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Seis años después de haberse dictado la ley de secundario obligatorio, los índices de matriculación y deserción escolar y los resultados de las evaluaciones muestran que la meta de la escolarización completa todavía está muy lejos

Las naciones que avanzan y reducen la pobreza, mejorando al mismo tiempo la equidad en la distribución del ingreso, lo hacen siempre fortaleciendo el proceso de acumulación de capital. Pero en esta visión integral del proceso de desarrollo, el capital es algo mucho más importante que la mera acumulación de bienes materiales como máquinas, fábricas, puertos, rutas, oleoductos, etcétera. 

Hay otra forma de capital en este siglo XXI que es más importante que el capital físico: es el capital humano acumulado por la población gracias a la educación. Según un reciente estudio del Banco Mundial, "el valor del capital humano equivale a cuatro veces el valor del capital físico". Hace ya varias décadas que aumenta la escolarización en las naciones que lideran no sólo el crecimiento económico, sino también el abatimiento de la pobreza y el avance tecnológico.

Esto es notorio en lo que se refiere al ciclo secundario, de acuerdo con lo que demuestran las cifras publicadas en 2013 por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE): en las naciones industrializadas, el 75% de los mayores de 25 años concluyó la escuela secundaria, mientras que entre nosotros apenas lo hicieron 42 de cada 100. Según estima la OCDE, 83 de cada 100 de los actuales adolescentes en los países industrializados terminarán regularmente la escuela secundaria, pero si bien también lo harán 83 en Chile, la tasa bajará a 65 en Brasil y a 43 en nuestro país.

Un paso positivo se dio entre nosotros en diciembre de 2006, cuando se dictó la ley 26.206, que estableció la obligatoriedad del secundario (la histórica ley 1420, de 1884, había dispuesto únicamente la obligatoriedad de la escuela primaria).

Destaquemos dos hechos positivos. En primer lugar, la matrícula total secundaria creció casi un 10% entre 2003 y 2011 (año con últimas cifras oficiales), mientras que la cantidad de alumnos de primer año aumentó en ese mismo período el 13%. Son dos buenas noticias, pero que se oscurecen cuando se observa que en 2011 hubo menos alumnos en el último año secundario que en 2003. Eso se debió a que la matrícula estatal cayó un 4,3%, reducción que no llegó a ser compensada por la matrícula privada de 2011, pues sólo creció 2,1%. Y la provincia de Buenos Aires lidera la disminución de la matrícula estatal en el último año secundario, ya que en 2011 en el conurbano bonaerense había 15% menos de alumnos que en 2003.

Tampoco es alentador observar las cifras sobre la cantidad de egresados anuales de la escuela secundaria. Según los Anuarios Estadísticos del Ministerio de Educación, en 2011 concluyeron el ciclo secundario 33.500 alumnos menos que en 2003. Tal disminución en la graduación secundaria es importante, ya que llega al 12% y se agrava en el caso de las escuelas secundarias estatales, donde se graduaron 27.000 alumnos secundarios menos en 2011 que en 2003. Nuevamente es Buenos Aires la provincia que lidera esta reducción en la graduación secundaria, con un índice del 27%.

El otro hecho que debe ser destacado es la existencia de una gran desigualdad en el proceso de graduación secundaria, pues está íntimamente vinculado con las diferencias socioeconómicas de las familias de los alumnos. Si bien en las escuelas secundarias privadas hay también alumnos de familias humildes, es evidente que la mayoría de este alumnado corresponde a los estamentos medios y altos de nuestra sociedad. Lo contrario ocurre con las escuelas secundarias estatales, donde hay un predominio de alumnos de familias más humildes.

En el primer año secundario, apenas el 24% de los alumnos asiste a escuelas privadas en todo el país. Sin embargo, de cada 100 egresados secundarios nada menos que 40 provienen de escuelas privadas. Tal proporción es mucho más elevada en la ciudad de Buenos Aires, donde la graduación privada es un 57% del total, o sea, cinco puntos más que en Córdoba y en el conurbano. Si la participación de las escuelas privadas es mayor en la graduación anual que en el total de alumnos secundarios, esto quiere decir que la deserción escolar en el sistema privado es inferior a la deserción en las escuelas estatales. Así se constata cuando se observa que, en 2011, por cada 100 alumnos en primer año secundario había 52 egresados en las escuelas privadas, pero esta relación lamentablemente caía a menos de la mitad en el caso de las escuelas estatales, donde por cada 100 chicos incorporados apenas 25 se graduaban. Es decir, la deserción en las escuelas estatales es muy superior a la que se registra en las escuelas privadas.

Una gran desigualdad en el nivel de los conocimientos de los estudiantes secundarios es también la característica que emerge de los Operativos Nacionales de Evaluación (ONE), que realiza periódicamente el Ministerio de Educación. Un ejemplo ha sido la ONE de 2007, realizada con los alumnos del último año de la escuela secundaria. En esa prueba, se determinó que el 44,7% de los alumnos registraba un desempeño "bajo" en la prueba de matemática, pero en el caso de los alumnos de escuelas privadas de La Pampa y Neuquén ese mismo promedio era inferior al 20%, mientras que en las escuelas estatales secundarias de Formosa, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca superaba 76%, o sea, era más del triple.

En las escuelas del lado porteño de la General Paz, el 22% de los alumnos de escuelas privadas evidenciaba un desempeño "bajo" en aquella prueba y, a pocos kilómetros del otro lado de la General Paz, en las escuelas estatales del conurbano más del doble de los alumnos se ubicaba en ese nivel deficiente, con un 55% del total. El nivel socioeconómico de las familias de los adolescentes explica gran parte de esta evidente desigualdad educativa.

La ley de educación fue promulgada el 27 de diciembre de 2006. Más de seis años es un lapso suficiente para poder concretar una mejora sustancial en la graduación secundaria. Si bien existe preocupación en las autoridades educativas por cumplir con esta ley, debemos decir, lamentablemente, que no se llegó ni de manera aproximada a la meta de escolarización completa. Se requieren, pues, nuevas acciones efectivas para avanzar hacia la universalización efectiva de la escuela secundaria (y con graduación), más allá de las diferencias socioeconómicas.

En un proceso de ese tipo, están empeñados nada menos que diez países latinoamericanos, que ya registran índices de graduación secundaria superiores a los nuestros. Ha quedado atrás el tradicional liderazgo escolar argentino, nacido a partir de la ley 1420. No hay igualdad de oportunidades en la sociedad del siglo XXI si la mayor parte de los adolescentes, especialmente los más pobres, no concluyen la escuela secundaria, requisito básico para acrecentar el capital humano, que, como hemos visto, es cuatro veces más importante que el capital físico.

Por Alieto Guadagni

www.lanacion.com.ar  20/07/13