Expertos cuestionan la tendencia a eliminar aquéllos más "peligrosos" porque es negativo para el desarrollo
NUEVA YORK.- Las antiguas estructuras de barras altas y toboganes han desaparecido de la mayoría de los parques de juegos norteamericanos, siendo reemplazadas por juegos más bajos con plataformas, al mismo tiempo que se reemplazó el cemento con materiales diseñados para minimizar los golpes en caso de caída.
Estas innovaciones sin duda previnieron algunas heridas, pero muchos expertos cuestionan los juegos que priorizan la seguridad. Los críticos sostienen que estos parques pueden atrofiar el desarrollo emocional, dejando a los niños con ansiedades y miedos que, al final, son peores que un hueso roto.
"Los niños necesitan encontrar riesgos y sobreponerse a sus miedos en las plazas -explica Ellen Sandseter, profesora de psicología de la Universidad Reina Maud en Noruega-. Creo que las barras y los grandes toboganes son muy buenos. A medida que las plazas se vuelven más y más aburridas, estos son algunos de los pocos aspectos que todavía pueden dar a los niños experiencias excitantes debido a su altura y altas velocidades."
Después de observar a niños en plazas de Noruega, Inglaterra y Australia, Sandseter identificó seis categorías de juegos "peligrosos": explorar las alturas, experimentar altas velocidades, manejar herramientas riesgosas, estar cerca de elementos peligrosos (como el agua o el fuego), juegos de manos (como peleas), y deambular solos lejos de la supervisión de un adulto. El más común es escalar alturas.
"El equipamiento para escalar necesita ser lo suficientemente alto, porque si no se volverá demasiado aburrido con el tiempo -dice Sandseter-. Los niños se acercan a las emociones y los riesgos de manera progresiva, y muy pocos se atreverían a escalar hasta la cima si es sólo su primera vez. Lo mejor es que se enfrenten a estos desafíos desde pequeños y así lograrán dominarlos progresivamente a través de años de juegos."
A veces, claro, su maestría falla, y las caídas son causas comunes de heridas en las plazas de juegos. Pero éstas rara vez causan daños permanentes, ni físicos ni emocionales. Mientras que algunos psicólogos (y muchos padres) se preocupan de que un chico que sufrió una caída desarrolle temor a las alturas, los estudios han mostrado lo contrario: si un niño se lastimó en una caída antes de los 9 años, es menos probable que como adolescente tenga miedo a las alturas.
Conquistar fobias
Es la opinión de Sandseter y Leif Kennair, psicólogo de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, al exponerlos gradualmente a más y más peligros en las plazas, los niños usan las mismas técnicas de habituación desarrolladas por los terapeutas para ayudar a los adultos a conquistar fobias.
"Los juegos peligrosos reflejan las terapias cognitivas y de comportamiento efectivas para combatir la ansiedad", escriben en el Journal Psicología Evolutiva, concluyendo que es este "efecto antifóbico", lo que ayuda a explicar la evolución del gusto de los niños por este tipo de experiencias. Si bien el entusiasmo juvenil por explorar las alturas puede no ser adaptativo -¿por qué la selección natural favorecería a los niños que desafían a la muerte antes de tener la posibilidad de reproducirse?-, el peligro parece ser menor que los beneficios de conquistar el miedo y dominarlo.
"Paradójicamente, nosotros postulamos que nuestro miedo a que nuestros hijos puedan sufrir heridas menores puede resultar en niños más miedosos e incrementar los niveles de psicopatologías."
Sin evidencias
"No existe evidencia clara de que las nuevas medidas de seguridad de los juegos hayan disminuido el riesgo en las plazas", sostiene David Ball, profesor de manejo de riesgos en la Universidad de Middlesex, en Londres. Notó que el riesgo de algunas heridas, como fracturas largas de los brazos, de hecho habían aumentado tras la introducción de superficies más blandas en los parques de Gran Bretaña y Australia.
"Esto suena contraintuitivo, pero no tendría que serlo, porque es un fenómeno común -explica Ball-. Si los niños y los padres creen que están en un ambiente más seguro de lo que es en la realidad, van a asumir más riesgos. Un argumento en contra de las superficies más blandas es que los niños creen que es seguro, pero al no comprender sus propiedades, sobrevalúan su desempeño."
Reducir la altura de los juegos puede ayudar a los bebés, pero puede producir consecuencias no deseadas entre los niños más grandes. "Los más grandes no tienen interés en ejercitarse de manera sana en las plazas, porque los juegos fueron diseñados con los niños más pequeños en mente -sostiene Ball-. Por eso pueden jugar en lugares más peligrosos o directamente no hacerlo."
Por miedo a las demandas, en la ciudad de Nueva York se eliminaron los subibajas, calesitas y las sogas que los jóvenes Tarzán usaban para llegar de una plataforma a otra. Dejarlos jugar con neumáticos colgados se convirtió en algo tabú por el miedo de que un juego tan pesado pudiera golpear a un niño.
"Lo que pasa en América del Norte es dictado por abogados de daños y perjuicios, y desafortunadamente eso limita los juegos de aventuras", dice Adrian Benepe, actual comisionado de parques. Pero mientras extraña las sogas de Tarzán, está contento de que hayan bajado los juicios y no extraña el pavimento. "Creo que las superficies más seguras son una bendición -sostiene-. Sospecho que los padres que tuvieron que hacerles frente con golpes y brazos rotos no estarán de acuerdo con que las plazas son ahora más seguras."
Sin embargo, no se puede comparar la experiencia de estar a 3 metros del suelo. Es el destino de muchos niños, incluidos muchos que nunca han visto este tipo de juegos, como Nayelis Serrano, una niña de 10 años del sur del Bronx que visita a su primo en la zona.
Al llegar a la mitad de altura, al tercer nivel de las barras, paró. Después, tras consultarlo con su madre, continuó hasta la cima, el quinto nivel, y descendió para contar su triunfo. "Primero tenía miedo -explicó-. Pero mi madre dijo que si no trataba, nunca iba a saber si podía hacerlo. Entonces seguí. En la cima me sentí muy orgullosa." Mientras sube por segunda vez, su madre, Orkidia Rojas, mira desde un banco y considera los beneficios y los riesgos de este extraño juego.
"Es divertido -dice-. Me gustaría tener uno en nuestra plaza. Es un poco peligroso, lo sé, pero si sólo piensas en los riesgos nunca podrás salir adelante en la vida."
www.lanacion.com.ar 23/07/11