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"...En el juego del carrete, el niño hace la experiencia de la presencia-ausencia, con su cortejo de ocultado-demostrado, pero también la experiencia del placer y displacer, jugando a ver, oír, dejar de ver, dejar de oír. El niño aprende de este modo, mediante el objeto que manipula, una actividad de sustitución que él domina, aprende a saber hacer y a poder, manifestando su poder no sólo sobre el carrete sino también sobre su propia actividad y sus efectos. Memorizando y repitiendo, aprende a ser el pedagogo de sí mismo..."

Sigmund Freud