Trabajo seleccionado con motivo del Encuentro Virtual "El proceso de enseñanza-aprendizaje en contextos de pobreza", realizado en el mes de noviembre y diciembre de 2011 dictado por Área Psicopedagógica

Por María José Perroud

El nombre es parte de una canción, no sé quién es el autor, pero hace referencia por un lado a estas características que tienen estos niños y niñas: la resiliencia, de seguir a pesar de todo, de buscar estrategias, aptitudes que compensen las desventajas. Pero también la conjunción “Y” se refiere a todo lo que molesta, y…no habrá banco en otra escuela?, hablaron con el equipo?, los padres consiguieron turno con el psicólogo?, etc. Etc. Etc. esas “y” que restan siempre antagónicamente con lo que significa la palabra. En fin, a pesar de las “Y” esta es la historia.

Año 2009 realizo mi cuarto y último año del Profesorado Especial. A diferencia de programas anteriores esta residencia es en el rol de MOI (Maestro Orientador Integrador). Desde principio del año comienzo con mis observaciones del grupo 3º “B”, en el cuál hay dos niños con PPI.

Al principio mi relación con ellos fue muy difícil, va! Con la nena no tanto el problema era él: HUGO. Lo que le falta en lo pedagógico o en lo escolar, le sobra en la capacidad de percibir y “olfatear” las personas y para que estamos. En este caso YO. No podía acercarme a él porque se cambiaba de banco, en los recreos se metía en el baño de varones, único lugar donde yo no podría entrar.

El primer cuatrimestre fue esto: una sensación de pérdida de tiempo de ver a alguien que no quería ser observado. Dudaba de mis futuras intervenciones como MOI, de él dependía mi título y yo me quería morir.

Segundo cuatrimestre, pasaron las vacaciones de invierno, empezaba el trabajo visible y concreto. Todavía no podía descubrir yo lo importante que había sido la primera parte. El trabajo ahí había sido de Hugo, él me observaba, me controlaba la asistencia, temía mi permanencia dentro de la escuela, tenía terror de abrir su corazón y que lo dejen solo, otra vez.

En esta etapa, recién tengo acceso a su historia escolar: con siete años ingresa a pre escolar, año 2004. Pasa a Primero, repite. En el año 2007 segundo grado, repite. O sea que cuando yo llego a la escuela, año 2009 él tiene doce años y está trabajando con niños de siete y ocho.

Por suerte era petizo y no se notaba en la fila al formar nada de todo esto, pero en la Institución era un personaje muy conocido, que ninguna maestra quería tener.

Su familia: pobreza máxima, seis hermanos, su papá preso y su madre vuelve a tener una pareja, pero esta vez, una mujer. Si bien, las elecciones personales no son del ámbito de nuestra opinión, el problema aquí eran las condiciones edilicias de la vivienda. Un ranchito de madera, donde todo era una sola habitación.

De su madre no hablaba, de su papá sí, la verdad. Que ya iría a salir y lo vendría a buscar, que lo visitaba, y eso se notaba el día lunes porque venía destrozado anímicamente.

Él trabajaba, en el carro buscando basura para sus animales y para ellos.

Con todo esto uno DEBE preguntarse ¿qué puedo enseñarle que haga su vida un poco mejor? Es muy difícil encontrarle sentido al futuro con este presente y con el pasado que por ahí uno supone.

Realizamos las pruebas que debía hacerle para registrar e interpretar y así recibirme. Tenía buena motricidad fina, esquema corporal completo al reconocerlo pero no podía dibujarse él ni al otro. Sus juegos eran violentos y muy agresivos verbal y físicamente. Después del resto de las famosas pruebas de Piaget llegué a inferir que se encontraba en un pensamiento pre operatorio intuitivo. El reconocí las letras pero no podía formar palabras, hicimos muchos trabajos con masa, con pinturas, así sí quería trabajar, en el cuaderno no. Aunque era un excelente copista, no podía leer lo que escribía y mucho menos comprender.

La propuesta consistió en trabajar los mismos temas que la docente le daba al grupo completo pero adaptarle la metodología, usar todos los elementos que creyera pudiera llamarle la atención y querer así realizarlas.

El año pasó volando, nos hicimos casi amigos. Me contaba de su papá  cada vez que lo visitaba, como había andado su trabajo la tarde anterior, me pedía monedas, él sentía la responsabilidad de mantener su familia, con sus cortos doce años.

Ahora está bueno preguntarnos ¿por qué iba a la escuela? Y la respuesta es tan triste como su misma historia: por el bendito plan social, que, dicho sea de paso, si faltaba y su mamá se enteraba, al día siguiente la hebilla de un cinto se escondía bajo su remera. Y acá hay muchas opiniones: mejor que vaya aunque sea por eso, que va a ser en la calle todo el día, a la larga algo aprende, hay Dios…miles de cosas podemos opinar de afuera pero quien sufre esta situación sólo es el niño que la padece.

Sentado entre enanos, chiquitos, juegan con pavadas, son unos chupa medias,…pero saben leer y escribir, sus libretas son hermosas, sus padres van a las reuniones y no a citaciones personales, a la tarde juegan y se visitan, en fin una vida tan distinta a la de Hugo que parece mentira que puedan convivir en un mismo establecimiento realidades tan adversas. Y no porque esté de acuerdo con la homogeneidad de edades, ideas y realidades, sino porque algo, estaba fallando y está aún en este sistema que delata tanto las diferencias pero no como una riqueza sino como desventajas.

Mientras leía el material, encuentro a encuentro, iba pensando en casos de alumnos que tenían algunas de estas características vividas. Pero creo que las tuvo todas: falta total de derechos en sus primeros años de vida, roles poco claros o mal establecidos en su hogar para que él con sus pocos años tenga de sostener una casa, de la institución no hablemos…repitencias, repitencias, repitencias, parece la única solución frente a estos casos, y una afortunada maestra por año que “le toca el premio”. Esto no pasa solo acá ni apunta destruir a esta Institución. Hacen lo que pueden con lo que saben, les van agregando piezas nuevas como una MOI, una maestra de sección, cada tanto aparece el SAIE, pero no logran aún mirar la escuela desde otro lugar, y ver con dolor tal vez, que la realidad va cambiando. Y que esa escuela que antes tenía características muy buenas que las distinguía hoy debe adaptarse a la población de alumnos. y sentir, sobre todo SENTIR que no baja de categoría por ello, sino al contrario: están llevando a cabo el mejor de los proyectos, que es una escuela abierta a la diversidad, diversidad de estas dimensiones, donde hay que intentar que estos vayan a la escuela no solo por el plan social sino porque sus padres y el niño quieren crecer, cambiar mejorar, y aquí aparece otro desafío, el trabajo con la familia real, no el que queda en un papel para cumplir sino aquel trabajo que llega a largo tiempo a transformar vidas.

Hace unos meses lo vi. En su carro, a mil. Le grite HUGO y él miró totalmente asombrado. Sus ojos, los mismos ojos redondos y brillantes que hablan sin abrir la boca, que lo dicen todo, que expresaban bronca, odio, tristeza pero también satisfacción y alegría cuando salía bien algo…me miró fijamente, se tomó su tiempo para reconocer la voz y quien le hablaba…y me guiñó un ojo. Esa fue toda la expresión que me dedicó, pero no fue poco. No nos olvidamos, así que tengo la esperanza que todo lo que hablamos en los recreos, tampoco se olviden.

No le será fácil adaptarse desde otro lugar a nuestra sociedad, crecer y aceptar esa realidad de su familia, su papá saldrá y habrá que ver que pasa ahí, pero bueno, la vida continua y mientras tengamos voz, seguimos cantando.

A Hugo con todo mi amor

María José Perroud
DNI 25.288.442

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