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Si lo único que tenés es un martillo, todo te parece un clavo, dice la frase y son casi diarios los ejemplos en los que nos encontramos analizando situaciones desde una única perspectiva. Es la que hemos adquirido por educación, crianza, lugar social o convicciones. Y hasta que alguien no las confronta u ofrece otras miradas distintas y hasta antagónicas, es el único filtro por el que pasamos la realidad.

Todos nos movemos a través de modelos mentales. Dicho de manera simple, un modelo mental es la caja de herramientas que usamos para pensar todas y cada una de las cosas que resolvemos a diario. Cada uno de estos modelos ofrece un marco de trabajo diferente a través del cual se ve la vida en general o un problema particular. Pero este marco mental es limitado.

"Estamos determinados dentro de nuestra concepción de las cosas por nuestra biología, por la cultura en la que estamos inmersos, por nuestra historia personal y por el lenguaje", explica Guillermo Abel Rodríguez, magíster en coaching organizacional de la USAL. Para el especialista hacer consciente el modelo mental predominante desde el que nos movemos, nos posibilita a pensar miradas alternativas, nos amplía las herramientas y la compresión sobre distintas temáticas.

Hay una célebre historia sobre el ganador del Premio Nobel de Física Richard Feynman quien solía meterse en cuanta clase de matemática podía a resolver problemas matemáticos que ni los más brillantes doctorandos de las principales universidades podían entender. Feynman describió su habilidad en su libro publicado en 1985 Are you joking Mr Feynman?, donde explica que, lejos de ser más inteligente que el resto de sus colegas, él aplicaba diferentes perspectivas para resolver los problemas, enseñanza de un maestro de su secundario. Según Feynman, los brillantes matemáticos del MIT o de Princeton agotaban sus esfuerzos en los escasos métodos aprendidos en clase.

Y este sesgo puede crecer cuanto más expertos seamos en un área específica. Dos ideas para agrandar la caja de herramientas mentales: leer libros fuera de la zona de expertise. Solemos elegir a los gurúes de nuestra área para seguir aprendiendo, pero esto angosta la mirada. Fue muy revelador cuando leí un libro sobre la metodología de desarrollo de software y comprobé lo útil que podía ser replicar ese modelo a mi trabajo periodístico. Otra es crear un espacio de convergencia de ideas: digital o en un cuaderno, anotar ideas o experiencias que en un primer momento pueden parecer desconectadas. Ya sea frases de un libro, una charla a la que asistimos, una capacitación en la oficina y luego tratar de conectarlas con conocimientos previos que tengamos. Es fascinante cómo se agrandan las soluciones cuando usamos más y mejores herramientas.

Por Martina Rua

www.lanacion.com.ar  31/05/15