Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.

Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.

Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.

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Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.

Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.

La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.

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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

Se brinda asesoramiento, información y formación  acerca de las pedagogías alternativas.

Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.

El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

Todos los niños han sentido en alguna ocasión la necesidad de dormir con sus progenitores. Y todos los padres han experimentado alguna vez el deseo de compartir la cama con sus hijos. Es un sentimiento universal y su práctica puede estar justificada esporádicamente, por ejemplo, cuando el pequeño se encuentra mal y quiere mimos o tiene miedo, o cuando el adulto, ausente la pareja por trabajo u otras razones, desea sentir cerca al niño. Sin embargo, los expertos recomiendan que esta práctica nunca se convierta en hábito por los efectos perniciosos que puede tener en el desarrollo infantil, al interferir en el aprendizaje de la autonomía y favorecer la aparición de trastornos del sueño.

En EE UU los pediatras Ferber y Lozoff han estudiado a fondo el llamado co-sleeping: cuando el niño duerme con alguien del entorno hogareño (padres, hermanos, abuelos, niñera). Investigaciones realizadas por estos autores en las décadas de 1980 y 1990 revelan que dormir con los niños no les beneficia. Uno de estos trabajos norteamericanos demostraba que en el seno del 30% de las familias de raza blanca y del 70% de las de raza negra dormían habitualmente los niños con los padres.

Otro estudio llevado a cabo en Suecia, publicado en 1982 en Acta Pediátrica Escandinava, ponía de manifiesto que entre el 35% y el 40% de los niños suecos de entre dos y seis años compartía la cama regularmente con otros miembros de la familia.

"Compartir la cama a veces está condicionado por falta de espacio en el hogar. Pero la literatura médica demuestra que las causas trascienden ese ámbito y que este fenómeno no sólo se da en poblaciones con un estatus socioeconómico medio y bajo, sino también alto", admite la neurofisióloga Rosa Peraita, responsable de la unidad del estudio del sueño del hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Como indica Peraita, el sueño es un periodo de gran actividad de la corteza cerebral y durante su transcurso se segregan hormonas como la del crecimiento, el cortisol o la melatonina. Un sueño adecuado en cantidad y calidad es fundamental para un desarrollo sano en los niños. Entre otros trastornos, la alteraciones del sueño podrían comprometer la segregación de la hormona del crecimiento y condicionar la talla.

"El niño debe tener su propio espacio vital también para dormir y descansar. Necesita ciertas condiciones de aislamiento, lumínicas, térmicas y acústicas que le ayuden a conciliar el sueño. Todo lo que sea perturbar su sueño, como los ronquidos o los contactos por movimientos al compartir la cama, puede favorecer con el tiempo la aparición de trastornos, sobre todo insomnio. Incluso la costumbre de que el niño duerma con los mayores puede propiciar la práctica de abusos sexuales a los menores", afirma Peraita.

Para María Jesús Mardomingo, jefa de Psiquiatría Infantil del hospital Gregorio Marañón, es aconsejable que el pequeño duerma en su cuna y fuera de la habitación de los padres a partir del cuarto o quinto mes de vida.

"Cuando el bebé llora", dice, "y no sabe expresar por qué se altera su sueño, los padres y responsables de su cuidado deben indagar primero la causa y, si ésta existe, corregirla, como pudiera ser cambiarle el pañal o darle el biberón si tiene hambre. Lo peor que puede hacerse es llevarle a la cama de los padres para que se calle y les deje dormir. Acabará convirtiéndose en una costumbre por ambas partes".

Entre los tres y los cinco años los niños pueden sufrir pesadillas y terrores nocturnos. Este hecho forma parte de su paulatino descubrimiento del mundo y de su maduración emocional. A juicio de Mardomingo, no hay que infravalorar el sufrimiento que esto causa en el niño. Es necesario escucharle, tranquilizarle, hacer que se sienta comprendido y apoyado, pero mostrar firmeza para que siga durmiendo en su cama.

Según esta psiquiatra, cada vez son más frecuentes las consultas en los niños por miedo a dormir solos. Cualquier acontecimiento vital que para ellos sea traumático puede generar miedo a dormir solos, ya sea por temor a la oscuridad, a que aparezcan monstruos, a los ruidos. Y este temor se traduce en un estado de ansiedad y angustia que representa un gran sufrimiento para el pequeño.

"En estos casos", explica Mardomingo, "hablamos de una reacción de estrés postraumático que perturba el sueño. Es frecuente hallar estas conductas cuando los niños han vivido catástrofes naturales y accidentes o cuando han presenciado actos de violencia, o han sufrido la pérdida de un ser querido. También los problemas en el colegio pueden conducir a serias alteraciones del sueño y al miedo a dormir solo".

Para esta especialista, escuchar al niño e indagar la causa es la primera actitud que han de adoptar los adultos y, si la situación se perpetúa y altera notablemente la calidad de vida del pequeño, tal vez sea necesario consultar con un profesional.

Decálogo para la buena higiene del sueño infantil

- 1. El sueño es un hábito que requiere un aprendizaje y el respeto de un horario, así como unas condiciones favorables de temperatura, silencio y luz.

- 2. A partir del cuarto o quinto mes de vida el bebé, siempre que sea posible, debe salir de la habitación de sus padres.

- 3. Desde que es muy pequeño es importante enseñar al niño a dormirse solo, no en brazos ni en el sofá o en la cama de los padres aunque luego sea trasladado a la suya. Se le puede ayudar con la lectura de un cuento y dejándole una luz tenue.

- 4. No es conveniente acostarse en la cama del niño hasta que se duerma. Con esta actitud se merma el desarrollo de su autonomía. Los fines de semana se le puede permitir que vaya un ratito por la mañana a la cama de los padres.

- 5. Es importante respetar un ritual al acostarse e inculcarle que hay que ir a dormir porque todos necesitamos descansar.

- 6. Si el crío se despierta a medianoche asustado e inquieto, es necesario tranquilizarle, mimarle un poquito, pero sin dar demasiadas explicaciones y mostrando firmeza para que continúe durmiendo solo.

- 7. No es recomendable permitir que a media noche se vaya a la cama de los padres, abuelos, hermanos u otros. En algunas familias se produce tal trasiego, que ninguno de los miembros amanece en su cama.

- 8. Es importante enseñarle a no molestar a los demás cuando él madruga demasiado. Conviene no ponerle la televisión y ayudarle con suavidad y firmeza a volverse a dormir.

- 9. No hay que premiar al niño por dormir bien, sino enseñarle que eso es lo normal. Es aconsejable reducir el exceso de gratificaciones a los que se acostumbra ahora a los niños cuando cumplen con su deber.

- 10.El padre y la madre tienen que compartir los mismos criterios y la misma autoridad ante la hora de ir a acostarse y respetar las normas del sueño.

www.elpais.com 09/03/04

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