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Los abusos en los exámenes preocupacionales psicotécnicos merecen una reflexión. Hace dos semanas recibo una consulta. Se trata de un joven de 30 años licenciado en Administración de Empresas que hace seis meses se encuentra contratado en un centro de investigación y desarrollo importante. Llamémoslo Pedro. Como la mayoría de los empleados del Estado hoy, Pedro no tuvo un proceso de selección por concurso desde el inicio de su contratación y menos aún con un contrato por tiempo indeterminado. Pero esa es otra historia que no vamos a profundizar hoy, no porque no sea importante el reclamo de la mayoría de los sindicatos que representan a los trabajadores del Estado, sino porque no era lo que más le preocupaba a Pedro.

Él no estaba preocupado por su condición de contratación, porque después de todo pasar a planta temporaria sólo (¡!) seis meses después de haber iniciado su trabajo le parecía razonable. El trabajo iba muy bien, sus colegas estaban muy contentos con él, y no lamentaba haber dejado su empleo anterior como gerente de un hotel para poder integrar este prestigioso centro.

La aventura tuvo un giro cuando hace unas semanas, como parte del proceso de incorporación a la planta permanente, tuvo que realizar los exámenes preocupacionales. Realizó la visita médica, los resultados estuvieron OK y fue considerado apto físicamente para realizar su tarea. Llegó entonces el momento de realizar el examen psicotécnico. En el consultorio de una psicóloga, tras una serie de tests escritos bastante clásicos tipo el del árbol, la casa y la persona, o el del hombre bajo la lluvia, Pedro regresó a su casa pensando que se trataba sólo de un formalismo. Después de todo, el trabajo lo hacía bien y con los colegas tenía una muy buena relación. Pocos días después recibe la noticia de que había sido declarado no apto psicológicamente para realizar ese trabajo. Un balde de agua fría. "No apto" para hacer el trabajo que ya llevaba seis meses realizando sin problemas, integrando un equipo que estaba feliz de trabajar con él y que consideraba que "era mejor de lo que esperaban al principio".

Lamentablemente, muchos psicólogos, y otros profesionales "psy", para considerar alguien apto para un trabajo se restringen a la administración de tests. A partir de una interpretación poco clara ponen el sello de apto o no apto. Muchos de estos profesionales no saben qué trabajo realizará el candidato, no hacen una entrevista al menos para completar lo que pueden imaginar de la información que dan los tests (que por sí solos no tienen ninguna validez empírica y están prohibidos como única evidencia para considerar a alguien apto a un trabajo en muchos países por considerarse discriminatorios), no hacen ninguna devolución a quien se postula y encima hacen una devolución minuciosa, con tono de "verdad revelada" al empleador sobre sus conclusiones.

Estos profesionales cometen una falta ética con quien se encuentra en una posición de vulnerabilidad por necesitar el empleo y obviamente, fragilizado por su situación. Este tipo de intervenciones donde los profesionales abusan de su poder pueden degradar la salud mental del candidato que además se ve confrontado no sólo a no poder ingresar al nuevo empleo, sino a un "no apto" que desgasta y no aclara más, sabiendo que hay un informe minucioso al que no tiene acceso que seguramente dice cosas terribles sobre su persona.

Tal vez es tiempo de revisar estas prácticas y sus límites. Afortunadamente, la psicología del trabajo está repleta de contraejemplos y recorridos brillantes. Pedro, por su parte, pudo hablar con sus compañeros y jefes sobre su situación, que en definitiva es la solución de la mayoría de los problemas en el trabajo.

Patricio Nusshold

El autor es psicólogo del trabajo y doctorando en París y en la UBA

www.lanacion.com.ar   25/10/15