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Es un diagnóstico que no deja dudas: la que pasó fue una década perdida. Ningún indicador puede precisar tan nítidamente el retroceso en desarrollo como los pobres resultados en calidad educativa que ha vuelto a obtener el país. Ninguna estadística puede tampoco aportar más incertidumbre respecto del futuro. 

La Argentina, que supo tener, hace ya muchas décadas, uno de los niveles educativos más altos del continente, hoy mira desde abajo a la mayor parte de América latina, región ya de por sí postergada: sus países ocupan los últimos puestos en calidad educativa del mundo. Sólo se ubicaron peor Colombia y Perú, pero de este último país la OCDE destacó que ha conseguido un avance notable en lectura, rubro en el que nuestros alumnos retrocedieron.

 

En esta evaluación PISA queda claro que "crecer a tasas chinas" no pasa sólo por el PBI. Las ciudades chinas de Shanghai, Hong Kong y Macao se ubicaron en la primera, tercera y sexta ubicación, respectivamente, en el índice global de conocimiento educativo, demostrando que el crecimiento de un país no se mide solamente por la cantidad de automóviles vendidos y que el desarrollo se alcanza con inversión y calidad en las aulas, no sólo en las líneas de producción. Más bien, el camino es el inverso.

Mientras ayer el ministro Alberto Sileoni destacaba que sólo el 25% de los alumnos argentinos de 15 años no puede comprender lo que lee, en Finlandia, ubicado en el puesto 12° a nivel mundial, las autoridades educativas hacían pública una profunda autocrítica por haber retrocedido ante los países asiáticos. El responsable del área de ciencias para el programa PISA, Jouni Vettenranta, cree que el peor rendimiento de los alumnos finlandeses se debe en parte a la tecnología. "Cada vez hay más estímulos; los videojuegos y las redes sociales les interesan más que la educación o la lectura", explicó.

En la Argentina los "estímulos" que alejan a los alumnos de las aulas provienen a menudo de las propias autoridades: un festival de feriados nuevos que ha distorsionado el calendario escolar, brutales conflictos gremiales como el que el año pasado retrasó varias semanas el inicio de clases en la provincia de Buenos Aires, la negativa de los sindicatos docentes a ser evaluados.

Sí, en esta década se ha invertido más. Es cierto. Pero ese dato sólo ahonda el fracaso de la gestión.

Por Javier Navia

www.lanacion.com.ar  04/12/13