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Un informe británico asegura que los comerciales causan depresión, obesidad y otros trastornos en los chicos. En Mendoza, los especialistas dicen que es una realidad global que se combate enseñándoles a tener una mirada crítica de los medios.

¿Puede un chico ser obeso por culpa de comerciales de comida chatarra o una niña padecer anorexia por querer verse como una modelo de revista? Preguntas como estas movilizaron al Sindicato de Maestros Británicos para relevar información y presentar un documento en el que destacan que muchas publicidades generan depresión, violencia o diferentes trastornos en los chicos al sentirse presionados para alcanzar estereotipos que no son reales.

En nuestra provincia no existen estudios tan representativos ni abarcativos, pero igualmente algunos especialistas advierten que existe una universalidad en la temática que merece ser analizada.

Ves, querés; ves, querés...

La principal acusación de los maestros ingleses apunta a las empresas, porque según ellos contratan a psicólogos expertos en infancia y consumo “para ayudar a conseguir mejores resultados comerciales con devastadoras consecuencias para la salud y el bienestar de los menores”. ¿Ejemplos? el informe dice que la “cultura cool” presiona a los niños a utilizar ciertos productos para encajar en un grupo o sufrir abusos de pares si no poseen los accesorios de moda. También denuncian “el bombardeo constante de imágenes irreales e imposibles de lograr”, que llevan a muchos adolescentes a la anorexia u otros trastornos alimentarios.

Pero ¿sucede lo mismo con los chicos aquí? “Sí, pero no con la misma magnitud. Creo que ellos están sumergidos en una sociedad consumista y aquí aún prevalece una sociedad más tradicional donde se mantienen algunos valores mas fuertes”, dice Carolina Tomba, titular de la cátedra de Publicidad y Gestión Publicitaria de la carrera de Publicidad de la Universidad Juan Agustín Maza.

“La publicidad -continúa- marca una tendencia respecto a una realidad y no hay que olvidar que se retroalimenta de los estereotipos de la sociedad y los refuerza con una estrategia creativa destinada a vender”.

Ese ímpetu consumista lleva a muchos padres a no ver los problemas verdaderos de sus hijos. “Muchos priorizan comprarle al chico lo que pide, antes que resolver las verdaderas necesidades de salud que pueda tener. Hay chicos que tienen ciertos problemas que necesitan atención multidisciplinaria y los padres dicen que no pueden pagarlo, pero luego uno ve al chico con celular último modelo. Esto es muy común”, explica Irene Gervilla, licenciada en psicopedagogía.

Repartiendo culpas

¿Es sólo la publicidad la culpable? Definitivamente no, dicen los especialistas. La educación y el la familia son parte responsable también, aunque nadie niega el poder seductor del medio de comunicación. “Es muy difícil apagar la tele. Nos quedamos ahí mirando y no la analizamos críticamente, por eso no podemos culpar al chico cuando nosotros mismos decimos que vemos televisión para no pensar en nada, cuando estamos cansados. Tampoco hay que restringir el acceso, la tele existe y no podemos dejar al chico fuera del mundo”, opina la licenciada Gervilla.

Nuestro país cuenta con un código de ética para las publicidades, creado por los propios publicistas y que tiene un capítulo dedicado a los niños, pero a veces no basta para garantizar un mensaje inofensivo. “Creo que hay publicidades perjudiciales, pero desde hace cinco años hay tendencia a reflejar a la gente común. Antes, las modelos medían dos metros y eran rubias, ahora se ve reflejado otro tipo de personas. Es una evolución, pero esto no quiere decir que toda la publicidad sea así; se va a amoldar de a poco”, destaca la docente Carolina Tomba.

Un problema con solución


La realidad muestra que aunque haya cambios no habrá disminución en la emisión publicitaria por lo que es bueno saber con qué opciones se cuenta. “Una forma de remediarlo sería que los padres se hagan cargo de lo que el chico ve, que seleccione sin censurar lo recreativo que pueda tener la tele. Uno no puede controlar todo lo que el chico ve, hay que enseñarle al chico a mirar en forma crítica porque en algunos casos puede sacar conclusiones valiosas. Creo que no habría que impedir que viera cierto tipo de violencia, porque es parte de la realidad y del mundo y puede generarle preguntas sobre cómo son las cosas”, propone la psicopedagoga.

Por su parte, la docente Carolina Tomba agrega: “Creo en la combinación de factores. La familia tiene que ser el eje que muestre al chico qué es real y qué no, además de reforzar su autoestima. Por su parte, la publicidad y sus profesionales deben ser conscientes de que el mensaje tiene mucha más incidencia de lo que se cree. Creo que habría que analizar el papel social que tiene como motor cultural de una sociedad”.

www.losandes.com.ar 26/12/07