Ahora está en la posición 19. El trabajo midió la reputación, cantidad de estudios científicos y formación de los profesores. La Universidad Austral quedó como la privada argentina mejor ubicada.

En el podio de las 10 mejores universidades latinoamericanas no hay ninguna argentina, y la Universidad de Buenos Aires cayó 7 posiciones en un sólo año, hasta el puesto 19, según un ranking presentado ayer por la consultora global QS. La UBA fue la universidad argentina que más cayó en esta clasificación, que se elabora todos los años. La mejor en la región fue la Universidad Católica de Chile, que desplazó del primer puesto a la Universidad de São Paulo.

La UBA sigue siendo la mejor universidad del país, seguida por la Universidad Austral (en el puesto 20), la Universidad Nacional de La Plata (21), la Universidad Católica Argentina (22) y la Universidad Nacional de Córdoba (25). Más abajo en el ranking aparecen la Di Tella (44), el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (45), San Andrés (46) y las universidades nacionales de Rosario (46) y Mar del Plata (53), que completan el top 10 de las universidades argentinas.

Con más de 300.000 alumnos, la UBA es por lejos la universidad más grande del país, seguida por las de Córdoba y La Plata, que superan los 100.000. En 2011, ocupaba el puesto 8 en el ranking de QS, que tiene en cuenta, entre otros factores, la reputación institucional (a partir de encuestas globales realizadas entre académicos y empleadores), la productividad científica (cantidad de artículos académicos publicados) y el impacto de la investigación (qué tan citados son esos artículos), así como la cantidad de profesores full time por alumno.

Esta última variable es una de las que más rebaja el puntaje de la UBA, junto con la proporción de docentes con doctorado. La universidad tiene un desempeño intermedio en la cantidad de artículos científicos publicados por facultad, pero esos papers tienen gran influencia: son muy citados por la comunidad académica. Los datos de QS indican que el prestigio histórico de la UBA está intacto y se mantiene vigente: obtiene un puntaje perfecto en reputación académica, y es la preferida por los empleadores de América Latina.

El descenso de la UBA no se debe a un deterioro de sus indicadores, que permanecen relativamente estables desde la primera edición del ranking, sino a las mejoras en el desempeño de otras universidades, sobre todo de Brasil y Chile, los países con mayor presencia en los primeros 20 puestos. Entre las 50 mejores universidades de la región, la mayoría son brasileñas (17). La Argentina está segunda, con 9 instituciones en el top 50.

“Las universidades de Argentina, México y Colombia se destacan en áreas específicas, pero carecen de la consistencia de las instituciones líderes de Brasil y Chile”, señaló Ben Sowter, de QS, en la presentación del ranking.

“Por su masividad, las universidades públicas argentinas pierden posiciones en la comparación con otras cuando se tienen en cuenta indicadores como la proporción de docentes por estudiantes. De todos modos, el ranking no tiene en cuenta cuestiones como la gratuidad, la transferencia a terceros, las actividades de extensión y la articulación con la sociedad, que son rasgos centrales de las universidades públicas de nuestro país”, explicó Rubén Vaena, director del portal de la Universidad Nacional de La Plata, que quedó segunda entre las estatales.

Este año la Universidad Austral quedó ubicada como la mejor universidad privada del país, superando por primera vez a la UCA. El informe explica que la Austral “ha logrado adquirir una excelente reputación en menos de 25 años”, y menciona que su producción científica “aunque limitada, tiene un alto impacto, lo que es indicativo de un alto estándar de calidad”. Además, con apenas 5.000 alumnos y casi 1.000 docentes, la Austral se destaca en el indicador que mide la relación entre el número de estudiantes y docentes.

“Hay que tener en cuenta que las universidades forman parte de un sistema educativo y, en la Argentina, reciben a los egresados de una secundaria que viene perdiendo calidad”, reflexionó Beatriz Balian, vicerrectora de Investigación de la UCA, que se encuentra entre las 10 universidades más valoradas por los empleadores. “Brasil y Chile tienen un examen de ingreso a la universidad, lo que hace que se valorice el paso por la secundaria. Acá, en 5° año el viaje y la fiesta de egresados distraen, y el estudio pasa a segundo plano. Necesitamos poner más énfasis en la importancia de la secundaria”, agregó.

Las razones de una caída

Como en las pruebas PISA, las noticias para nuestra institución superior emblema, la Universidad de Buenos Aires, no son buenas. Su ubicación en la carrera competitiva de quién es la mejor de la región la muestra aletargada. Pero veamos que ha venido ocurriendo.

Podrá argumentarse que un ranking como el QS presenta falencias metodológicas, lo que en parte es cierto y por lo tanto un alivio para los más rezagados. Sin embargo, no todo es alentador. Sentada en el podio de las 10 mejores en 2011, la UBA resigna un par de lugares los siguientes años y hoy, 2014, lucha por no caerse de las 20 primeras posiciones. En definitiva, en tres años ha descendido 11 lugares. Por otro lado, si se utilizase un ranking metodológicamente más consistente, posiblemente la caída sería aún peor.

No es de extrañar el buen desempeño de países como Brasil, Chile y Colombia, cuyos sistemas universitarios han empezado a despegarse del que fuera el modelo a imitar, el de los tres premios Nobel de ciencias. Es que nuestros vecinos han optado por políticas estratégicas por fuera de la riña política. La mirada pueblerina de muchas de nuestras universidades nos ha nublado la visión futura, la que solo se logra con mirada global. El descenso ha sido producto de nuestro propio estancamiento.

Si bien resulta antipático culpar de todos los males al vecino, es cierto que las universidades argentinas se han convertido en una enfermería. Si el objetivo es curar los males que arrastran nuestros estudiantes, poco queda para la excelencia. Con tasas de deserción que superan el 60%, o casi un 40% de alumnos que transitan el año habiendo aprobado una o ninguna materia, y con paros que interrumpen la actividad sin previo aviso, difícilmente construiremos universidades a la altura de un desafío ya no global, sino regional.

* Profesor e Investigador de Educación, Universidad Di Tella

Habría que medir la calidad de los egresados

Es muy difícil hacer un ránking de universidades sin medir la calidad de los graduados. Argentina necesita un método que diga cuáles son los mejores médicos e ingenieros, con datos objetivos.

Lo que está claro es que la Universidad de Buenos Aires, como todas las universidades argentinas, tiene pocos graduados. En Chile y Brasil son entre 55 y 60 por cada 100 estudiantes. La UBA, en cambio, está graduando sólo a 33 de cada 100. Está mejor que el promedio del país, pero está por debajo de Rosario, por ejemplo. Esto tiene una implicancia económica importante: a la UBA cada graduado le cuesta 45 mil dólares, teniendo en cuenta el presupuesto global que posee.

Otra característica de la UBA es que cambió su composición: antes la mayoría de los alumnos provenía de escuelas públicas y hoy son sólo es el 40%. El resto llega de escuelas privadas o del exterior. Esto ocurre en 12 de las 13 facultades. La excepción es Filosofía y Letras, donde el 50,6% es egresado del Estado.

La suma de estas características da como resultado un bajo nivel de rendimiento. Después de un año de cursada, el 24% no aprobó ninguna materia. Y el 14% aprobó sólo una. Esto en cualquier universidad del mundo es un disparate. El caso de Medicina es muy interesante: en el país hay cuatro universidades con examen de ingreso: Córdoba, Tucumán, La Plata y Mendoza. La UBA no tiene examen de ingreso y tiene el doble de estudiantes que otras cuatro juntas, pero el 2% menos de graduados. Esto demuestra que es falso decir que el examen de ingreso es restrictivo. En realidad refuerza la disciplina del estudio.

Sería clave tener un sistema de acreditación secundaria, como Ecuador y Cuba, donde el Estado toma un gran examen general cuando se termina el nivel medio y con esos datos cada universidad decide la admisión o no. Y luego medir la calidad de los graduados universitarios como lo hace Brasil con el Examen Nacional de Estudiantes: el resultado es secreto y se publica el promedio por facultad.

*Academia Nacional de Educación

La masividad también es un valor

La ciencia trata de ponerle números a todo, incluso a las universidades que hacen ciencia. Y así aparecen cada tanto los rankings, que dejan felices a algunos, desesperados a otros y convencidos de la injusticia del mundo a unos cuantos más.

Este ranking de universidades tiene en cuenta diversos indicadores objetivos sobre la función académica y de investigación y es interesante destilar algunos de los resultados. Nuestra UBA, de la que nos sentimos justamente orgullosos por diversos motivos, parece haber caído unos cuantos escalones en este podio. Claro que estos fríos números no llegan a medir cuestiones de inclusión y de masividad de la enseñanza superior: más allá de la (necesaria) excelencia académica, no está de más pensar a quién llegan estos saberes.

Pero tal vez una explicación de la posición de la UBA pueda tener que ver con su enorme heterogeneidad.

No me cabe duda de que si se pudiera partir la torta y analizar por separado estas distintas unidades académicas el resultado sería muy dispar, con algunas facultades (mi querida Exactas, y seguramente Farmacia y Bioquímica, quizá Agronomía y Veterinaria, posiblemente Filosofía y Letras) destacándose en el rubro de productividad en la investigación y, tal vez, en el número de doctores activos en la enseñanza. No olvidemos que don Bernardo Houssay creó la dedicación exclusiva para que los profes se dediquen con todo no solo a dar clase sino a investigar en la misma institución: es hora de revisar algunas de sus ideas.

En fin, que los rankings pueden leerse de diversas maneras, no habrá que endiosarlos pero, mucho menos, que desdeñarlos. Son, en todo caso, una radiografía de época, basados en parámetros concretos, que debemos usar para saber dónde estamos y, sobre todo, hacia donde vamos.

* Egresado de la UBA, biólogo e investigador del Conicet.

www.clarin.com 28/05/14

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