Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.
Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.
Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.
Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.
Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.
La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.
Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.
Se brinda asesoramiento, información y formación acerca de las pedagogías alternativas.
Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.
El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...
Cuando éramos chicos la idea era que a los niños "se los viera pero no se los oyera". No había en los adultos mucho respeto por esas personas de tamaño pequeño. Hoy nos fuimos al extremo contrario y los no respetados somos los grandes que aceptamos conductas inaceptables de "su majestad nuestro hijo": no podemos mantener una conversación con otra persona sin que nos interrumpa, no hacemos valer nuestros espacios y tiempos y terminamos enojándonos con los chicos porque esperamos que ellos lo hagan por iniciativa propia en lugar de que lo aprendan (mientras son chiquitos y hasta que se acostumbren) con nuestro acompañamiento y enseñanza. Es nuestra tarea lograr que nuestros hijos nos respeten. Como en muchos otros temas, el respeto se enseña? respetando primero, es decir, con nuestro ejemplo. Los inconvenientes empiezan en la interpretación de la palabra: ¿qué significa respetar? Los mejores sinónimos me parecen considerar, honrar; en cambio, se complica cuando lo vemos como equivalente de acatar, obedecer, o venerar, es decir, hacer exactamente lo que nuestro hijo desea y apenas lo desea, y lo mismo ocurre cuando nosotros esperamos ese trato por parte de ellos.
Cuando pedimos un sometimiento excesivo, criamos prolijos y dóciles robots entrenados y nos angustiamos o enojamos cuando crecen porque no tienen iniciativa, no saben lo que quieren, no defienden su punto de vista ni sus pertenencias, sin darnos cuenta de que hace muchos años venimos coartando sus exploraciones... Esto mismo ocurre cuando nos hacen caso por temor.
Cuando, en el otro extremo, los dejamos hacer cualquier cosa, lo que a simple vista puede parecer una idea tentadora, no entendemos que los chicos lo viven como abandono (aunque no lo reconocerían como tal) y que no los fortalecemos para afrontar los inevitables contratiempos de la vida.
Veamos un ejemplo de falta de respeto muy habitual: salgo con mi hija de 11 años a comprar la remera que venimos pensando comprar hace días; vamos juntas, muy contentas de compartir ese rato. Me encuentro con una amiga en la calle y me pongo a charlar, a los dos minutos mi hija se queja un poco, a los cinco se pone molesta y a los diez insoportable; en realidad ella tiene razón de protestar, pero yo furiosa le digo: "Maleducada, te quedaste sin el programa" y nos volvemos a casa? Es muy distinto de lo que haría si me encontrara en la calle con una amiga estando con otra: la saludo y en menos de un minuto me despido diciendo: "En cuanto llego a casa te llamo".
Cuando recordamos que nuestros hijos son personas merecedoras de respeto, los tratamos igual, incluso mejor, que a nuestros amigos o como nos gustaría que los traten otros adultos o, como dice la regla dorada, como nos gustaría que nos traten a nosotros. Respetemos sus personas. Respetemos sus deseos, pensamientos, sentimientos y, también, sus decisiones siempre que sea factible, obviamente teniendo en cuenta que no sea peligroso, malo para ellos mismos o para otros, o incorrecto.
Si nuestros hijos conocen desde chicos el respeto, por haberlo recibido de sus padres y otros adultos cercanos; si fomentamos en ellos el respeto a sus pares (hermanos, amigos) y a los adultos (a medida que crecen y los vemos listos para hacerlo); si nos hacemos respetar, no por la fuerza sino por el amor que nos tenemos y porque nos fuimos ganando ese respeto, ellos crecerán con recursos para defender sus puntos de vista, luchar por sus ideas e ideales, creer en ellos mismos y, finalmente, ayudar, a partir de ese respeto recibido, aprendido y practicado, a construir un país distinto, en el que dejen de predominar el autoritarismo, el miedo o el laissez faire, en el que todos sepamos respetar y hacernos respetar, y así construyamos un país mejor para todos.
Maritchu Seitún
La autora es psicóloga y psicoterapeuta
www.lanacion.com.ar 24/10/15
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