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El 18,4% de los adolescentes de 15 a 17 años no concurre al colegio. La cobertura educativa en esa franja tuvo un leve ascenso en la década, que sólo alcanzó a acompañar el aumento poblacional.

En la película “Moneyball”, el gerente de un club de baseball de pobre presupuesto encuentra la fórmula para que su equipo triunfe sobre los más poderosos, contratando a los jugadores más baratos del mercado. Salvando las distancias, el diagnóstico de la performance educativa argentina en su punto más sensible, la escuela secundaria, por ahora parece transitar el camino inverso. Los últimos datos del Censo 2010, que dio a conocer el INDEC en estos días, dan cuenta de que el 18,4% de los chicos de entre 15 y 17 años sigue sin ir al colegio. Y que el leve aumento de la matrícula en esa franja –2,1% con respecto a 2001– sólo alcanzó a equiparar el crecimiento poblacional.

La Ley de Educación Nacional, que entró en vigencia en 2006, fijó dos metas clave: la obligatoriedad de la Secundaria y el Preescolar, y la universalización de la sala de 4 años. Mientras en el nivel inicial se registró una mejora sensible, con diferencias porcentuales de hasta el 16% en una década (ver infografía), el cumplimiento de la ley en lo que respecta al último tramo del nivel medio es una asignatura todavía pendiente. Esta situación se da en un marco en el que el aumento del presupuesto educativo en ese lapso pasó del 4 al 6,4%; el plan Conectar Igualdad ya entregó casi 2 millones de netbooks a los alumnos secundarios; y la Asignación Universal por Hijo se propuso entre sus objetivos que los chicos de hasta 17 años vuelvan, permanezcan o terminen la escuela.

Clarín habló con especialistas para analizar el problema y tratar de entender por qué, a pesar de que se habilitaron esos recursos, la inclusión de nuevos sectores sociales en la Secundaria no tiene lugar. Y por qué la deserción sigue siendo alta: la cobertura escolar pasa del 96,5% a los 14 años, al 81,6% desde los 15. Esto confirma las últimas cifras de abandono publicadas por el Ministerio de Educación: a partir de los 15 años deja la escuela el 15% de los estudiantes. Y en toda la Secundaria la deserción trepa casi al 25% (son datos de 2009).

Ianina Tuñón, coordinadora del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, consideró que “en un lapso de diez años era de esperar que hubiera habido un mayor nivel de inclusión que el que muestran los números. El importante incremento del presupuesto educativo no necesariamente determinará por sí solo una mejora, ya que la mayor parte de ese dinero se va en salarios docentes, y esto incide aún más en un contexto inflacionario”.

Néstor López, especialista de IIPE-Unesco, señaló que “ese 20% de la población que falta cubrir en la Secundaria es muy difícil que se reduzca mucho en el corto plazo porque hay problemas estructurales, tanto en la sociedad como en el interior de la misma institución escolar. Por un lado tenemos las desigualdades sociales y ahí entra, por ejemplo, el tema del embarazo adolescente. Por otro, existe una escuela secundaria que no fue pensada originalmente para incluir a todas las clases sociales, sino sobre todo a los sectores medios, y eso va a costar cambiarlo. Es el principal tema de la agenda educativa en toda la región”.

Tuñón agregó que “a partir de los 15 años, muchos chicos buscan otros proyectos que consideran más ‘exitosos’ que el Secundario, como un trabajo, hacer changas o, en el caso de las chicas, formar una familia. Son otras formas de inclusión social, alternativas a la escuela, y desde esa edad pesan fuerte. La Secundaria sigue sin ser capaz de seducir a esos jóvenes”.

Si bien la cobertura de la escuela media en todo el país es del 81,6%, al analizar el escenario provincia por provincia se ve que más de la mitad de la Argentina está por debajo de ese promedio. La Ciudad de Buenos Aires es el gran sostén de aquel número, con el 90,5% de escolarización entre los 15 y los 17 –aunque entre 2001 y 2010 bajó un punto porcentual–.

Andrea Alliaud, doctora en Educación de la UBA, sumó otro elemento al análisis: “Además de contar cuántos alumnos están en el sistema debemos pensar en cómo están, qué se les enseña y cuánto aprenden, es decir, la calidad educativa”. La última prueba internacional PISA –que obviamente no es un campeonato de baseball–, dejó en evidencia esas debilidades entre los argentinos de 15 años.

Una estabilidad preocupante

Por Gustavo Iaies . Director DEI CEPP

El Censo 2010 ratifica la idea de que salvo en el Nivel Inicial, las tasas de escolarización están estabilizadas: nuestras escuelas primarias y secundarias tienen más o menos la misma cantidad de alumnos que tenían en 2001, con un aumento en las de gestión privada sobre las de gestión estatal. Es muy bueno tener más alumnos de 3 a 5 años. Si hacemos las cosas bien, tendrán una mejor escolaridad: el jardín de infantes les garantiza un mejor pronóstico educativo. Pero el crecimiento de 0,6% en los chicos de 6 a 11 años, 1,4% en los de 12 a 14 y 2,15% en los de 15 a 17, es preocupante. Y eso no es porque no estén llegando a la escuela, prácticamente todos empiezan primer grado a los 6 años. El problema es que se estabilizaron también el fracaso escolar y la deserción: bajó muy poco en la Primaria y aumentó en la Secundaria. En la Argentina las familias llevan a sus hijos a la escuela, pero ésta no siempre es capaz de retenerlos y garantizarles buenas trayectorias educativas. Esta estabilidad ocurre con leyes que extendieron la escolaridad, aumentaron el presupuesto educativo, los libros y computadoras en las escuelas. Pero el sistema no parece haber reaccionado de un modo simétrico a los esfuerzos realizados. No tenemos más alumnos (salvo en los chicos de 3 a 5 años), no se observan mejoras en las evaluaciones internacionales de calidad, ni en los indicadores de fracaso escolar. Necesitamos un cambio de organización del sistema, de distribución de derechos y responsabilidades. Las escuelas muestran una gran heterogeneidad, alto y bajo ausentismo, buenos y malos resultados de aprendizaje, alta y baja deserción. Y estas diferencias se dan en las mismas zonas, con alumnos del mismo nivel socio-económico y bajo condiciones administrativas similares. Y nadie es reconocido ni responsable por ello. Estamos perdiendo alrededor de 400.000 alumnos por año, suficiente motivo para volver a pensar un cambio.

Cómo ayudarlos para que sigan

“A los 15 años se transitan momentos difíciles, en los que todo empieza a ser cuestionado. La influencia directa de los padres se pone en duda. Y cuando los adolescentes empiezan a lograr cierta independencia de decisiones, muchas veces creen que la escuela no es necesaria”, explica Adriana Gladsztein, psicoanalista especializada en niños y adolescentes. Y agrega: “Los padres o los referentes más cercanos tienen allí un rol fundamental. Deben alimentar esa independencia, pero también escuchar a su hijo, dialogar y pensar juntos la toma de decisiones. Saber por qué no quieren continuar sus estudios es clave”.

www.clarin.com 03/07/12