Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.
Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.
Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.
Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.
Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.
La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.
Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.
Se brinda asesoramiento, información y formación acerca de las pedagogías alternativas.
Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.
El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...
Especialistas afirman que hoy se conoce más del tema y que los chicos en etapa escolar tienen hasta 40% más probabilidades de recibir el diagnóstico que hace 15 años; la edad de consulta, cada vez más baja
Cuando la maestra les advirtió a los padres que su hijo no pasaría a tercer grado, si seguía sin prestarle atención en el aula cuando dictaba ni copiar nada del pizarrón, la pareja entró en pánico. Sin piedad, a la salida de uno de los últimos días de clase del año pasado y frente al resto de los padres, la docente les pidió que llevaran al chico a una psicopedagoga.
Y así lo hicieron: pagaron 350 pesos cada una de las cinco consultas para completar las evaluaciones. Finalmente, la psicopedagoga descartó la necesidad de un tratamiento. Sólo era cuestión de empezar en casa a ponerle más límites al pequeño M.
Esta experiencia es cada vez más común. Padres y docentes se quejan por igual: unos aseguran que ante el mínimo problema de conducta los maestros reaccionan (muchas veces, en voz alta en la puerta de la escuela y ante la mirada y los oídos curiosos de otros padres) sobreactuando el problema. Los docentes explican que tienen a cargo toda un aula y que algo deben hacer.
La sospecha popular, no especializada, que sobrevuela a los chicos inquietos suele ser el déficit de atención. Pero no todos los que se distraen con facilidad, parecen no escuchar a la maestra o no terminan los deberes padecen ese trastorno y la última palabra en el diagnóstico la pueden tener sólo los resultados de una batería de estudios, que va desde la historia familiar hasta una evaluación neurocognitiva. Es que, a diferencia del resto de las especialidades médicas, no existe un estudio por imágenes o un marcador bioquímico para confirmar el diagnóstico. Dependerá del criterio del psicopedagogo, psicólogo, psiquiatra, pediatra o neurólogo consultado.
Entonces, ¿hay o no más chicos con este trastorno neurobiológico? ¿Se medica más a los chicos inquietos? O, como arriesgan algunos padres, ¿es la inmediatez de las nuevas tecnologías lo que hace que los chicos necesiten otros estímulos para interesarse y permanecer atentos? Varias parecen ser las causas de esta percepción popular de que hay más chicos con trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA/H) y que popularmente se conoce también como ADD, por las siglas de uno de sus nombres en inglés.
En nuestro país, los chicos de entre 6 y 14 años "tienen un 40% más de probabilidades de recibir el diagnóstico y una receta que hace 15 años atrás", señaló el doctor Marcelo Peretta, presidente del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb). Comentó también que el déficit de atención con hiperactividad es el 20% de las consultas infanto juveniles y que "hay un 20% más de prescripciones debido a la falta de diferenciación entre inmadurez y déficit de atención e hiperactividad".
"Actualmente sabemos más, tanto médicos como docentes, de las características clínicas de este cuadro, por lo que está mejorando el nivel de detección", dijo la doctora Andrea Abadi, que preside la Asociación Argentina de Psiquiatría Infanto Juvenil (AAPI). Aclaró que eso no significa que haya más diagnósticos.
La doctora Aldana Hosni, de la Red de Detección Temprana de Trastornos del Desarrollo de Zona Oeste, coincidió. "En general, en la Argentina no hay un sobrediagnóstico del déficit de atención; sí puede haber un mal diagnóstico", y recordó que un estudio de 2004 había hallado que no todas las personas que lo padecen estaban diagnosticadas o que el diagnóstico no era correcto.
De hecho, Abadi dijo que habría que hablar de subdiagnóstico en el país. "El no reconocimiento de este cuadro somete a los chicos a larguísimos tratamientos que terminan provocándoles más complicaciones", sostuvo Abadi, que también dirige la Sección Psiquiatría del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano. Y no excluyó de esa realidad a algunas áreas urbanas del país y hasta la misma ciudad de Buenos Aires. Lo atribuyó a "ideologías cruzadas sobre el déficit de atención, cuando en realidad no es un tema de fe, por decirlo de alguna manera, sino una realidad neurobiológica probada científicamente, con causas genéticas y socioambientales. Y hay que aclarar que no siempre se medica, pero sí debe tratarse con estrategias psicoterapéuticas especificas".
Según sea el rigor aplicado al criterio diagnóstico, el déficit de atención afecta a entre el 5 y 7% de la población infantil. Sólo en los 5.469.470 chicos argentinos en edad escolar, eso se traduciría en unos 328.000 alumnos de entre 5 y 12 años con déficit de atención. "Hay pocos estudios de prevalencia en nuestro país, pero los que hay hablan de cifras similares a las del resto del mundo", agregó la especialista de la AAPI.
Ya en 2008, en el informe La medicalización de la Infancia. Niños Escuela y Psicotrópicos , un equipo del Observatorio Argentino de Drogas de la Sedronar y del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA alertaba de un descenso de la edad de consulta. "(...) La edad señalada como de mayor frecuencia de aparición es la del inicio de la escuela primaria -se lee en el informe de casi 300 páginas-. Sin embargo, algunos profesionales de la salud, sin distinción de zona de pertenencia o perfil profesional, refieren que dicho cuadro está apareciendo, en los últimos años, en edades cada vez más tempranas, a los tres, cuatro o cinco años."
Y son más los varones que las mujeres "(...) porque el varón, cuando es hiperactivo, suele ser más impulsivo y más molesto, entonces se lo deriva más porque molesta más y llega más a consulta", había referido un neurólogo de un hospital público del Gran Buenos Aires citado, con reserva del nombre, en ese relevamiento.
Pero, ¿cuál es el límite entre la mala conducta y un problema que demanda intervención profesional? "Hay uno subjetivo y otro objetivo. Inclusive, a veces, en el consultorio, los criterios diagnósticos no terminan de coincidir con lo que estamos viendo. En el aula, tiene que ver con experiencia y el sentido común de los docentes, que están en una posición ideal para la detección temprana de alguna dificultad", afirmó Hosni, que también es perito médica de la Defensoría General de Morón. Y describió: "Es un chico que desentona del grupo, que no se ajusta a lo que se espera para su edad ni se comporta como el resto de los chicos (?) En ese caso, lo más conveniente es que los docentes conversen con los padres y les comenten que algo está pasando con sus hijos que le impide comportarse como el resto, sin hacer diagnósticos ni etiquetar, ya que los problemas que un chico pueda tener en el aula pueden ser por muchas causas".
Por su parte, la doctora Mabel Blanco, jefa de consultorios del Servicio de Neurología del Hospital de Niños de La Plata, advirtió sobre una posible "moda" asociada con ciertas enfermedades. "Hay un marco de referencia [del déficit de atención] un poco tergiversado, lo que hace que no siempre las cosas se canalicen como corresponde, lo que no beneficia a los chicos".
Desde su experiencia de años en la medicina infantil, recomendó siempre tener un buen pediatra de cabecera y hacer una consulta ante cualquier duda. "Seguramente, él sugerirá cuál o cuáles serán los profesionales de confianza, con experiencia en el trabajo interdisciplinario, indicados para consultar, si así fuera necesario." Eso, según dijo, evitará todo tratamiento o intervención innecesarios o inadecuados..
Del editor: por qué es importante.
Cada vez más chicos reciben el diagnóstico del déficit de atención y los padres se preguntan si los que fallan no son los docentes.
www.lanacion.com.ar 17/02/13
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