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Me gustaba ir a la escuela. Iba todos los días, hasta cuando llovía", dice Yamila, de 13 años, que luce una panza de seis meses que, si bien está tomando forma, ella no termina de apropiarse. Al vivir en un ambiente en el que varias de sus amigas ya tienen hijos, incluso su hermana de 14, no percibe que el ser madre soltera a su edad le modificará las prioridades en su vida, e incluso sus posibilidades de un mejor futuro.

Pero este embarazo no es la razón por la que, en un primer momento, Yamila dejó la escuela. A pesar de su voluntad, siempre le costó estudiar, y eso llevó a que a los 11 todavía siguiera en 3er. grado sin poder avanzar en la Escuela N ° 19 de Villa Lugano. "Como soy muy grandota de cuerpo me dijeron que ya no podía seguir en ese grado en la escuela", explica Yamila, todavía sin entender ese argumento, mientras almuerza en el comedor Los Piletones de Villa Soldati, junto a otras 1500 personas.

Cuando su madre la quiso anotar en una nueva escuela, en señal de protesta ella eligió la calle. "Me quedaba a dormir en cualquier lado o iba con mi tía de 19 a bailar todas las noches", dice Yamila susurrando, casi con vergüenza, mientras se frota permanentemente los ojos.

A partir de ese momento, Yamila pasa sus días cuidando a su hermano de 2 años, lo que le permite a su madre salir a trabajar para mantener la casa y a sus cinco hijos. "Tengo ganas de ir a la escuela, pero quiero ir a la 19 porque ahí van mis hermanos más chicos. Ahora me tengo que ocupar de mi hijo, pero cuando él tenga un par de años voy a tratar de retomar", concluye, dejando flotar en el aire la angustia de un proyecto inconcluso.

Yamila es uno de los 900.000 jóvenes de 13 a 19 que no estudian ni trabajan, según denunció monseñor Casaretto en el 47° Curso de Rectores del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec), ante más de 1500 docentes y directivos de todo el país. Dejó así en evidencia que el 17% de los 5,2 millones de chicos de 13 a 19 no está escolarizado.

A causa de sus palabras se generó un enorme revuelo que llevó al ministro de Educación, Alberto Sileoni, a reconocer la gravedad de esta situación, a la vez que aceptaba que 550.000 jóvenes están fuera del secundario.

Para completar este panorama, el Observatorio de la Deuda Social Argentina agrega que el 35% de los jóvenes de 19 a 24 no terminó la secundaria y que el 41% de los adolescentes no asiste o está retrasado en la escuela.

¿Pero cuáles son las principales causas de abandono escolar? "Se podría afirmar, siguiendo resultados de investigaciones recientes, que alrededor del 50% de las causas de abandono son externas al sistema educativo y refieren al difícil contexto socioeconómico que enfrentan muchos jóvenes y sus familias. Constituyen las condiciones de entrada de los que llegan a la institución escolar, donde pesan los escenarios laborales familiares, el clima educativo del hogar -máximo nivel educativo alcanzado por madre o padre-, los trabajos formales o informales que desempeñan los jóvenes y la ubicación geográfica de la escuela", explica Graciela Krichesky, investigadora-docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento y directora del área de Investigación de Cimientos.

Déficit educativo

Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares de 2006, 3er. trimestre, abonan esta teoría. Muestran cómo la asistencia de los jóvenes de estratos de menores ingresos comienza a caer marcadamente a partir de los 13 años: 94% a los 14, 74% a los 16, 66% a los 17 y menos de 50% a los 18. Yendo a datos más recientes, las cifras del Barómetro de la Deuda Social Argentina indican que el déficit educativo tiende a ser más regresivo a medida que se incrementan las condiciones de pobreza. En el nivel muy bajo, el 67%, el 49% en el nivel bajo, 38% en el nivel medio y el 20% en el nivel medio alto. Como consecuencia, un adolescente de entre 13 y 17 años perteneciente al 25% más pobre tiene 9,5 veces más posibilidades de no asistir al colegio que otro joven en el 25% más rico. La brecha de desigualdad es de dos veces en el acceso a la enseñanza de computación, y de una vez en el acceso al conocimiento de un idioma extranjero.
El escenario anteriormente descripto es denominado por Silvina Gvirtz como una "injusticia educativa", ya que muchos de los jóvenes que quieren estar en la escuela no pueden porque no encuentran las condiciones sociales necesarias para hacerlo.
"A su vez, en los núcleos familiares más pobres, la desnutrición materna produce una anomalía en el cerebro del niño por nacer, lo cual determina una serie de dificultades en el proceso de enseñanza-aprendizaje que son de carácter irreversible. A esto se le suman diversos factores culturales como una sociedad facilista y relativista que no premia el esfuerzo por seguir estudiando y subestima la educación; la problemática de las adicciones y el delito como una de sus consecuencias, y la pérdida de la cultura del trabajo, entre otros", afirma Eduardo Serantes, presidente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina.
Entre las condiciones mencionadas figura la inexistencia de una tradición educativa familiar. En este contexto, los padres no sirven como modelo porque ellos mismos no terminaron la secundaria, y eso acrecienta el círculo vicioso de la ignorancia.
Petrona Centurión, vecina de Villa Soldati, denuncia que en la villa hay muchos chicos que no estudian porque a las madres no les importa que vayan a la escuela. "Entonces andan todo el día en la calle. Los amigos de mis hijos que no estudiaron, ahora están drogados o robando. Por eso les estoy encima todo el tiempo y hablo con ellos", dice ofuscada.
Al quedar demostrado que las condiciones económicas inciden de tal manera en la trayectoria escolar de los jóvenes más desfavorecidos, son preocupantes las cifras del Barómetro de la Deuda Social Argentina que muestran que en la actualidad, la mitad de las familias no consiguen cubrir los consumos mínimos de alimentación, salud, vivienda, vestimenta y servicios públicos. Sus estudios indican una tendencia desfavorable en los últimos años, siendo las mujeres, los jóvenes, los menos educados, los integrantes de hogares incompletos, con jefaturas femeninas y no envejecidas, los más afectados.

No creen en promesas

Para Claudia Jacinto, investigadora del Conicet y coordinadora de la RedEtis , el nivel del abandono en la Argentina es tan grande que la diversidad de motivos por los cuales lo hacen es igual de amplia. Sin embargo, destaca que existe una presión social por estudiar que repercute de manera opuesta en las distintas clases sociales. "Los chicos de clase media aunque están desmotivados sienten como una especie de obligación normativa el ir a la escuela y saben que forma parte de sus reglas de juego. En cambio, en los sectores más bajos empiezan a descreer de lo que prometía la escuela, porque se dan cuenta de que los chicos más pobres que terminan la escuela tampoco consiguen buenas ofertas laborales", dice Jacinto. Pero además comenta que esta desilusión se acrecienta cuando los sectores de bajos recursos reparan en que sus hijos asisten a las peores escuelas, con las condiciones edilicias más deficientes y con los docentes menos preparados. "Entonces estas familias dejan de confiar en las promesas históricas de la escuela en términos de inserción laboral. Como la escuela no da gratificación inmediata ni diferida, entonces, ¿para qué ir?", concluye Jacinto.

René repitió dos veces 6° grado antes de decidir dejar la escuela. Para ese entonces, con 12 años, había empezado a coquetear con los mundos paralelos que le ofrecían las drogas. "Yo no me daba cuenta de que se drogaba. Lo hacía en la puerta de la escuela y a mí me decía que hacía competencias con sus amigos para ver quién aguantaba más tiempo sin dormir. Así justificaba los ojos colorados y yo le creía", dice Rosalía, su madre, angustiada por haber perdido hace mucho tiempo los hilos de la comunicación y el control sobre la vida de su hijo de ya 15 años.

Hace dos que René está perdido en el paco. Pasa los días en la calle, haciendo alguna changa para poder seguir comprando más dosis en cualquier esquina. Anda con un grupo de chicos mayores que él que sólo colaboran para alimentar su vicio, que lo lleva al extremo de no bañarse por semanas enteras.

"Hace lo que quiere, abre la heladera y no da ninguna explicación. Yo no lo puedo atajar. Es una situación que me supera", dice Rosalía, madre de otros 6 hijos. Reconoce que ella tampoco terminó el secundario y que eso no le permite acceder a un buen trabajo. Por eso tiene que conformarse con jornadas laborales de lunes a sábado, al mediodía, en un taller de costura.

Las culpas de la escuela

La realidad de los jóvenes ha cambiado a un ritmo tan descompasado que la escuela no ha podido reaccionar para ajustarse a sus necesidades. Eso lleva a que la secundaria ya no resulte atractiva ni inclusiva. A su vez, los escasos alumnos de bajos recursos que terminan la secundaria han recibido una educación de tan baja calidad que ni siquiera les permite aprobar el curso de ingreso en una universidad estatal.

"La propuesta curricular, bastante alejada de las culturas juveniles, los edificios más deteriorados, los docentes más inexpertos, la ausencia de calefacción en invierno, de computadoras, de recursos didácticos, de libros, ocurren en un mayor porcentaje en las escuelas a las que concurren los jóvenes más pobres", dice Krichesky.

¿Qué opinan los padres sobre la escuela? Según el Barómetro de la Deuda Social Argentina, los adultos señalan como principales problemas el ausentismo docente y los paros (48%), la indisciplina escolar (30%), la violencia escolar (28%), la falta de preparación de los maestros (26%) y la falta de autoridad y normas (el 25 por ciento).

Todas estas fallas de la institución educativa expulsan diariamente a más jóvenes de sus aulas. Sin embargo, un problema anterior y mucho más básico como el edilicio ni siquiera les da la posibilidad de empezar. En este sentido, el nuevo subsidio universal por hijo ha generado un cambio de escenario muy grande porque promueve la inclusión escolar y la permanencia, pero también ha develado la falta de espacio físico para tantos alumnos. "A una escuela ya desmotivante se suma que ni siquiera existen las condiciones mínimas para estar en un aula: tener lugar en donde poder sentarse, tener útiles y materiales, y la cantidad de chicos que un docente puede manejar. Uno de los mayores problemas de hoy es la estructura. No tenemos lugar para todos esos chicos", sostiene Jacinto.

Este es el caso de Alexis Ramón Fernández, un joven inmigrante de Paraguay que quiere cursar su último año del secundario. Tiene todos los papeles necesarios para empezar, pero en la Escuela N ° 10 de Villa Lugano le dicen que no tienen vacantes. "Tuve que ir a hacer un trámite para que le reconocieran las equivalencias y ahora tenemos este problema. Mi hijo está desesperado porque quiere terminar sus estudios. Incluso está pensando en volver para Paraguay", cuenta su madre.
Enrique Estivel, de 14, corrió la misma suerte, pero en su caso porque no trajo de su Paraguay natal el boletín que acredita que aprobó su 2° año de la secundaria, entonces no lo dejan anotarse en la escuela. "Llamé a su escuela en Paraguay, pero no me quieren mandar los papeles. Además todavía no le pude tramitar el DNI argentino", explica su madre, María Sol, enojada porque su hijo no pudo empezar las clases.

Reinventar la escuela

La escuela no está pensada para los jóvenes que trabajan, las madres adolescentes o los que tienen cualquier problemática que obstaculiza su trayectoria escolar. Por eso, los especialistas coinciden en que la escuela secundaria -que hoy es obligatoria- tiene que reinventarse para resultar más atractiva para los jóvenes y que se ajuste a su contexto social. "La escuela tiene que flexibilizar su propuesta con tiempos distintos, espacios diferentes, contenidos más acordes y docentes con más presencia en la escuela", explica Krichesky.

Pero además de lo relativo a la estructura escolar y el aspecto curricular, Jacinto - quien ha investigado a escuelas de bajos recursos con buenos resultados de retención y aprendizaje- sostiene que lo vincular es lo que está en el centro de las razones del abandono y también de la retención escolar. Por eso propone que las escuelas sean relativamente chicas, con docentes a tiempo completo. "Hay que recorrer un largo camino para mejorar la estructura institucional y la formación de los docentes. Las figuras de identificación en la escuela secundaria son importantísimas. Más allá de que la escuela tiene que enseñar lo básico, en realidad si el chico tuviera a lo largo de cada uno de los años de la secundaria un proyecto que lo motiva, yo creo que es suficiente. Cada uno recuerda experiencias fuertes de la escuela secundaria que nos marcaron la vida e incluso decidieron carreras", agrega Jacinto.

Los especialistas y el sector social enuncian diferentes reformas para que todos los jóvenes terminen el secundario. Entre ellas se encuentran: mejorar la calidad de la enseñanza y cumplir con la doble escolaridad; profesionalizar aún más la formación docente y hacer de ella un proceso continuo y estrechar vínculos entre la escuela y las familias, de modo de salir al encuentro de los más excluidos.

"Convendría tratar de concretar una suerte de alianza educativa entre el Gobierno, la sociedad civil y el mercado. Los dirigentes del sector sindical docente, por su parte, deberían tener un protagonismo relevante en la búsqueda de soluciones alternativas para la reinserción de estos jóvenes que no estudian ni trabajan. En un espacio de diálogo y búsqueda de consensos se puede detectar las políticas públicas que, implementadas por el Gobierno, sean promovidas y monitoreadas por la sociedad civil", sintetiza Serantes.

Las historias de René y Yamila reclaman que todos los sectores de la sociedad se conjuguen para poder ofrecerles un futuro mejor.

Por Micaela Urdinez
De la Fundación LA NACION
www.lanacion.com.ar 20/03/10