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La preocupación por mejorar la calidad de la educación es abordada desde múltiples perspectivas: políticas educativas y sociales, diseños curriculares, inversión en infraestructura y equipamiento, incorporación de tecnologías, entre otras. Sin embargo, ninguna iniciativa que procure mejorar la calidad de los aprendizajes escolares puede pasar por alto la centralidad y el protagonismo de los maestros y profesores.

En otros tiempos, ser docente gozaba de alto prestigio. Actualmente, en cambio, esta condición ha cambiado y, la docencia es injustamente valorada en comparación con otras profesiones.

En los últimos años, la sociedad hace una crítica generalizada del sistema educativo, que repercute en una falta de valoración respecto de la profesión docente. Esto impacta tanto en la elección de la carrera docente como opción como en las expectativas de permanecer en ella.

Es preciso contribuir en alguna medida a revertir esta imagen desvalorizada, a promover una valoración social más justa de la docencia, para que no se descalifique injustamente al conjunto por causa de las ineficiencias de unos pocos. Hay muchos miles de docentes que están haciendo las cosas bien y la sociedad lo valora. Destacar y reconocer lo que un buen docente puede hacer es uno de los posibles caminos para promover un mejor desempeño de todos y contribuir así a una educación de calidad para todos los alumnos.

Maestros y profesores no trabajan aislados, sino con otros pares, integrando comunidades de práctica donde los buenos ejemplos pueden servir de inspiración y modelo a otros. Es importante que podamos rendir un homenaje al buen docente, jerarquizar socialmente la figura del maestro, identificar y difundir experiencias exitosas de trabajo docente. En suma, un aporte que pretende elevar el prestigio social tanto de los docentes como del conjunto de la profesión.

Sabemos que hay miles de buenos maestros que día tras día se sobreponen a la sobrecarga de tareas, la fatiga, las malas condiciones edilicias, la falta de materiales, las situaciones de violencia, para renovar la apuesta cotidiana de enfrentar la incertidumbre, el fracaso escolar, las desigualdades en el acceso a los bienes culturales, la velocidad de los cambios culturales, las transformaciones tecnológicas y las nuevas exigencias para las que no fueron formados. Sin embargo, renuevan su comprometida apuesta, tienen la iniciativa de seguir formándose y, por sobre todas las cosas, logran un impacto positivo en el aprendizaje de sus alumnos y en su comunidad. Para todos ellos, nuestra admiración y felicitación.

Por Agustina Cavanagh

Directora ejecutiva de la Fundación Cimientos

www.lanacion.com.ar 10/09/11