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La importancia otorgada a la actividad lúdica libre es uno de los más fieles indicadores del interés que una sociedad da a su vida social y cultural y los problemas sociales se desarrollan de acuerdo a la historia de vida de cada persona dentro de una determinada familia y un determinado contexto social y cultural.

La experiencia cultural se inicia con el juego que se va creando entre el niño y su ambiente desde su nacimiento, en contacto con un otro que le va dando sentido a las acciones que el niño pequeño realiza espontáneamente.

Frente a las comunidades más vulnerables, con gran violencia social, es muy valioso rescatar los juegos reglados por el valor cultural que conllevan, y porque estimulan la buena convivencia. Todo juego implica reglas, pero en el caso de los llamados "juegos de mesa" las reglas son preexistentes y explícitas. Esto conduce a un diálogo con los compañeros para establecer acuerdos y comprometerse a cumplirlos, propiciando la discusión verbal y el incremento de la capacidad simbólica, favoreciendo así la disminución de la violencia.

Hablamos de juego como una actividad libre y gratuita, que no genera un producto de valor material sino un cambio interno en la persona que juega.

Dada la sensación de placer y satisfacción que provoca el juego, los lugares donde "está abierta la puerta para ir a jugar" provocan sentimientos positivos hacia dichos espacios y entre las personas que allí participan, para lo cual es muy importante la flexibilidad del coordinador del grupo y que se propicie un clima de libertad y espontaneidad.

Aquí radica la importancia de brindar capacitaciones en juego y creatividad, pues no se puede "dar lo que no se posee", y es necesario pasar por la experiencia lúdica para poder luego multiplicarla en los diversos ámbitos.

Por Marisa Snaidman

La autora es psicopedagoga

www.lanacion.com.ar 15/05/10