Imprimir

En pleno siglo XXI es llamativo comprobar cómo algunas experiencias que pensábamos habían cambiado definitivamente se vuelven a vivir ahora. Nos estamos refiriendo concretamente a cuál es la situación, en la Argentina, de los jóvenes que al cumplir 18 años dejan sus hogares. Cuáles son los apoyos que realmente reciben para hacerlo bien y cuáles son sus principales desafíos. No es tan simple, a esa edad, tener los niveles exigibles en cuanto a educación, trabajo, vivienda, salud e inserción social.

Sabemos que nunca es fácil para un joven tomar, en principio, esa decisión. Tampoco debemos olvidar que, según la Convención de los Derechos del Niño, cuando estamos ante jóvenes de 18 años estamos hablando todavía de personas que conservan características infantiles, aunque podamos caracterizarlos (y no a todos, por supuesto) de adultos jóvenes. ¿Qué pasa cuando, además de tener solo 18 años, estas personas carecen de un hogar propio, de un acompañamiento preparatorio para la vida adulta, de una educación lo suficientemente completa como para asegurarse obtener un empleo, un lugar donde vivir e ingresos regulares?

Todas estas preguntas se agudizan cuando hablamos de un sector de los jóvenes argentinos, de los cuales, según las estadísticas, sabemos también que cerca de un millón no estudian, no trabajan, o ni estudian ni trabajan. En la completa nota de tapa de este suplemento, tanto los expertos en adolescencia entrevistados como los testimonios de los propios interesados nos muestran varios aspectos de este tema tan amplio.

Hay legislación que en principio contempla la situación de este sector de la comunidad: la ley de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes, la de educación nacional y la de prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente, tres normas que dan un andamiaje importante para justificar la exigibilidad del derecho del acompañamiento preparatorio para iniciar la vida de adulto.

Hay, también y afortunadamente, muchas organizaciones, tanto en el sector público como en el privado, que están atentas y contribuyen para que estas jóvenes vidas puedan encarrilar su futuro de acuerdo con sus propios deseos y que sus derechos no sean vulnerados -recordemos que vulnerar los derechos de los niños y adolescentes es vulnerar la Constitución Nacional- en una sociedad en la que muchas veces se vulneran también los derechos de los adultos mayores.
Los argentinos como comunidad debemos todavía cumplir con estos jóvenes que forman parte también del futuro de la Argentina: contribuir para que no sean estigmatizados socialmente porque viven o han vivido en instituciones (que para ellos son sus "hogares") y, por fin, para que lleguen a ser personas autónomas, integradas a su entorno social y con un trabajo y una vida dignos.


www.lanacion.com.ar 07/02/15