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"Cada vez que mis compañeros tardan en entender algo, yo invento mis propios juegos: por ejemplo, aprendí las tablas con los dedos de la mano. Pero muchas veces me aburro en clase y quisiera aprender más", cuenta Karina Caliva sentada en el living de su casa, en Paternal. Tiene 12 años y hace menos de uno fue diagnosticada con altas capacidades intelectuales. Para casi todos fue una sorpresa, pero no para ella: "Ya sabía lo que tenía", admite entre seria y sonriente.

A su lado, Tomasa, su mamá, enfermera e inmigrante boliviana (igual que su marido), recuerda cómo le sorprendió que a los cinco meses Karina ya se sentara sola, y que al año hubiese empezado a caminar y soltar las primeras palabras. "El primer día que la llevé al jardín, con un año y medio, los chicos jugaban todos juntos con los juguetes y ella se iba sola para otro lado: nunca se sintió parte del grupo", recuerda.

Cuando empezó primer grado, ya leía y escribía. "La maestra estaba contenta, porque aprendía enseguida. Pero en segundo empezó a aburrirse y en tercero a retraerse y sentirse sola. Muchas veces me pedía que la cambie de escuela, pero eso no iba a ser la solución", dice Tomasa. "Las chicas empezaron a no incluirla en los juegos: ella lo que quería era jugar a hacer cuentas y sus compañeras no la entendían. Fui muchas veces a hablar a la escuela, porque sufría y la dejaban de lado. Lo que yo no entendía era que la directora y la maestra no hacían nada porque no estaban capacitadas para tratar con este tipo de chicos".

El año pasado, por un posteo que hizo la mamá de un compañero de danza de Karina en Facebook, Tomasa leyó por primera vez sobre Mensa, una asociación internacional para personas superdotadas: "Le pedí que me contara más sobre qué era eso, y le hablé sobre Karina. Entonces, me sugirió que me acercara a CreaIdea". En esa fundación, la nena fue diagnosticada.

"Allí encontré un grupo de contención muy grande. La psicóloga empezó a trabajar con Karina lo social y lo emocional, y mejoró muchísimo", confiesa Tomasa. "Fueron muchos años de sufrimiento, pero ahora está mejor".

Sentada en el escritorio de su cuarto, entre carpetas y una novela de Julio Verne, Karina cuenta: "Tengo un libro que se llama Cómo estimular la inteligencia de su hijo y que habla sobre las problemáticas que tenemos los chicos con ACI en lo social". Y agrega: "Una vez intenté contarle a una maestra nueva qué era lo que yo tenía, pero no reaccionó bien: me miró como si le estuviese hablando en otro idioma".

Sin embargo, admite que para ella tener altas capacidades es un regalo. "No creo que sea una maldición. En lo social me cuesta adaptarme, pero si refuerzo eso voy a estar bien en la escuela y con mis compañeros", dice la chica, que en 2017 empezará el primer año del secundario. "Voy a tratar de ser más sociable con los demás y a la vez estudiar con ellos, así tengo una automotivación más fuerte".

María Ayuso

www.lanacion.com.ar  02/01/17