Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.

Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.

Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.

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Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.

Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.

La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.

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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

Se brinda asesoramiento, información y formación  acerca de las pedagogías alternativas.

Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.

El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

La educación agrotécnica impulsa el desarrollo comunitario de pequeñas localidades, forma sujetos sociales comprometidos y busca frenar el éxodo del campo a la ciudad

Son las dos de la tarde de un lunes nublado y ventoso: en el Valle de Sancabao, Neuquén, el Centro de Educación Integral (CEI) San Ignacio, de la Fundación Cruzada Patagónica, bulle en actividad. Por un camino de tierra surcado de álamos y cipreses de altas copas amarillas, unos veinte jóvenes de entre 15 y 16 años regresan de la huerta cargando palas, rastrillos y arrastrando carretillas. En la sala de industria de alimentos, alumnos de tercer año, con cofia y delantales blancos, elaboran dulce de sauco; mientras que en la de faena, otros trozan un capón para la producción de salame y jamón crudo. Ubicado a 10 kilómetros de Junín de los Andes, este secundario agrotécnico fue fundado en 1982, como parte de una misión central: acompañar el desarrollo integral de los pobladores de las comunidades rurales del noroeste de la Patagonia. Se trata de una escuela de gestión social, gratuita, a la que asisten 220 alumnos de los cuales 140 se albergan en su residencia estudiantil: son chicos de parajes de hasta 500 kilómetros de distancia; para quienes, de otra forma, acceder a un secundario sería sumamente difícil. "La escuela se adapta a la idiosincrasia del lugar, brindando una educación integral, para que el día de mañana los egresados puedan permanecer en el campo y trabajar en cualquier emprendimiento", explica Daniel Sacallán, responsable de comunicación de Cruzada Patagónica.
Desde los comienzos de su historia y hasta el presente, la Argentina dependió fuertemente de su producción agroindustrial. De norte a sur y de este a oeste, son cada vez más las escuelas que, como el CEI San Ignacio, apuestan a la educación agrotécnica, con el objetivo de formar alumnos comprometidos con el desarrollo del medio rural donde viven. Adaptándose a las características culturales y productivas de los sitios en que están insertas, buscan que puedan quedarse en sus lugares de origen, mejorando su calidad de vida y la de sus familias.

Grandes desafíos

Federico Cayumil tiene 17 años y nació en Naupa Huen, un pueblo rionegrino. "Cuando terminé la primaria, no pensé en seguir la escuela: quería quedarme en el campo, trabajando. Pero con el tiempo, me empecé a dar cuenta de cuánto servía el estudio", admite. Incentivado por su mamá, se anotó en el CEI San Ignacio, donde hoy cursa segundo año. "Mis viejos no tuvieron escuela y cuando yo egrese, voy a ser el primero en terminar el secundario en mi casa". El día de mañana, le gustaría regresar a Plottier, donde vive su familia, y trabajar en alguna actividad vinculada con el campo.

Juan Carlos Bregy es director ejecutivo de la Federación de Institutos Agrotécnicos Privados de la República Argentina (Fediap), asociación civil que busca fortalecer la calidad de la enseñanza agropecuaria en el ámbito rural. Sostiene que en aquel hay, aproximadamente, unas 500 escuelas de educación media. "Existe un esfuerzo muy grande de la sociedad civil, que, a través de distintas organizaciones, ha tomado conciencia de la importancia de la educación rural en general y agropecuaria en particular. Se trata de formar a los jóvenes que, en un futuro próximo, entrarán al mundo de trabajo del sistema agroindustrial, que el país tanto necesita", dice.

Para Bregy, este tipo de educación se vincula con la "pedagogía de la esperanza". "Tomando a Paulo Freire - influyente pedagogo brasileño (1921-1977) - creemos que hay que poner mucho énfasis y sacrificio para que los alumnos del medio rural puedan quedarse en el mismo una vez terminados sus estudios, promocionarlo y desarrollarlo".

Sergio Rumene, durante diez años director del CEI San Ignacio, explica que este secundario fue el primer agrotécnico en el sur de la provincia de Neuquén. Además, cuenta con talleres de formación profesional y una primaria semi-presencial para adultos: todos los días, tres maestras se trasladan a parajes mapuches y criollos de la zona, donde reúnen a pobladores de entre 20 y 75 años, la mayoría analfabetos.

Rumene dice que existen algunos prejuicios vinculados a la educación agropecuaria: "Mucha gente piensa que la región pampeana es la única que amerita tenerla: las demás regiones son vistas como marginales en cuanto a los sistemas productivos. Esto es un contrasentido, porque si aquellos no están desarrollados, es porque la escuela no oficia de promotora". Y remarca: "Creemos que en cada comunidad tiene que haber una escuela agrotécnica: su actividad condiciona la territorialidad del lugar". Carlos Loitegui, ex presidente de la Funda-ción Carlos Díaz Vélez (que colabora con colegios rurales de 14 provincias del país), dice: "En muchos parajes y ciudades chicas, el colegio es el centro de la comunidad: si la escuela se pierde, la población se disgrega. La mayoría de las escuelas con las que colaboramos son estatales o de gestión social. Apoyamos una diversidad de proyectos, algunos didáctico-productivos, donde los chicos pueden generan productos con valor agregado, como dulces, que ingresen dinero para solventar gastos". Loitegui opina que mejorar las condiciones de enseñanza-aprendizaje es uno de los grandes desafíos.

Rumene concluye que las escuelas agrotécnicas deben ser instituciones de "tranqueras abiertas": "Nuestro objetivo es que los alumnos puedan mejorar su calidad de vida y la de su comunidad. Buscando, por ejemplo, que sus familias no desarrollen únicamente una economía de subsistencia, sino que les permita tener excedentes para comercializar".

Desarrollo comunitario

A 420 kilómetros al sur de Junín de los Andes, se encuentra el Centro Educativo Agrotécnico (CAE) del Valle de Cholila, también de Cruzada Patagónica. Creado en 2008, asisten 130 alumnos, de los cuales 40 viven en sus residencias. Como todos los jueves a las seis menos diez de la mañana, con su infaltable boina blanca, Julio Chamizo se acomoda en la camioneta y se prepara para recorrer 500 km a lo largo de la jornada. Es ingeniero en producción agropecuaria, profesor del CAE y coordinador del proyecto de articulación didáctico-productiva que Cruzada Patagónica, con el apoyo de Pérez Companc, desarrolla en las escuelas de los parajes de Cerro Centinela y Carrenleufú, en la frontera con Chile.

La iniciativa se inscribe dentro del área de desarrollo rural: "El objetivo, es iniciar a los alumnos en el conocimiento de las actividades productivas, para que el día de mañana, si van a una escuela agrotécnica, estén empapados de las nociones básicas. Con ejemplos prácticos, se refuerza los contenidos que ven en el aula", explica Chamizo. "La idea es que aprendan a cuidar animales y vegetales, y puedan llevar luego esos conocimientos a sus casas". Nahuel Ancina tiene 37 años y es profesor de la materia proyectos tecnológicos, que cursan los alumnos de sexto año del CAE. "Se enmarca dentro del método de aprendizaje- servicio: los chicos realizan actividades solidarias con familias de alumnos u otros pobladores, poniendo en práctica lo que aprendieron en el aula", explica. "Muchos viven en medio de la estepa y tienen necesidades acuciantes, como falta de agua o electricidad". Este año están construyendo un generador eólico para la casa de dos alumnos en Colonia Cushamen. El proceso va desde el diseño, la construcción y la colocación. "Para los chicos, ver que pueden ayudar a una familia con su trabajo, es muy emocionante", concluye.

De la Patagonia a la Puna

En el km 82 y medio de la ruta 51, municipio de Campo Quijano, Salta, se encuentra el Colegio Secundario Albergue de Montaña de la Fundación Alfarcito. "Somos el único secundario en la Quebrada del Toro, y el único con albergue de la provincia", cuenta Claudia Jovanovich, su directora. "Es una zona árida, de puna, con intensa radiación solar todo el año: dependemos esencialmente de ésa energía y no tenemos electricidad". Fundando el 5 de diciembre de 2009, abrió sus puertas en 2010 para recibir a la primera camada de alumnos. Nació con el objetivo de "dar respuesta a los chicos que al terminar la primaria, dejaban a sus familias. Algunos no continuaban estudiando y otros tenían que trasladarse a Campo Quijano, Rosario de Lerma o Salta, para poder asistir a un secundario". Ante esa realidad, Sigfrido Maximiliano Moroder, conocido como el padre Chifri y fundador de Alfarcito, se propuso "que no se vieran obligados a emigrar".

En la actualidad, asisten 142 alumnos de las 18 comunidades de la Quebrada. En el albergue, algunos se quedan de lunes a viernes, mientras que otros regresan a sus casas sólo durante los recesos de invierno y verano. "Hay chicos que viven en las proximidades de la ruta, pero otros hacen caminatas de 10 o 12 horas, cruzando los cerros y cuerpos de agua, para llegar hasta aquella", explica Jovanovich. "Provienen de familias de escasos recursos, que se dedican a la cría y pastoreo de animales y al cultivo de algunos vegetales, concretamente la papa andina.

Los productores están organizados en una cooperativa para comercializarla, trabajo en el que intervino la Fundación Alfarcito". Los alumnos egresan con el título de bachiller en turismo. "Además, tenemos talleres con las especialidades de agronomía (como huerta y cultivo en invernadero), artesanías (telar, cerámica y carpintería), construcciones bioclimáticas, cunicultura, entre otros. La idea es que refuercen lo que aprenden en sus casas, enseñándoles nuevas técnicas y cómo, utilizando los recursos de la zona, pueden mejorar la calidad de vida de toda su familia. Queremos que revaloricen la cultura de sus ancestros, y que se animen a capacitarse para quedarse en su tierra. Muchos están empezando a ir a la universidad y tenemos la esperanza de que puedan volver para desarrollar proyectos en sus lugares", concluye Jovanovich.

En tierra colorada

El Instituto Superior Agrotécnico Escuela de la Familia Agrícola (EFA) Jesús de Galilea, está ubicado en el municipio Dos de Mayo, sobre la ruta 14, en la zona centro de Misiones. "Se encuentra en el área periurbana y recibimos casi exclusivamente a chicos de zonas rurales", cuenta Hugo Da Silva, su rector. "La mayoría de los pobladores son minifundistas con pequeñas producciones para la renta (tabaco, yerba mate y té) y el autoconsumo". La EFA cuenta con albergue y trabaja dentro de la Metodología de la Alternancia, sistema que nace en la comuna rural de Serignac Peboudou, Francia, entre 1935 y 1937. Allí, un grupo de campesinos junto al sacerdote Granereau, reflexionando sobre la educación que querían para sus hijos, plantearon que aquellos no estaban dispuestos a dejar a sus familias para trasladarse a la ciudad a continuar sus estudios. Además, los padres los necesitaban para las tareas del campo.
"Los alumnos están dos semanas en la escuela y dos en su casa trabajando con su familia", explica Da Silva. "Esta ideología se resume en la tríada acción-reflexión-acción (y no teoría-práctica): consideramos que los chicos aprenden en sus casas; traen sus conocimientos de la práctica familiar a la escuela, donde los resignifican en base a los aportes de otros alumnos y docentes; y luego vuelven a sus medios para provocar una modificación positiva en su quehacer agrícola".

Se trata de una escuela pública de gestión privada y de base asociativa: está a cargo de una asociación civil (integrada por padres de los alumnos), que es la propietaria. "El Estado provincial cubre el sueldo de los docentes y una muy pequeña parte para los gastos del comedor", explica Da Silva. "Lo demás, se sustenta por una cuota que pagan las familias para la alimentación y administración, y con proyectos y concursos a los que nos presentamos". Según Da Silvia, toda EFA tiene que dar respuesta a las demandas de la comunidad: sino, pierde su razón de ser. "Tiene dos grandes finalidades: la formación integral de jóvenes del medio rural y el desarrollo territorial". Con respecto a la primera, explica: "La parte humanística es central. Todo se considera formativo: por ejemplo, no tenemos personal de servicio y los chicos hacen el mismo trabajo que en sus casas: limpian, colaboran con la cocina, ordenan sus cuartos. Además, participan desde su lugar de la toma de decisiones: es un sistema democrático. Más allá de que sean buenos técnicos, queremos que sean buenas personas". Con respecto al desarrollo territorial, dice: "La EFA busca retener al alumno en el medio rural: en Misiones, muchos jóvenes emigran a las ciudades, no porque quieran, sino porque no tienen posibilidades de mejora en su lugar. El objetivo es que se capaciten y se relacionen con otras instituciones a través de la escuela, para aplicar ese aprendizaje dentro de su comunidad y desarrollarla".

Por María Ayuso

www.lanacion.com.ar  06/06/15

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