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Los más jóvenes debutan viajando solos o con amigos. Precauciones y recomendaciones de los padres. La visión de los especialistas.

Los adolescentes que salen de vacaciones por primera vez con amigos buscan poder desenvolverse por su cuenta y divertirse lejos de la presencia de los padres. Asimismo, lo prohibido, el no cumplir con las obligaciones familiares cotidianas y no tener que rendir cuentas a nadie prima en esta experiencia, que se constituye como uno de los primeros pasajes hacia la autonomía.

"Las expectativas de los chicos tienen que ver con diversión total, desbordes, pero también con asumir la responsabilidad de cuidarse solos, sin la mirada vigilante del adulto, pero también se juega la ambivalencia de no querer ser controlados y el temor que esto mismo genera", explicó la psicóloga Adriana Franco, docente de la cátedra de Clínica de Niños y Adolescentes de la UBA.

La especialista detalló que el deseo y las fantasías de viajar, de alejarse de los padres en compañía de los pares "es algo saludable para los adolescentes" y en relación con las expectativas de los jóvenes aclaró que "habitualmente es mucho más inquietante la película que se imaginan antes de viajar que lo que luego ocurre verdaderamente".

Ese primer viaje se realiza, en general, entre los 16 y 18 años, oportunidad en la que suelen salir en grupos de chicas o chicos.

Para la mayoría de los adolescentes de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano el destino es la costa atlántica, donde alguno de los padres suele ir antes para alquilarles una vivienda y muchas veces también algún padre, familiar, o amigo veranea por la zona para que los chicos tengan un referente al que acudir y tener cierto control sobre la situación.

En cambio, en el interior del país, este fenómeno no es tan habitual, según precisó la especialista en Adolescencia, Hebe Perrone, directora de la carrera de Psicología de la Universidad Barceló "porque los chicos viven mucho más apegados a su familia, se conservan otras costumbres y no tienen la expectativa de irse de vacaciones solos".

Si bien coincidió en que está bien que los chicos vivan esta experiencia en la que "buscan la libertad y no estar controlados por el adulto", y dijo que "a nivel madurez, los chicos no son más maduros que en otras épocas aunque parezca que están más preparados y que son capaces de hacer más cosas".
En este sentido, aclaró que "estamos hablando de chicos de clase media porque los que tienen menos recursos son más maduros pero no son los que planean estos viajes".

Autonomía y control

Por su parte, la psicoanalista Cristina Castillo, docente y supervisora de Pareja y Familia del Instituto Ulloa, hizo hincapié en el deseo de autonomía de los adolescentes y no reparó tanto en la edad de inicio sino en cómo se manejan durante el año y las herramientas que tienen para afrontar un viaje de estas características.

"Este viaje implica un pasaje a cierta autonomía -precisó-, que es algo que sí se ha demorado porque los chicos suelen ser menos autónomos que antes, porque más allá de lo que uno supone por los manejos que tienen en internet o con los celulares, no quiere decir que se sepan manejar perfectamente viajando o moviéndose solos. Estas son cuestiones del ámbito práctico que no se condice con los nuevos saberes de los pibes".

Si bien coincidió con otros especialistas en que "está bueno que los chicos comiencen a hacer algún periplo solos porque eso los consolida", sostuvo que los chicos "buscan siempre lo prohibido, es la ilusión de todo chico, el no tener la mirada sobre lo que hace o deja de hacer".

En relación con esa mirada, Castillo señaló que en algún momento "tenía que ver con la sexualidad y hoy, si bien está presente, también tiene que ver con poder dormir hasta cualquier hora, no bañarse si no tiene ganas, no acomodar su cuarto, y el tema de algunos excesos".

Con respecto a los riesgos, Franco se refirió a las características de la adolescencia como "un tiempo de riesgos, de experimentación, de cornisas. El adolescente está en la búsqueda de su identidad, no sólo sexual, sino de su origen, quién es, quién desea ser, por eso es un tiempo de jugar pero ya no con juguetes y armando dramatizaciones, sino experimentando con su propio cuerpo y con la realidad. Entonces inevitablemente es un tiempo de riesgos".

En este sentido, acotó que "el riesgo mayor es cuando adultos perversos se aprovechan de esta curiosidad por lo desconocido, por lo nuevo".

Libertad

Si bien Castillo enfatizó en que "no está bueno dejarlos a la buena de Dios, tampoco está bueno para el pibe que los padres se compliquen con una mirada tipo lupa. Hay que tener cierto registro de los lugares a donde va, con quien y estar convencidos de dejarlos ir".

"Yo escucho a los papás -continuó-, y más que la desconfianza en el hijo es la desconfianza en lo externo, con quién se va a juntar, qué le pueden convidar, y esto es algo que como adultos sabemos que no podemos manejar. Es muy fuerte que un padre deje a sus hijos ir porque el temor es constitutivo, todos los papás tienen temor".

Así las cosas, Franco consideró que los padres "pivotean entre el deseo de dejarlos volar, reconocerlos en su capacidad de asumir responsabilidades y un temor terrible a que beban alcohol en exceso, a que no estén ellos para actuar o consuman drogas o tengan sexo sin cuidarse", pero "terminan dando el permiso y confiando en ellos con muchísimas recomendaciones".

www.lacapitalmdp.com   06/01/14