Montañas de muchos colores: rojo intenso, gris, verde, marrón, y marcadas por la erosión del viento y el agua. Ese es el telón de fondo de la Escuela Batalla de Chacabuco, una institución de frontera en Calingasta, San Juan.

Las últimas gotas de lluvia cayeron hace siete meses y la aridez se combina con un calor sofocante, inesperado en esta época invernal. Allí, custodiados por la cordillera de los Andes, 26 niños y adolescentes asisten a la escuela en busca de un futuro mejor. Como la escuela fue completamente remodelada y ampliada hace menos de un año gracias a la donación de una empresa minera, es más contrastante encontrar una construcción de semejante calidad en medio de la inmensidad natural.

Sólo tienen 3 aulas plurigrado: en una funciona el nivel inicial al que asisten 5 alumnos, en otra la primaria (de 1° a 5° grado) con 14 alumnos, y en la tercera la secundaria, integrada por 7 alumnos de 6° año, más los de ciclo básico (1°, 2° y 3er. ciclo).

"La escuela está en Hilario, donde viven menos de 100 personas. Los alumnos vienen desde un radio de 1 a 10 kilómetros a la redonda. Gracias a un programa nos entregaron 5 bicis y están por llegar otras 2, que repartimos entre los chicos que viven más lejos", explica Rodolfo Iñón, que ejerce la doble función de director y docente de secundaria. Él vive en la escuela junto a su mujer (es docente en otra institución de la zona) y sus dos hijas, que son alumnas de la escuela.

Cerca del mediodía, los alumnos van llegando con sus guardapolvos blancos a la escuela. Las clases transcurren de 13.30 a 17.30, en las que tienen un recreo para ir a jugar al recién estrenado playón, donde hay cancha de fútbol y básquet.

"Todos los chicos que cursan el ciclo básico tienen las netbook de Conectar Igualdad. El Ministerio de Educación provincial nos provee Internet para todo lo administrativo y gracias a la Fundación Cruz del Sur, desde 2011 tenemos Internet para los alumnos", dice Iñón, mientras instruye a sus alumnos del ciclo básico para que inventen historietas en un programa que tienen instalado en su netbook.

Es que esto de enseñar a alumnos de diferentes niveles, en la misma aula, es un desafío constante. Algunos se distraen, hablan entre ellos, no siguen las consignas, mientras Iñón hace lo posible por seguir la jornada escolar de cada alumno. "La dinámica es a full. Enseñás en la misma área y el mismo tema, y los vas complejizando a medida que subís de grado. Es bastante difícil y agotador por la cantidad de conocimientos que tenés que impartir en poco tiempo. Esto no está escrito en los libros y tenés que ir improvisando", explica Iñón, mientras los chicos ceban unos mates en el aula.

En el salón de primaria, la docente tiene un pizarrón dividido en tres, para poder ir nivelando los contenidos en función de la necesidad de cada alumno. "Seño, ¿puedo ir a tomar agua?", dice uno de los niños para poder aplacar un poco el calor y la sed.

Una vez que terminan el ciclo básico, los alumnos tienen la posibilidad de ir a dos secundarios en Barrial. En 2013, de los dos alumnos que egresaron, sólo uno siguió el secundario. "Hoy, nuestro desafío es poder brindar una mejor educación. Cuando uno tiene grados agrupados empieza a priorizar contenidos. Damos lo básico. Nos faltan más áreas específicas como música, teatro o inglés, y tener una orientación. Y eso sólo se consigue con más factor humano. Para eso nos estamos aliando con escuelas de la zona, para poder pedir más profesores", agrega.

www.lanacion.com.ar  06/09/14