Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.
Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.
Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.
Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.
Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.
La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.
Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.
Se brinda asesoramiento, información y formación acerca de las pedagogías alternativas.
Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.
El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...
Por qué mi hijo me hace esto?", se desentiende Florencia cuando se entera que su amado hijito de 6 años se porta mal en la escuela. "Voy ya mismo a quejarme con la maestra", insiste la mujer cuando le llega el boletín. Y este es apenas un ejemplo. ¿Cuánto ha cambiado la relación de los padres con la escuela? ¿Cuáles son los retratos, las distintas máscaras de este asunto en este nuevo milenio?
"Cambió y mucho el modo de vincularse", asegura la psicopedagoga Marisa Aisemberg, que tiene casi 40 años de experiencia. " Tanto los que envían a sus hijos a una escuela pública como a una privada, piden que alguien se haga cargo de ellos. La familia deposita en la escuela sus ideales, espera soluciones mágicas que luego no aparecen. Y es allí donde el derrumbe de esos ideales se transforma en frustración y enojo. Encontramos padres que denigran a la escuela y a su personal docente, llegando a situaciones de maltrato y violencia física y verbal".
Falta de tiempo, de espacio, de ganas, de plata... la lista de lamentos es larga por parte de los adultos. Mientras, los chicos, en el medio... escuchando, observando, tomando nota.
"En muchos casos, hay una enorme infantilización de los adultos. Y cuando esto ocurre, queda vacante su lugar, entonces son los chicos los que terminan tomando las decisiones: si tienen que estudiar o no, algunos van al almacén a hacer las compras y se preparan la comida solos. Y hay padres que ni miran los cuadernos de su hijos", describe el panorama Aisemberg.
La escuela no está exenta de la creciente exigencia del mundo actual. ¿Por qué debería estarlo? Los maestros no solo tienen que ejercer sus funciones básicas como educadores, sino que cada vez más tienen que calmar a padres, niños y a ellos mismos incluso, asustados por las pestes. Colegios que cierran por temor a la Gripe A , padres que deciden ni enviar a sus hijos a la escuela: "mejor burros que enfermos", diría algún chistoso. La olla hierve. Y mejor que los estornudos estén lejos.
"La función de los padres es hacerse cargo a cada instante, tienen que tener la mirada en el crecimiento... pero no siempre están dispuestos. A veces, se sienten ellos mismos hijos abandonados por la sociedad, por el Estado. ¿Resultado? Los chicos se las arreglan como pueden, quedando a merced de la tele y la computadora. Y después surgen los problemas de aprendizaje, de alimentación, de atención, las drogas", esgrime Aisemberg.
Ruidos
El silencio no parece acompañar la concentración que el estudio o la tarea de cada día requiere. Muchos chicos, aseguran en las escuelas, estudian chateando, con la tele prendida y mandando mensajitos a través del celular. Todo junto. ¿Y los padres? Lejos, lejos... en otra dimensión.
Es moneda corriente en el reino del revés que los padres le tengan miedo a sus hijos. Aisemberg es tajante: "Hoy es clarísimo que en la casa mandan los niños. Tienen un poder que los llena de desasosiego, porque no está quien los cuida para poder descansar y disfrutar de su infancia ".
Modelo para armar
No hay duda de que la escuela y los padres deben trabajar juntos en pos de poner las cosas en su lugar. Se trata, sin duda, de un volver a empezar, a pesar del bombardeo cotidiano al que se ven expuestos padres y maestros.
Una historia bien distinta es la que ocurre en la escuela 13, distrito escolar 9, del barrio de Colegiales. Es la escuela primaria pública que dirige desde 1993 Ricardo Sobrón y la vicedirectora Nora Jaureguy Berry. Allí los chicos tienen espacio para decir, para escuchar y para correr. Y no se trata de metáforas. No. Se trata de una escuela modelo, como pocas. "Los padres respaldan cuando hay trabajo, cuando ven que se ocupan de sus hijos", sintetiza Sobrón.
En sus 16 años de gestión Sobrón y Jaureguy Berry pueden dar cuenta de cómo fue cambiando la participación de los padres, la actitud de los alumnos y el modo de relacionarse de los maestros.
"Invitamos a los padres simplemente a formar parte, a que se sumen y aporten ideas y proyectos. Ese fue el click", cuenta Sobrón.
"Acá les explicamos que la escuela la hacemos todos. Y los padres se entusiasman. Eso ocurre porque sienten que la escuela no los expulsa, que los incluye", se entusiasma Jaureguy, mientras entra un nene de cuarto grado a pedir hielo para un golpe que se dio en el recreo.
En general se espera que la escuela funcione como el segundo hogar, la "segunda madre". Lo cierto es que la escuela primaria es donde se prepara a los niños para la sociedad. Un lugar donde formarlos, más que informarlos.
"Intentamos que los chicos desarrollen sus problemas. Lo primero que les decimos es 'hacéte cargo. Si tiraste la pelota afuera, hacéte cargo'", ejemplifica Jaureguy. Y Sobrón agrega: "Y los padres acompañan. Muchas veces nos ocurre que algunos papás no entienden las nuevas metodologías de trabajo y exigen que hagamos con sus hijos lo que hicieron con ellos. Pero acá hacemos que el maestro baje del pedestal para entender a los niños. Cuando yo era chico- cuenta-, el maestro se subía a una tarima para enseñar. Acá, en cambio, el profesor se sienta atrás de todo para acompañar, para protegerlos en su aprendizaje. Les enseñamos a no ser violentos, a ser respetuosos y los formamos como futuros ciudadanos críticos, que sepan defenderse a través de la palabra, que sepan investigar, leer e interpretar. Les enseñamos a no ser ovejas".
fuente: Diario Clarín
http://www.clarin.com/suplementos/mujer/2009/06/20/m-01941882.htm
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