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Por Inés Aguerrondo

Hay quien dice que un problema serio de la educación actual es que tenemos escuelas del siglo XIX con profesores del siglo XX y alumnos del siglo XXI. Y creo que no está mal la imagen porque muestra la divergencia entre lo que hoy se enseña y lo que se necesita para vivir en esta sociedad llamada sociedad del conocimiento. La escuela está vieja fundamentalmente porque no transmite el conocimiento que es relevante para triunfar en la vida. ¿Por qué la escuela de la ley 1420 era buena y ésta no?

Porque en aquella, quien salía de la primaria (casi nadie iba a la secundaria) tenía un cheque al portador para conseguir un buen empleo y ser alguien en la vida. Era canal de ascenso social porque lo que enseñaba era relevante socialmente. Hoy no pasa eso. Terminar la secundaria no garantiza el conocimiento que dice ofrecer (las pruebas nacionales e internacionales comprueban que el 50% de los que terminan la secundaria leen sin comprender).

El gran problema de nuestro sistema escolar es que no cumple con su función más primaria: garantizar conocimiento. El discurso actual de la inclusión es totalmente correcto porque tiene un fondo claro de justicia social. Pero no alcanza con que los jóvenes vayan a clase. La inclusión hoy es inclusión en el conocimiento o no es inclusión. Ir a la escuela tiene que significar que se aprende, que se logra un cambio en las capacidades para enfrentar la vida, que se adquiere la llave para salir del círculo vicioso de la pobreza.

Es urgente que tomemos conciencia de esto como sociedad. Y que no nos desgastemos en una polémica inútil culpando a uno o a otro. La llave de la mejora educativa es la calidad de los profesores y esto es problemático en toda América latina, la Argentina incluida. Los resultados de investigaciones dicen: la región se caracteriza por la pérdida de jerarquía social de la docencia como profesión, muchas carencias en la formación inicial de los docentes, altísimo ausentismo docente y reglas laborales antiguas que no se condicen con las necesidades actuales. En aras de proteger los derechos de los trabajadores de la educación hemos desprotegido los derechos de nuestros niños y jóvenes, la parte más delgada de la ecuación, que no tienen representación sindical ni medios masivos que les den voz.

Gran parte de quienes enseñan convive hoy con una escuela inapropiada para dar las respuestas adecuadas, y se desgasta cotidianamente en su tarea enfrentando muchas dificultades. Muchos pelean en solitario con estas situaciones, mientras quienes están fuera de ellas sostienen en el discurso que la educación es importante, pero no están dispuestos a tomar las decisiones necesarias para sostener los cambios. Una transformación de esta magnitud es una tarea que va más allá de quienes están dentro del sistema escolar. Es una empresa solidaria de toda la sociedad en la cual cada actor tiene que jugar su parte

www.lanacion.com.ar  07/09/13