Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.

Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.

Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.

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Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.

Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.

La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.

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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

Se brinda asesoramiento, información y formación  acerca de las pedagogías alternativas.

Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.

El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

Sin descuidar el nivel educativo, las escuelas a las que asisten alumnos en situación de marginalidad adoptan sistemas inclusivos para evitar la deserción

"Profe, hoy no puedo ir a clase porque no sé con quién dejar a mi beba"; "laburo para que en casa no falte el pan y no me dan los horarios para ir a la escuela"; "tengo que cuidar a mis hermanitos cuando mis viejos van a trabajar". Ésas son sólo algunas de las dificultades que, día a día, los adolescentes y jóvenes de contextos vulnerables plantean a sus docentes. Frente a estas realidades existen instituciones educativas que buscan ir contra la corriente de la marginalidad y exclusión, poniendo a disposición de sus alumnos un abanico de dispositivos que faciliten su permanencia o reinserción en el sistema, sin descuidar su rol esencial de brindar una formación de calidad. Superar la barrera del no puedo" y construir un proyecto de vida: ése es el objetivo.

Según datos del libro Las villas de la ciudad de Buenos Aires: territorios frágiles de inclusión social, publicado por la Universidad Católica Argentina (UCA), en la CABA, la tasa de escolarización en el nivel secundario es de un 93,2% y las brechas son notables entre las comunas: las cinco con mayor concentración de población en asentamientos o villas tienen tasas de escolarización entre 1 y 5 puntos porcentuales más bajas que las demás. Mientras que el 96,8% de los adolescentes de 13 a 17 años fuera de las villas está escolarizado, para la población de aquellas el porcentaje es del 85,7%.

En el caso de los jóvenes, las diferencias son mayores. Fuera de las villas, el 76% de quienes tienen entre 18 y 24 años ha completado el secundario, el 13% lo está cursando y el 10% se desvinculó del sistema educativo antes de terminarlo. En contraste, en las villas sólo el 28% lo completó, el 24% lo cursa y casi la mitad lo abandonó.

Sobre los motivos de abandono, más de la mitad de los adolescentes de todos los sectores lo hace por problemas académicos. Los económicos y familiares aparecen como más importantes entre los adolescentes que viven en las villas: el 24% deja el secundario por problemas fami-liares (como embarazo o necesidad de cuidar a algún familiar), y el 9,1% por problemas económicos o necesidad de trabajar. Esta última problemática tiene un peso mucho mayor en el caso de los jóvenes: 46% de los que habitan en las villas deja la escuela a causa de la misma. Ann Mitchell, Ph.D en Economía, y Andrés Peregalli, magíster en Educación con orientación en Gestión Educativa, son profesores de la UCA y coautores del mencionado libro. Para Mitchell

son tres los puntos fundamentales en los que hay que trabajar para mejorar la calidad educativa en los contextos de vulnerabilidad:

"Por un lado, asegurar el acceso al jardín de infantes y guarderías para que las madres puedan ir a la escuela. Por el otro, garantizar la calidad de la oferta escolar: en las villas tienen que estar las mejores escuelas, para compensar las dificultades familiares que se atraviesan. Y, en tercer lugar, es clave una mayor articulación entre los diferentes sectores (ONG, docentes, sector privado, entre otros)". Peregalli considera que es necesario "desterrar la idea de que los adolescentes y jóvenes que viven en las villas no pueden, de que no tienen la capacidad para llevar adelante un proceso educativo y cumplimentarlo", agregando que "las instituciones tienen que ser ámbitos de hospitalidad: generar lazos que hagan sentir a los niños, adolescentes y jóvenes reconocidos, como personas humanas. Son vínculos que favorecen los procesos de enseñanza y aprendizaje, porque muchos alumnos vienen de una historia de repitencia y frustración".

Amar para educar

Es la hora del recreo y en las aulas del Instituto Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, de la parroquia homónima, en la villa 21-24 de Barracas, el mate corre de mano en mano: los alumnos lo comparten con compañeros, preceptores y profesores.

Karina Cáceres, de 22 años, es de las materas. Empezó el secundario de Caacupé a los 16 y, después de varias idas y venidas, está en segundo. "Cuando me quedé embaraza dejé el colegio: teníamos muchos problemas", cuenta. La guardería del instituto, el apoyo de sus compañeros y la contención incondicional del equipo escolar y parroquial fueron decisivos en su vuelta a clase: "Los profesores no es que sólo entran y copian en el pizarrón. Acá, primero nos preguntan cómo estamos, qué nos pasó esa semana, y después sí empezamos a estudiar". Y agrega: "Algunas veces vengo re temprano porque necesito hablar con alguien: es un refugio, mi segunda casa".

El instituto de Caacupé, la primera escuela de gestión social porteña, nació en agosto de 2009. En la actualidad asisten 90 alumnos (a quienes no se les cobra cuota), divididos en dos orientaciones: informática y electromecánica. Los sueldos de los docentes son cubiertos por el Ministerio de Educación del GCBA, y la construcción del edificio fue realizada por el Ministerio de Educación de la Nación. El sacerdote Juan Isasmendi explica: "Buscábamos profundizar el proyecto de prevención con el que trabajamos desde hace años, y generar una alternativa en la educación. Si bien en el distrito hay buenas escuelas veíamos que había problemas propios de los chicos de nuestro barrio que dificultaban que sostuvieran la escolaridad (como problemas de consumo o mamás adolescentes). Todas estas problemáticas sociales no suelen estar contempladas en el sistema educativo tradicional".

Antonio Navarro, director de la escuela, dice: "Lo que pretendemos a nivel institución es brindar respuestas a diferentes circunstancias para que los chicos tengan cada vez menos excusas para no venir". Luis Torres, director de estudios, agrega: "Buscamos rescatar el amor por la escuela, ya que muchos alumnos vienen de varias experiencias de fracaso escolar". Para Isasmendi, la impronta de esta secundaria "es que es parroquial, inclusiva y abierta a acompañar las complejidades de la vida de los chicos. Se debe trabajar con una lógica muy artesanal, uno a uno, y comunitaria". Los

profesores "no sólo se desempeñan con seriedad y mucho profesionalismo, sino también con cariño. Tenemos, además, un equipo de orientación escolar, interdisciplinario, que aborda temáticas fuera del aula y que fue generando dispositivos como un departamento de apoyo escolar y un acompañamiento especial para las chicas que son mamás.

"Cuando les preguntamos a los chicos para qué quieren terminar la secundaria, las dos respuestas más frecuentes son: para ser alguien en la vida y para cumplir un sueño. Buscamos que los alumnos puedan desarrollar un proyecto de vida: ése es el sentido último y profundo de lo que hacemos", concluye el sacerdote.

Fidelidad y creatividad

El Instituto Nuestra Señora de Fátima, en Villa Soldati, recibe a más de 2500 alumnos en sus niveles inicial; primaria de jornada simple y completa; primaria de adultos; secundaria diurna y nocturna, y terciario. "Cuando el sacerdote español Leoncio Herrero lo fundó en 1958 era un aula sobre palafitos en un lago, a metros de la quema donde se incineraba basura", recuerda Diego Idone, uno de los dos directores de estudios de la secundaria. Hoy, el instituto -que ocupa 4,5 manzanas en las que se distribuyen sus edificios y campo de deportes- continúa firme el mandato por el cual fue creado: "Seguimos dos principios: fidelidad y creatividad -explica Idone-. Fidelidad a su idea fundacional: esta escuela tiene que dar servicio a todo chico que no tiene otra opción adonde ir. Y creatividad para que continúe en la escuela: trabajamos con ONG, universidades, centros de salud, parroquias, defensorías, tiramos redes para buscar respuestas a sus problemáticas".

Al secundario nocturno asisten unos 500 alumnos por año, divididos en tres grandes modalidades: a partir de los 13, con una duración de 5 a 6 años (si eligen una tecnicatura); desde los 16, de cuatro años, y para mayores de 18, de tres años. Los sueldos del personal de la escuela están subvencionados por el Ministerio de Educación de la CABA. A aquellos alumnos que están en condiciones de pagarla se les cobra una cuota mínima.

"Esta es una secundaria de rescate", dice Idone. "La escuela no funcionaría si no trabajáramos en valores, si no propusiéramos un proyecto de vida distinto." Y subraya que la contención no implica un descuido de la función educativa: al contrario, la mejora.

La escuela -que trabaja coordinadamente con la parroquia de Nuestra Señora de Fátima- cuenta con un equipo de orientación escolar que trabaja con docentes y alumnos. Dentro de estos últimos se eligen en el aula y por sistema democrático, referentes que asumen la responsabilidad de estar atentos a las dificultades que atraviesan sus compañeros.

"Estamos convencidos de que todo el personal de la comunidad educativa tiene un rol fundamental: nuestros alumnos encuentran en la escuela orejas que los escuchan. Se trabaja continuamente en la educación para el amor (sexual) y para la vida (que implica hablar de adicciones) en talleres", cuenta Marcelo Ruiz,quien, junto con Idone, es director de estudios. "Para nosotros, contención y calidad educativa van juntas. Necesitamos los mejores docentes (y con mucha capacidad de resiliencia) para los

chicos con mayores problemas. Es un combate día a día, cuerpo a cuerpo."Ejemplo de esto es Laura Albanese, de 29 años, ingeniera química e integrante del Programa de Liderazgo y Formación en Educación de la ONG Enseñá por Argentina. Desde hace dos años es profesora de química y física en el instituto. Laura cuenta que "en las clases se genera un ambiente de familia". Para ella, la motivación permanente y el fortalecer la autoestima, son clave.

Aunque tiene 23 años, Matías Vargas se asume como uno de los más viejos de la institución: asiste desde el jardín. Ahora, en sexto del secundarioy a punto de recibirse de técnico en electricidad, cuenta sonriente: "Se cumple una etapa que tendría que haber terminado hace cinco años". Y explica: "Tuve que empezar a trabajar desde muy chico: llegó un momento en que laburaba casi 12 horas y no me daba el cuerpo para venir a la escuela. Cuando cambiéde trabajo logré conciliar el horario laboral con los de clases y estudio". El joven, que trabaja como obrero metalúrgico y tiene excelentes notas, cuenta: "Lo que más me gusta de este colegio es el sentido de comunidad: está muy identificado con el barrio y su gente. En otros establecimientos escolares, los chicos son un número. Acá hay un sentido de familia".

Cumplir un sueño

Cuando tenía 25 años, Bárbara Lizondo decidió saldar una cuenta pendiente: terminar el secundario. Lo había abandonado a los 16, cuando supo que sería mamá. Una vecina de Don Torcuato le aconsejó el Bachillerato para Jóvenes y Adultos de la Asociación Civil El Telar. "Cuando me explicaron que el bachillerato contaba con una escuela infantil, donde podía dejar a mis hijos, no dudé", cuenta Bárbara, de 35 años. Gustavo, su marido, que tampoco había terminado el colegio, también se dijo que ya era hora.

Abanderada de su curso fue la primera en su familia en terminar el secundario, y desde 2011, tras recibirse como trabajadora social, forma parte del equipo de profesionales de El Telar. Desde hace 25 años esta asociación asiste, en Don Torcuato, a más de 700 familias en situación de vulnerabilidad a través de una red integrada por nueve instituciones, que prestan sus servicios de forma totalmente gratuita: dos jardines de infantes; Centro Educativo; Centro de Formación Profesional; Bachillerato de Jóvenes y Adultos (dura tres años y dos orientaciones); Polideportivo y Centro Integral de Desarrollo Infantil; Centro de Promoción de la Mujer y la Familia, y Centro Cultural.

El objetivo es desarrollar un programa de formación integral e inclusión para jóvenes y adolescentes en situación de riesgo socioeducativo en los barrios Bancalari, Baires y San Jorge, haciendo hincapié en dos pilares decisivos: educación y trabajo. El bachillerato cuenta con un espacio extracurricular de formación social, donde se busca transmitir valores y hay talleres de salud, violencia y adicciones, entre otros. Para Susana Arnedo, presidenta y una de las fundadoras, trabajar "la confianza y la autoestima" es clave. Bárbara coincide: "Yo llegué con muchos miedos y dudas. Todo el tiempo me preguntaba: ¿voy a poder? Cuando me di cuenta de que sí, mi autoestima se fue fortaleciendo".

Por María Ayuso

www.lanacion.com.ar 06/12/14

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