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Antes, cuenta Mabel, los niños iban a la escuela para que el docente, que era la autoridad indiscutida, les impartiera conocimientos. Hoy, el aprendizaje es colaborativo y el papel del docente es muchas veces desvalorizado, según afirma Rocío. Antes, los chicos estaban más contenidos en el hogar; hoy, las exigencias laborales de sus padres los obligan a ser más independientes a una edad más temprana. Sin embargo, Mabel y Rocío coinciden en algo: ambas son docentes por vocación, por una suerte de necesidad vital, y afirman que es imprescindible, además de impartir conocimientos, transmitir valores.

Las dos maestras recorren momentos muy distintos de sus carreras. Mabel Aguilar, de 60 años y con 42 al frente de un aula, está próxima a jubilarse. Rocío Loureiro, de 32 y egresada del profesorado hace un par de años, atraviesa el segundo ciclo lectivo a cargo de un curso. Mañana, ambas festejarán el Día del Maestro.

"Yo nací maestra; nací con el don en mí", enfatiza Mabel, que termina su carrera en la Escuela N° 20 de Paternal. "Es una vocación muy fuerte que tengo desde pequeña; tomé la decisión a los 11 años", relata Rocío, a cargo de 5° grado en la Escuela N° 8 de Flores.

Mabel recuerda que en sus cuatro décadas de enseñanza los sistemas utilizados fueron varios. "Antes era el método global, aquel de «mi mamá me ama», etcétera. Después, fue el método de la palabra generadora, por el que se presentaba la palabra y luego se asociaban otras similares. Luego, a mediados de los 80, se utilizó la psicogénesis, por la cual poníamos todo en el pizarrón y los chicos preguntaban. Pero ahí comenzaron los horrores de ortografía", detalla.

Por su parte, Rocío explica que ahora no existe más el alumno pasivo: "Los chicos no están sentados recibiendo una información, sino que participan; son protagonistas en el aprendizaje y cada uno tiene sus tiempos, que se respetan".

Los métodos no son lo único que ha cambiado a lo largo de los años. Una gran diferencia es que el maestro y su autoridad eran antes mucho más respetados. "El maestro estaba más idealizado", afirma Mabel. "Se perdió el respeto por la autoridad; ha habido una desvalorización muy grande del rol docente en la sociedad. Durante mucho tiempo, existió la percepción de que la escuela pública no servía y, por ende, el docente tampoco. Han llegado a contestarme: «¿Y vos quién sos para decirme eso?»", comenta Rocío.

Las realidades también son distintas. "Los tiempos son más acelerados; las madres estaban más en la casa y ahora los chicos están más tiempo solos; tienen que madurar a la fuerza", reconoce Mabel. "Las exigencias excesivas hacen que los chicos se estresen", admite Rocío.

Así, en una sociedad donde el concepto de autoridad a veces se ve desdibujado, el papel de las maestras como ejemplo parece ser incluso tanto o más importante que la alfabetización. "Hay que darles valores, que son infaltables. En primer lugar, está lo actitudinal y a través de eso se enseñan los contenidos", explica Mabel. Coincide en esto Rocío, que recuerda que su curso del año pasado era muy desorganizado y costaba mucho, incluso, terminar una clase. "Tuvimos que hacer un trabajo muy fuerte sobre normas, convivencia y trabajo", dice.

En la tarea docente, no hay fórmulas infalibles, pero ambas cuentan las satisfacciones que les brinda. "Lo más lindo es ver a mis ex alumnos hoy grandes, con sus propios hijos que vienen a abrazarme cuando me encuentran por el barrio", describe Mabel. Por su parte, Rocío admite que lo más reconfortante de ser maestra es ver cuando los alumnos "logran un pensamiento propio hilando lo aprendido, cuando se apropian de lo enseñado".

www.lanacion.com.ar 10/09/11