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"Entrad a clase, mis blancas palomitas", decía Efraín, el portero de Señorita maestra , serie ícono de la escuela argentina, con la encantadora Jacinta Pichimahuida. Pero los años pasaron, la escuela cambió y también los problemas. Si hoy se hiciera la serie, Pichimahuida sería despedida con la excusa de su incapacidad para dominar a su clase de alumnos indómitos y disconformes.

"Hay informes que afirman que el 40% de los alumnos están medicados o con alguna patología. En el aula te encontrás con chicas embarazadas y adolescentes que quisieron suicidarse. ¿Cómo le enseñas matemáticas a un bipolar? La carrera debiera preparar a los docentes para la nueva realidad con la que se enfrentan en el aula." Las palabras de José María del Corral, presidente del Consejo General de Educación de la Vicaría para la Educación del Arzobispado de Buenos Aires, pueden sonar duras. Pero no están lejos de la realidad de muchos educadores argentinos, que, cambios sociales mediante, pasaron a ser docente-psicólogo-cocinero-padre de una generación de chicos que reclama cada vez más atención.

"Los chicos hoy demandan muchos límites y afecto. Y te cuentan situaciones tremendas, que te angustian mucho fuera del aula. Me ha pasado en alguna escuela salir al borde de las lágrimas, no porque los chicos me hayan hecho algo, sino porque me preocupa el problema de alguno y no me puedo despegar", cuenta Lucrecia Ruiz Moreno, profesora de Historia de la Escuela Argentina Modelo. "Educar nunca fue fácil, pero mientras hace 25 años hablabas de dificultades en aprendizaje, hoy hablás de hogares disgregados, drogas y falta de trabajo. Los problemas son mucho más pesados, y las dificultades de la familia en general generan situaciones que se vuelcan en la escuela", acota Daniel Mauro, profesor de Computación de la Escuela Técnica N° 6 de Isidro Casanova.

Todos coinciden. La multiplicidad de demandas de parte de los alumnos es tal, que los docentes y la escuela están desbordados.

"Se sobrecargó a la escuela en su rol. Fijate que hay problemas de desnutrición, entonces se hacen escuelas comedor. Hay problemas de educación sexual, pongamos educación sexual en las escuelas. No es que esté mal, pero no se resuelve todo en la escuela. La sociedad y el Estado deben reasumir su responsabilidad", dispara Del Corral. "Yo escuché a padres decir: yo te deposito al chico de 8 a 17, quiero que me lo devuelvas educado, y casi me muero", acota Ruiz Moreno.
"Es necesario cambiar los contenidos curriculares de los profesorados, aggiornar la capacitación. Y la escuela debe volver a ser el lugar donde se enseña ciencia y se educa en la fe, pero esencialmente debe profundizar en la ciencia. Es bueno que haya escuelas con comedor escolar en aquellas zonas rurales adonde se justifique, pero no en todos lados, porque la escuela no debe ser el comedor", insiste Mauro.

- ¿Por qué les gusta lo que hacen, aun cuando socialmente la profesión está devaluada?

Del Corral: -Yo enseño a adolescentes y me fascina, porque el adolescente te moviliza, te ayuda a hacerte preguntas, a no aburguesarte.

Ruiz Moreno: -Vos llegás con una idea determinada para decir y de golpe el adolescente te hace un replanteo que te obliga a pensar todo de nuevo. Te hacen pensar mucho.

-¿Qué es lo más satisfactorio de la profesión?

Ruiz Moreno: -Por lejos, lo más gratificante es el momento en que el chico comprende lo que le estás explicando. Las expresiones de alivio/inteligencia/triunfo son momentos impagables.

Mauro: - Cuando uno ve que el alumno aprendió, después de ocho meses de luchar. Eso es lo mejor.

Del Corral: -La docencia no te va a crecer económicamente ni te dará prestigio social. Te hace crecer como persona. Yo siempre digo a los colegas que si cuando saliste del aula no aprendiste nada, perdiste el tiempo.

www.lanacion.com.ar 23/09/06