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Esta semana, con #LosHijos como tópico, entrevistamos a la autora de Latentes, de editorial Grijalbo, que aborda temas de la crianza de chicos entre seis y once años

"¿Qué hacemos por nuestros hijos en la etapa en la que creemos que nos necesitan menos?", pregunta la psicóloga Maritchu Seitún de Chas, en el arranque de Latentes, su último libro. En los últimos años, sus libros sobre crianza se han vuelto un verdadero fenómeno editorial. Cada vez más colegios e incluso empresas la invitan a dar charlas sobre algo que parece haberse convertido en la gran incógnita de la nueva generación: ¿cómo criar hijos confiados, seguros, creativos y con pensamiento libre, pero a la vez que hagan caso lo que les decimos los padres? En las últimas décadas, dice Seitún, los paradigmas de crianza han oscilado entre el autoritarismo y la permisividad absoluta. "Venimos de una época en que poner límites equivalía a frustrar a los chicos. No había que hacerlos esperar, o dejarlos enojar o permitir que sufran. Hoy nos dimos cuenta de que ese paradigma los debilitaba en lugar de hacerlos fuertes. Ahora, como sociedad, nos encontramos buscando un modelo intermedio", reconoce.

-¿Por qué se los llama latentes?

-Sigmund Freud llamó latencia a la etapa en la que los chicos se desentienden de la sexualidad. Habiendo superado la etapa edípica alrededor de los seis años, el interés por la sexualidad queda entonces "latente" hasta la pubertad, por eso los psicólogos llamamos latentes a los chicos en edad de escolaridad primaria.

-¿A partir de los seis años los chicos nos necesitan menos como padres? ¿En qué cambian las exigencias?

-Durante los primeros cinco años cuidamos y acompañamos mucho a nuestros hijos, les enseñamos muchas cosas que a los seis se van consolidando en ellos, empezamos a verlos (o intentamos que sean) más independientes en muchos aspectos: se bañan, se visten y comen solos, se entretienen con hermanos, primos o amigos, los acompañamos a la cama pero se duermen también solos, ya no nos buscan ni nos requieren tanto todo el tiempo ni tan físicamente. Empiezan a pasar más tiempo afuera de casa: en el colegio, haciendo deportes en el club, jugando en la vereda, en casa de amigos. y ya no necesitan esa vigilia, ese seguimiento permanente, esa marca "hombre a hombre" de los primeros años.

-¿Qué está en juego en esta etapa?

-Habiendo fortalecido la confianza en sí mismos y en sus recursos, y habiendo consolidado la confianza en el vínculo con sus padres, es una etapa de enormes aprendizajes en todas las áreas: intelectual, emocional, social, motriz y deportiva. Todas sus energías están puestas en aprender, jugar, hacerse amigos.

-¿Hablar de límites en la crianza es un paradigma del pasado?

-Todo lo contrario: hemos vuelto a hablar de límites después de una época en que parecía que no había que ponerlos ni tampoco frustrar a los chicos ni hacerlos esperar, enojar o dejarlos sufrir. Lo hicimos porque nos dimos cuenta que ese paradigma los debilitaba en lugar de hacerlos fuertes. En un movimiento pendular pasamos de un modelo autoritarito y arbitrario con límites excesivos a otro opuesto, el permisivo, falto de límites, y hoy nos encontramos buscando un modelo intermedio que tome lo mejor de cada uno de esos modelos.

-¿Hoy la sociedad anima a los más chicos a que dejen pronto de ser niños? ¿Por qué?

-No puedo encontrar otra razón que la de invitar al consumo, porque, sabiendo como sabemos que todo va a llegar, no hay ninguna necesidad de apurar su crecimiento, esa etapa de infancia en la que se saben cuidados por sus padres, es muy valiosa para aprender, jugar, pasarla bien, practicar habilidades, tranquilos de que papá y mamá se ocupan. Me preocupa que a veces los invitamos a ser grandes sólo en los derechos y no en las obligaciones que habitualmente llegan de la mano de esos derechos, con lo que están en el paraíso y no quieren seguir creciendo porque disfrutan todo lo bueno y nada de lo "malo" de ser grandes. Hay otro grupo de niños que se ve obligado a dejar de serlo por cuestiones socioeconómicas: porque tienen que ayudar a sus padres y ocuparse de su supervivencia muchos antes de estar preparados para ellos. Ojalá el Gobierno y la sociedad logren, trabajando en equipo, que esto deje de ocurrir en nuestro país.

-Se dice que ahora la adolescencia empieza en las niñas a los ocho años, al menos, que los ocho son los nuevos doce. ¿Es cierto?

-La pubertad física se ha ido adelantando pero no hasta ese punto, rara vez una niña de doce empieza su desarrollo puberal y menos todavía en los varones. Lo que encuentro son niños que se creen adolescentes y en realidad son niños a quienes les ha faltado límites, no tienen clara la autoridad de los adultos, y se portan como si fueran más chiquitos con berrinches, malos modos y peores respuestas, no como adolescentes, aunque sus padres prefieran creer que es una adolescencia adelantada.

-¿La precocidad hace que los chicos permanezcan en la adolescencia entre los ocho años y los. 29? ¿Qué marca la entrada y la salida de la adolescencia?

-La entrada la marca el inicio de la pubertad de nuestro hijo o de algunos de sus compañeros, a veces se adelante por sobreestimulación tanto en lo que ven en la tele, en los carteles y revistas como por el apuro que muestran algunos padres por que lleguen a esa etapa y no puedan demorar los temas hasta que estén realmente listos. Hablo de los cambios de horarios para las fiestas, de las formas de entretenerlos en esas fiestas, del tipo de ropa que se ponen, del celular propio, etcétera. La salida de la adolescencia se relaciona con la verdadera autonomía, y es real que se está acercando a los treinta. y muchas veces los adultos somos cómplices, porque como dije ya muchas veces del hotel cinco estrellas gratuito no dan ganas de irse.

-Entre tanto cambio de paradigmas, ¿estamos un poco desorientados los padres de las nuevas generaciones ?

-Puede ser que estemos desorientados, es cuestión de investigar un poco y tomar una postura personal. Pero además creo que no hemos tomado conciencia de que la sociedad como tal ha dejado de educar a nuestros hijos, cosas que sí ocurría en las generaciones anteriores en la que muchos adultos eran referentes, ponían límites, educaban. Abuelos y otros familiares, personal docente y no docente de los colegios, los vecinos. Todos cumplían un rol social en la formación de los niños. Hoy hasta nos enojamos con las maestras cuando se atreven a hacerlo, sin darnos cuenta de que nos quedamos muy solos con una tarea compleja que nuestros padres realizaron de la mano de mucha gente.

www.lanacion.com.ar  25/12/15