirada de la persona mayor. "También queremos que crezca la confianza en ellos mismos", continúa Castro Almeyra. "Porque muchas veces te dicen ¿quién va a venir a una visita guiada que haga yo? o ¿quién va a querer escucharme?" "Por eso es importante convencerlos de que tienen el derecho, la capacidad y la posibilidad de hacer. Ellos son los protagonistas de su vida y mediante estas propuestas se descubren de esa forma. A veces sin mala intención los excluimos. Pero toda persona que quiere hacer algo necesita que le den el espacio y la oportunidad, no importa la edad que tenga." Por eso insiste en que abramos los ojos: "La pregunta que nos tenemos que hacer como sociedad es ¿qué nos perdemos si no le damos a las personas mayores un espacio para que participen y contribuyan?"

ABUELOS CUENTACUENTOS

La Cenicienta, Los 7 cabritos, El soldadito de plomo, son algunos de los cuentos infantiles que las personas mayores sordas narraron en lengua de señas a niños que, como ellos, también son sordos. Se trata de un proyecto de la Fundación Canales a través del cual esta organización capacita a un grupo de adultos mayores con discapacidad auditiva -conformado por 5 mujeres y un hombre- para que organicen talleres de narraciones y cuentos en escuelas donde asisten alumnos con su misma dificultad.

"Lo que percibimos en cada encuentro fue mucha alegría de parte de todos: alegría de los chicos que esperaban con mucho entusiasmo, alegría de los maestros y alegría de los adultos mayores. Los chicos estaban superentusiasmados, incluso algunos se paraban detrás de las señoras y aplaudían para ver si de verdad eran sordas porque no podían creerlo", recuerda Silvana Veinberg, directora ejecutiva de la fundación. Asimismo destaca el fuerte impacto que esta iniciativa generó en los niños sordos, ya que la mayoría no tiene la oportunidad de conocer a personas mayores con su misma discapacidad.

Esto mismo lo confirma Celita Salas, una de las abuelas narradoras de 85 años. "Los chicos no conocen abuelas sordas octogenarias con papadas", dice con humor y agrega: "Seguramente por eso tocaban mi cuello. Antes de ir a contar los cuentos en las escuelas yo tenía dudas y me sentía insegura, pero cuando vi a los chicos sentados alrededor mío con los ojos abiertos y curiosos, me sentí muy feliz y segura". Por su parte, Veinberg recuerda cuando una de las directoras de escuela le preguntó a Celita en tono amigable cómo era posible que a sus 85 años la hicieran trabajar. Fue entonces que ella respondió: "Esto me devolvió las ganas de vivir, ahora me doy cuenta de que puedo aportar a los chicos sordos". Porque además de las narraciones infantiles, Celita y sus compañeros también compartieron con los niños juegos, una merienda y sus vivencias.

Los más pequeños disfrutaron con las respuestas de los más grandes, que les contaron cómo era su educación cuando ellos eran chicos, cómo aprendieron la lengua de señas y dónde conocieron a sus maridos y mujeres. "Cosas que tienen que ver con el vínculo más que con la literatura", dice la coordinadora de Canales, quien además explica que, luego de las visitas en las escuelas, la fundación comenzó con la elaboración de videos para difundir estos mismos cuentos y narraciones en lengua de señas a través de Internet para poder llegar a escuelas de sordos de todo el país. Por último, Veinberg reflexiona: "En estos espacios intergeneracionales se da el reconocimiento de lo que cada uno puede aportar. Los chicos ven que los adultos mayores pueden estar al frente de una clase, participando, opinando, mostrando un modelo de alguien mayor activo y haciendo una diferencia. Muchas veces la sociedad los descarta porque piensa que ya están en la etapa final de sus vidas, pero la verdad es que toda la experiencia que ellos tienen es de enorme valor".

Por Teresa Zolezzi  |

www.lanacion.com.ar  01/08/15

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