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Cuando un estudiante no logra alcanzar los objetivos propuestos en diez, once o doce materias que se cursan simultáneamente en el año escolar, más allá de que sí los alcance en seis, siete u ocho de ellas, tendrá que repetir el año. Esto aparece naturalizado en nuestro sistema de educación secundaria, pero al pasar el nivel superior a nadie se le ocurriría que un estudiante universitario,

que por su plan de estudios podría cursar cuatro materias en un mismo semestre, tenga que recursar todas las materias (aun las aprobadas) por no haber cursado o por haber reprobado alguna de las realizadas. Así también al ingresar a la Universidad ya nadie dice que un estudiante tiene sobreedad. El mismo joven que en la secundaria es etiquetado como repetidor y con sobreedad en el sistema de educación superior, a lo sumo debe recursar alguna materia y en un sistema de materias correlativas decide cómo organizar su carrera.

En la escuela secundaria, el tener que cursar un conjunto de materias, todas al mismo tiempo, en un sistema graduado (que establece una única secuenciación temporal del aprendizaje y de los saberes que se deben acreditar) y anualizado (que fija un tiempo único y uniforme para alcanzar estos logros) es lo que provoca que cuando no se alcanzan logros en todos los espacios se debe hacer todo de nuevo, recursar el año entero o repetir .Tal como dice Flavia Terigi, "es la gradualidad, en la que además se acoplan el conjunto de las asignaturas, combinada con la anualización lo que produce la repitencia".

Se produce entonces una distancia entre las trayectorias teóricas (lo que se espera que se curse y apruebe en determinado período) y las trayectorias reales (las que efectivamente transitan los estudiantes) en una escuela secundaria que se organizó en sus orígenes con un claro criterio de selectividad, y cuya organización no hemos aún logrado revisar, pese a que sí hemos redefinido su sentido, entendiéndola como espacio de legítimo derecho a la educación para todos los jóvenes.

¿Por qué no podría cursar una clase de matemática un joven de 15 años junto con otros de 16 o de 17? ¿Por qué no podría una joven estar cursando matemática 3 a la vez que historia 2?

Nuestra sociedad ha naturalizado de tal manera la combinación de la gradualidad de los aprendizajes con la anualización que aquellos que no pueden cumplir con los tiempos y ritmos establecidos por diferentes razones -quienes no cumplen con las trayectorias teóricas, en las que todos logran en el mismo tiempo cumplir con los aprendizajes propuestos en el conjunto de las asignaturas- se transforman en repetidores, alumnos con sobreedad, poniéndolos en el banquillo de los acusados por no hacer lo suficiente, no esforzarse o no estar preparados, cuando tal vez lo que deberíamos repensar es la lógica de la organización del sistema.

En un estudio reciente que realizamos en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), en el que analizamos y comparamos tasas de sobreedad en dos regiones de nuestro país, señalábamos que las altas tasas de sobreedad (en una de las provincias en la que además los índices de abandono han bajado) daban cuenta de que pese a todas las dificultades, la escuela sigue siendo un espacio convocante, y que los jóvenes siguen apostando a la escuela como un espacio en el que quieren aprender y vale la pena estar.

No tener altos índices de sobreedad no necesariamente nos habla de un mejor sistema. Si a bajos índices de sobreedad acompañan altas tasas de desgranamiento -como en escuelas en las que se toma como natural tener cinco divisiones del primer año y dos divisiones en el último de la secundaria-, la valoración de este dato es cuanto menos ingenuo.

Ojalá nos hagamos nuevas y diferentes preguntas frente a los indicadores en lugar de leerlos con ojos puramente normalizadores.

 

Por Paula Pogre

 

www.lanacion.com.ar 01/09/12