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Ya sea cuando se reúnen después del colegio, o para un cumpleaños, o un pijama party, los chicos suelen estar cada uno con su propio dispositivo, incluso interactuando desde ahí entre ellos; para los expertos, los padres deben controlar su uso, pero también dar el ejemplo

h"Invitaste a un amigo a casa y él está ahí, aburrido, mirando cómo jugás a la tableta", le reprochó Mariana a su hijo Lucas de 8 años. Pero pocos segundos más tarde su sorpresa fue grande cuando Joaquín, el amigo de su hijo, se apresuró a responder: "¡Yo no me aburro, eh! Me gusta ver cómo juega". La mujer, con cierto desconcierto, miró a los dos niños y siguió con lo que estaba haciendo, sin saber bien qué responder. "¿Será la nueva diversión de esta era? ¿La equivocada soy yo?", reflexiona ahora Mariana, ama de casa de 40 años.

Esta escena se vive a diario en las casas donde hay chicos. Es que los niños y adolescentes de hoy se sienten a gusto pasando tiempo con sus amigos aunque ellos sólo sean invitados para mirar cómo juegan con su tablet, con la Play o para chatear con otros amigos, o incluso entre ellos. Porque muchas veces ocurre que cada uno se entretiene con su propio dispositivo, aunque ambos estén ahí, sentados uno al lado del otro.

Con la tableta bajo el brazo

"Una mamá del colegio me contó que su hija de 12 años invitó a unas amigas a dormir a su casa y cuando entró al cuarto, cada una estaba con su tablet o su iPod. Todas estaban chateando y riéndose. Pero no sólo eso, cuando se fijó con quién hablaban se dio cuenta que estaban chateando entre ellas. Preferían escribirse que hablarse. Mi amiga no lo podía creer", dice Mariana.

Una situación similar vivió Vanesa Darruspe, abogada de 41 años y madre de Pilar ,de 11 años, Ignacio, de 8, y Agustina, de un año y medio. "En casa hicimos una pijamada para el cumpleaños de mi hija. Invité a todas las nenas del grado pero no aclaré si podían traer los equipos, así que todas vinieron con sus tabletas y iPods. Se la pasaban haciendo fotos, videos y chateando, incluso con las nenas que estaban en el cumple. Estuvo todo bien hasta que en un momento dejaban de estar presentes en la fiesta por interactuar con sus tabletas. No venían a soplar las velitas de la torta, y Pilar les pidió expresamente que dejaran sus dispositivos arriba de una mesa, por un rato. Por suerte después bailaron, cantaron con una pantalla de karaoke y la pasaron genial", recuerda Vanesa.

tPero aunque en algún momento le molestó el uso continuo de los equipos durante el cumpleaños, acepta que en ciertos momentos se volvieron sus aliados. "Confieso que para la hora de dormir me fueron de gran ayuda. Algunas se habían quedado dormidas y a las que todavía no habían conciliado el sueño les permití prender sus equipos para que se quedaran tranquilas, sin molestar al resto -dice Vanesa; los expertos desaconsejan esta práctica, pero a ella le resultó-. Al día siguiente, cuando me desperté, ya muchas estaban en sus camas con los dispositivos encendidos. Es increíble la adicción que tienen: no paran de usar sus equipos e interactuar en las redes sociales", dice Vanesa.

Construir vínculos

"Sin dudas, la tecnología impacta en los juegos infantiles y en la forma de construir vínculos. La importancia está en la vinculación que se establece con el dispositivo por encima de los vínculos que se pueden construir con los otros. Por ende, los niños apelan al uso de dichos soportes porque son sus padres quienes generalmente los proveen para que sus hijos se entretengan", señala Guillermina Rizzo, psicóloga y psicopedagoga.

¿Qué actitud deben tomar los adultos? Rizzo es contundente: "La mayor responsabilidad es de los padres o los adultos que están a cargo. No hay que demonizar la tecnología, pero los adultos no pueden exigir un uso racional sin un sinceramiento previo de ellos. Es como si con el tema de las previas y el alcohol un padre le dice a un hijo no tomes, y lo hace con un vaso en la mano. Los padres no pueden abdicar en su rol de padres, la socialización es una tarea artesanal y no puede quedar librada a un dispositivo".

tAdemás, la psicóloga asegura que una pantalla no puede mediar en la relación entre padres e hijos. "Llegar a casa por la noche, querer ver un programa y pedirle al hijo que se entretenga solo es habitual. Pero luego esos mismos padres pretenden tener niños lectores. Los vínculos y las relaciones se construyen, requieren esmero, dedicación y proponer los intereses y gustos del adulto. Los padres tienen una función que, sin dudas, ellos también deben aprender", dice.

Según Vanesa, cuando su hija Pilar invita a sus amigas a su casa, siempre los dispositivos se transforman en el centro de juego. "Se sacan selfies, graban y editan videos, escuchan música. Incluso algunos amigos de Nacho, mi hijo de 8 años, ya tienen iPod. Pero en el caso de los nenes, cuando los invitamos a casa trato de entusiasmarlos con otros juegos, o los llevamos a la plaza para que jueguen a la pelota. Nacho, incluso, me pide tener Facebook o Instagram, pero aún no lo dejé porque creo que no es adecuado para su edad", detalla.

Pijamada a la antigua

Tal vez por esa razón Pabla Risso, actuaria de 46 años y madre de Milagros, de 15 años, y de Clar,a de 11, escribió en la invitación de su hija menor: Pijamada a la antigua. Y ante las reiteradas preguntas de las mamás, por chat, terminó diciendo, con total claridad, que era una fiesta sin dispositivos tecnológicos.

"Siempre que se reúnen los chicos los veo absortos con sus equipos. A veces ni se miran. Cada uno está ahí, sentadito en su lugar, con su tableta. La verdad es que no quiero eso para mis hijas. Sé que los tiempos cambiaron, sé que la tecnología es muy buena, pero a veces hay que saber usarla. Se me ocurrió hacer esta pijamada a la antigua porque quería que charlaran, vieran una película, comieran pochoclos y que jugaran a la guerra de almohadas. Y creo que hice bien porque la pasaron bárbaro, charlaron, vieron una película... Fue muy divertido y se olvidaron, al menos por un rato, de las maquinitas", explica Pabla.

Cintia Perazo

www.lanacion.com.ar 07/03/16