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Clases de 20 alumnos por docente. La docencia como una de las profesiones más respetadas en el país. Educación pública de excelencia para todos los niños y jóvenes del país, en todas las escuelas. ¿El Reino del Revés? Nada de eso. Estamos hablando de la educación en Finlandia, que ha sido catalogada como la mejor del mundo por las Naciones Unidas en todas sus dimensiones.

En el año 2000, los jóvenes finlandeses obtuvieron el primer puesto en las evaluaciones internacionales PISA, mostrando al mundo una cara hasta entonces poco visible de su país. Desde entonces, muchos han buscado el secreto del éxito educativo de los fineses.

Los especialistas coinciden en que se trata de un conjunto de factores: un consenso político para educar a todos los alumnos en un sistema educativo común, la expectativa de que todos los estudiantes puedan alcanzar altos niveles de aprendizaje más allá de su origen, la búsqueda de la excelencia en la enseñanza, un clima escolar de confianza mutua entre alumnos, docentes y directivos, y la responsabilidad colectiva de las escuelas en el seguimiento de todos los alumnos.

Entre todos estos factores, un aspecto fundamental de la misteriosa "pócima" finesa pareciera ser la profesionalización de la tarea docente. En Finlandia, ser docente es tan apetecible para los jóvenes como ser abogado o médico. Ingresan a la docencia solamente los postulantes más capacitados, con más motivación y con la capacidad de llevar adelante una de las profesiones más demandantes que existen. La formación docente comienza en las universidades y continúa a lo largo de toda la profesión, en el mismo momento en que los docentes novatos pisan su primera escuela. En sus primeros años de carrera, los maestros y profesores trabajan en conjunto con otros más experimentados en la búsqueda de los mejores modos de enseñar en sus propias aulas. Las escuelas, en conjunto, funcionan como ecosistemas en los que la innovación surge como producto de un trabajo continuo de reflexión, evaluación y resolución de problemas.

Las escuelas de Finlandia no siempre fueron así. Los resultados de hoy son producto de una reforma educativa de gran envergadura que comenzó con no poca resistencia en los años 70 y se sostiene hasta hoy con un altísimo nivel de aceptación por parte de la población, que tiene en la educación de su país uno de sus mayores orgullos. Ojalá en la Argentina pronto podamos volver a enorgullecernos de nuestro sistema educativo. Mientras tanto, el caso finés nos muestra una cuestión fundamental acerca del camino a emprender: la necesidad de sostener procesos de reforma de largo plazo que apuesten a la profesionalización docente como factor esencial del cambio educativo.

Por Melina Furman

www.lanacion.com.ar 16/07/13