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La realidad muchas veces parece indicar que la cárcel más que un espacio para la reeducación termina siendo la universidad del delito. Por eso, varias organizaciones trabajan desde distintos ángulos para brindar a los internos posibilidades de reinserción social y laboral, enfocándose en cambiar la violencia diaria que transitan por un ámbito que les permita pensar y proyectar un futuro mejor.

En ese sentido, los penales de mujeres de Ezeiza son uno de los lugares donde más actividades se realizan. Allí, una de las asociaciones que trabaja es Yo no Fui, que ofrece proyectos artísticos y productivos para acompañar a las presas en su proceso de recuperación de la libertad, a través de la capacitación y la autogestión.

Comenzaron con unos talleres de poesía dentro de la Unidad 31 dictados por María Medrano, directora del proyecto, a los que luego sumaron otros de fotografía, serigrafía, encuadernación y textil. Las actividades se realizan dentro y fuera del penal.

"Las chicas vienen del penal a nuestra sede una tarde completa con permiso de trabajo. Hacemos capacitación y producción, y vuelven a la noche. Acá transitamos por todas las técnicas textiles, como corte, costura, tejidos, y con eso armamos productos que se venden en ferias a diseñadores independientes", explica Marcela Bonifacio, coordinadora del taller textil en el que utilizan materiales donados y descartes de la industria textil que reciclan.

Blanca conoció Yo no Fui a través de los talleres de poesía en el penal y enseguida se sumó. "Me ocupaba de la biblioteca. Básicamente me mantenía ocupada y mataba el tiempo", recuerda. Hace seis años salió en libertad y comenzó a trabajar con ellos y en forma particular haciendo prendas en telar. "Me va bien, no me puedo quejar", afirma mientras cuenta que en 2009 volvió al penal, pero como profesora para enseñar la técnica a otras internas. "Fue impactante, pero es lo que me tocó vivir", dice.

También en Ezeiza, en el Instituto Correccional de Mujeres Nº 3, desde 2008, se pusieron en marcha unos talleres de capacitación para generar una línea de objetos producidos con descarte de materiales, que adoptó el nombre de Marca Cárcel. La iniciativa surge de SatoriLab, los laboratorios de diseño experimental colectivo coordinados por el diseñador industrial Alejandro Sarmiento y la periodista Luján Cambariere. La misma se da en el marco de las acciones que lleva adelante el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación , a través de la Subsecretaría de Asuntos Penitenciarios y de la Dirección Nacional de Readaptación Social, y tiene como objeto capacitar a las reclusas en un oficio: la producción de objetos de diseño con materia prima gratis -envases Pet y descartes industriales- y baja tecnología.

"Tomamos el diseño como una verdadera herramienta de reinserción social. Las cifras oficiales muestran que los internos que reciben capacitación y pueden reinsertarse no reinciden en el delito -afirma Cambariere-. La idea es que una vez recuperada la libertad las mujeres puedan replicar estas técnicas para la producción de objetos, sin necesidad de inversión y logrando un ingreso genuino para ellas y sus familias."

Así, las internas comenzaron a producir las Pet Bols, simpáticas pelotitas realizadas con los fondos de las botellas plásticas; algunos juguetes como el robot Naturito, con descarte cedido por la empresa de cosmética Natura; el contenedor Dida, realizado con desechos donados por Adidas, y la luminaria Invasura Pet.

El desafío actual es potenciar la comercialización y afianzar el nuevo taller que comenzó a funcionar fuera del penal para que las mujeres que salen en libertad también puedan aprender las técnicas para ganarse el sustento. En prisión se acentúa la ruptura de los lazos sociales y laborales, y su estigmatización social les hace casi imposible conseguir un empleo.

Más allá de la oportunidad para las internas, para SatoriLab la experiencia tiene una connotación muy especial: "Aunque suene duro, trabajamos con descartes y Marca Cárcel nos permite sumar un granito de arena a una de las poblaciones más descartadas", explica Cambariere, para quien la reutilización de los materiales industriales se plantea como metáfora de una nueva oportunidad en la vida.

Solidaridad y tecnología

Con la misma metáfora como guía, María de las Cárceles creó en 1998 el programa Segunda Posibilidad: solicitan computadoras en desuso a las empresas para que los presos las reacondicionen y así donarlas a escuelas necesitadas de todo el país.

Actualmente, el programa se desarrolla en las Unidades Penales (UP) 24, 32 y 42 de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, y consta de una escuela de informática y varios talleres. "Una vez terminados esos cursos pueden seguir como instructores en la escuela y en el taller de reparación de PC, de donde salen las computadoras para las escuelas", explica Adriana Von Kaull, presidenta de la institución.

De esta manera, además de ayudar se capacita a los presos en las nuevas tecnologías para que puedan tener una posible salida laboral cuando queden en libertad. Por eso, en breve también pondrán en marcha un taller de Linux, el sistema operativo de código libre, que ofrece múltiples posibilidades para los programadores informáticos.

Pero la veta solidaria también creció. Ahora está en marcha el Banco de Sueños, que con la misma metodología de Segunda Posibilidad tiene como destinatarios a los niños de bajos recursos económicos que son dados de alta en el Hospital Garrahan.

Durante su internación los chicos asisten a la escuela hospitalaria, donde entran en contacto con las nuevas tecnologías. Pero con su alta médica se termina el vínculo porque en su casa no cuentan con una computadora.

"Muchos chicos nos decían que no se querían ir del hospital por no quedarse sin computadoras. Ahora podemos darles la oportunidad de seguir trabajando con lo que aprendieron", sostiene Von Kaull.

Contra la violencia

Basado en las técnicas de respiración, meditación y yoga de Sri Sri Ravi Shankar, la Fundación El Arte de Vivir realiza su programa Prison Smart en varias unidades penales bonaerenses. Allí ayudan a los reclusos a reducir el grado de violencia y la dependencia a las drogas. Pero también les enseñan técnicas para tomar responsabilidad por sus actos pasados y manejar exitosamente los futuros conflictos y las situaciones de estrés.

"El interno tiene altas y bajas, juega mucho con la mente y la lleva al pasado, al futuro y se olvida del presente. Tendemos a ser depresivos y un poquito violentos. El yoga te enseña a ser ambicioso a corto plazo, a disfrutar el presente", explica Marcelo, que está detenido desde hace poco más de cuatro años en la Unidad Penal N° 48, de Don Torcuato, y pronto comenzará con el beneficio de las salidas transitorias.

Durante los últimos tres años se mantuvo haciendo los cursos y hoy es un promotor de los cursos dentro de la UP 48. "Esta es mi tercera causa, tengo experiencia más que suficiente para enseñarle a un pibe que viene por primera vez a una cárcel que hay muchos recursos en la vida", sostiene.

En el mismo sentido, uno de los guardias del pabellón agrega: "La conducta de las personas que hicieron el curso cambió, se los nota más serenos y comienzan a cambiar el lenguaje carcelario por términos corrientes".

Más allá de la modalidad elegida, en todos los proyectos la clave está en no marginar a los internos y en motivar sus potencialidades. Se trata de ofrecerles la posibilidad de cambiar esa idea de entran mal y salen peor, y probar que pueden terminar de una manera diferente.

Por Iván Pérez Sarmenti
Para LA NACION

35 mil

internos son los que reúne el Servicio Penitenciario Federal y el bonaerense

1900

son mujeres; algunas participan de talleres artísticos y manuales para aprender algún oficio

Cómo colaborar

María de las Cárceles: www.mariadelascarceles.org.ar
Yo no Fui: http://proyectoyonofui.blogspot.com
Marca Cárcel: http://marcacarcelxsatorilab.blogspot.com
El Arte de Vivir: www.elartedevivir.org

www.lanacion.com.ar 13/11/10