Aumenta el número de niños que denotan mudez o repetición de sonidos sin contenido, derivados de la carencia de diálogo y lectura en el entorno próximo.

Julieta tiene tres años y casi no pronuncia palabra. En la salita amarilla de un jardín ubicado a 15 cuadras de la plaza Rivadavia, a la que asiste, su compañero Matías habla mucho, pero no se le entiende.

Estas situaciones y otras parecidas se repiten en jardines de infantes y en los primeros años de las primarias bahienses, en los que se detectan muchos inconvenientes denominados trastornos del lenguaje, que, de no ser tratados, implican una deficiencia en el desarrollo de la lectoescritura y falencias permanentes en el estudio y en la vida relacional.

Incluso, una ausencia de diagnóstico en las etapas iniciales de la enseñanza puede implicar que el niño se sienta en algún momento discapacitado o con un cuadro irreversible, cuando, en realidad, careció de un proceso de aprendizaje en su hogar, una falta de ejercicio de la lengua materna.

Los directivos de establecimientos del nivel inicial consultados afirmaron que se incrementan los casos de niños cada vez más chicos con deficiencias en su comunicación oral.

"Antes, esta problemática se daba en pocas ocasiones y en los de cinco años; ya hace un tiempo que se notan en pequeños de tres y cuatro años", recalcaron docentes de establecimientos ubicados en diversos barrios.

Uno de los inconvenientes es que el 63% de los jardines de infantes públicos locales carece de fonoaudiólogos como parte del plantel de los equipos de orientación escolar de la DGCyE.

Además , los existentes atienden, en primer término, a los alumnos de las salas de cinco, por ser los que egresarán del nivel e ingresarán a la primaria. Los demás, salvo los casos graves, no son tratados.

En total, hay 22 profesionales para una matrícula de 9.000 alumnos de entre tres y cinco años; es decir, uno cada 409 chicos.

Las falencias se descubren a la hora de sociabilizar con pares y adultos en los jardines y se notan con mayor énfasis en el ingreso al primer año de las primarias básicas.

El grueso de las mismas no deriva de problemas orgánicos, sino de falta de estimulación familiar y un medio social poco proclive a facilitar la comunicación, aseguran los consultados.

Por ese motivo, es fundamental observar los desórdenes a tiempo, para un tratamiento rápido, antes de que los chicos se crean incapaces de relacionarse o de aprender a leer, cuando el problema no es una discapacidad, sino un proceso comunicacional no realizado en el momento primario del crecimiento.

Sin embargo, no todos los inconvenientes detectados son importantes, porque algunos tienen que ver con el proceso madurativo de cada niño.

Como las razones de los trastornos en el habla son, más bien, socioambientales, la realidad se puede unir a otros aspectos que se registran en el ámbito educativo, como el incremento de los niños con trastornos emocionales severos, que no tienen desórdenes neurológicos, y son derivados a escuelas especiales por su imposibilidad de adecuarse al sistema.

Los trastornos del lenguaje pueden derivar en patologías más severas, a desarrollarse en el futuro, como retardo mental, problemas de lectoescritura o enfermedades psiquiátricas.

¿Qué observan los docentes?

La realidad que notan los docentes comprende situaciones como:

• Chicos que tartamudean.

• Niños de tres años o más que no hablan.

• Menores que no se pueden expresar verbalmente y recurren a las señas o a los golpes, para conectarse con los demás.

• Chicos que repiten un sonido, casi desconectados del mundo, como falsos autistas.

• Infantes con escaso vocabulario (no más de 15 palabras).

• Dificultades para expresarse.

• Lentitud en la concreción de frases.

• Chicos que tragan sin masticar.

• Niños que se manejan con sonidos y no con palabras.

• Hablan, pero no modulan y no se comprende lo que dicen.

Panorama en dos escuelas especializadas

Existen en nuestro medio dos escuelas públicas especializadas en trastornos del lenguaje. Se trata de la EEE N º 513 (sita en Las Heras 339), que atiende también a sordos e hipoacúsicos, y la EEE N º 509 (con sede en Almafuerte 469).

En ellas, se detecta también la llegada de alumnos pequeños con este tipo de problemática.

"No son temas genéticos, sino determinados por el ambiente sociocultural", destacó Cristina Volpi, de la EEE N º 509, donde se atienden chicos de entre 4 y 9 años de edad, de la ciudad y la zona, que se integran a escuelas comunes.

"Se dejó de priorizar la palabra como medio de comunicación; por eso aumentan estos casos y la violencia, como forma de resolver situaciones", dijo.

Por su parte, la vicedirectora de la EEE N º 513, Alicia Simonelli, afirmó que observan trastornos de lenguaje más severos, en chicos más pequeños.

"Hablan poco, tienen vocabulario escaso o no se les entiende. Eso, a los cinco años, ya debería estar resuelto. La falta de estimulación y la carencia de diálogo, que se reemplaza por horas de televisión o de Internet, es parte de las causas, que son múltiples", destacó.

Reclaman más

El Colegio de Fonoaudiólogos de Bahía Blanca, consultado al respecto, confirmó el incremento de la problemática y la necesidad de atender los síntomas precozmente, porque muchos de los problemas pueden resolverse en menos de un año de tratamiento.

Su titular, Mirta Mendizábal, indicó que, justamente, están elaborando una solicitud para que se incremente el número de fonoaudiólogos en unidades sanitarias.

"Hay sólo dos profesionales en las unidades sanitarias; precisaríamos, por lo menos, nueve más", acotó.

Mendizábal agregó que también se deberían aumentar los cargos en las escuelas.

"Nos comentan que son cada vez más los casos, pero los equipos no dan abasto", acotó.

"Los hospitales públicos tampoco tienen recursos suficientes. En el hospital Municipal, atienden, principalmente, emergencia en audición. Y en el hospital Penna, no son suficientes con la amplitud de la cobertura", recalcó.

Acotó que el "lenguaje posibilita la lectoescritura. Si no se resuelve la mala oralidad, se arrastran las dificultades. Eso provoca, incluso, el fracaso escolar".

Los fonoaudiólogos tratan las alteraciones en la voz, audición, habla y lenguaje (disfonías, hipoacusia, dislalias -errores en la producción de sonidos consonánticos-, ecolalias -repetición automática de una palabra o sílaba-, respiración bucal, masticación y deglución disfuncional, entre otros).

La carrera de fonoaudiología, de cinco años de duración, no es una opción académica en la ciudad; se puede estudiar en universidades estatales de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, San Luis o Rosario, por ejemplo.

En el distrito, trabajan alrededor de 100 fonoaudiólogos.

Las causas

Si bien los desórdenes en el lenguaje se dan mayoritariamente en niños de familias de escasos recursos, no son excluyentes de este sector social. En todos los casos, se apunta como determinante el rol de la familia.

"La falta de estimulación es igual en todos: padres que no estimulan porque no saben, la falta de buena alimentación, o, en muchos casos, porque están ausentes. En los pobres, tal vez no haya estimulación alguna; en los de mayores recursos, tienen una estimulación visual, con los jueguitos o Internet, pero no diálogo con otros", destacaron los profesionales consultados.

Docentes y fonoaudiólogos coinciden en que los orígenes de los trastornos se basan en el ambiente sociocultural en el que crece el niño, en la falta de hábito de diálogo y lectura y la inexistencia de la conversación como vínculo principal.

"El lenguaje se aprende de los otros, de las personas con las que uno convive", mencionó Mirta Mendizábal.

El panorama fue también avalado por las inspectoras de la rama de Psicología (de la que dependen los equipos de orientación escolar) Zulma Durand y Edith Piangatelli.

"La familia es la clave: uno aprende de lo que ve. Los niños solos, sea sin medios económicos o con ellos, no logran la misma relación con los otros que un chico contenido y estimulado, que ve leer el diario a sus padres o que sus abuelos suelen contarle un cuento", aseveraron.

Dato

Un informe realizado por un equipo local especial, en 2002, indicaba que el 20% de los chicos de los jardines de infantes tenía inconvenientes en el habla.

No existen estadísticas actuales, pero todos los consultados afirman que el número creció.

Dicho estudio, integrado, entre otros, por el neurólogo infantil Carlos Vecchi, fue elevado a las autoridades educativas.

No obstante, desde ese momento a la actualidad, sólo se otorgó un cargo de un fonoaudiólogo más, en los jardines de infantes.

También en el Penna

En el Hospital Interzonal General de Agudos "Doctor José Penna", funciona la unidad de fonoaudiología, que cuenta con dos profesionales y reciben por mes a 80 chicos, de entre 6 y 24 meses de edad, de la ciudad y una amplia zona.

Según explicó la titular del servicio, licenciada María Rosa Coletti, va en aumento la cantidad de niños que llegan al nosocomio con trastornos varios preocupantes; especialmente, pequeños de más de tres años que no hablan.

"En el primer semestre de 2008, hubo 22 pacientes de entre 3 y 4 años, que consultaron de manera tardía: no habían tenido ningún control fonoaudiológico y la recomendación (en el caso que se hubiera consultado) de los pediatras fue de "esperar". También hubo casos de pequeños de 4-5 años con lenguaje correspondiente a los dos años de edad", indicó.

"El problema es que la derivación, a esa edad, es retrasada, porque, en realidad, si no hablan, hay que prestar atención ya a los dos años. No es normal que a los tres no se comuniquen con palabras y esta situación merece, cuanto menos, una consulta", destacó.

La licenciada en fonoaudiología Mariana González (la otra integrante fija de la unidad) agregó que "las actividades verbales no existen aisladamente y el entorno tiene una repercusión en el conjunto de la personalidad del niño.

"El hecho de no poderse expresar constituye, para algunos chicos, una frustración tal que reaccionan recurriendo a rituales tranquilizadores, como replegamiento o ecolalias (repetición de vocablos sin sentido). La mayor parte sólo se hace comprender por sus familiares, pero los que no, se vuelven gruñones e insatisfechos", acotó.

La unidad de fonoaudiología del hospital provincial (sito en Láinez 2.500) dispone, desde 2001, de un programa que trata aspectos fonoaudiológicos de los recién nacidos y les realiza un control hasta los dos años de vida, durante los que se analizan audición, desarrollo y comunicación.

"En estos niños, se logra que no posean, en general, problemas de lenguaje, lo cual indica la importancia del tratamiento prematuro y el seguimiento", destacó.

En la unidad, trabaja, además, una fonoaudióloga ad honorem , para fisurados, y una profesional cuya beca abona la Municipalidad , para el diagnóstico en acústica.

Cuándo consultar

• Cuando un bebé no balbucea ni hace arrullos cuando le hablan.

• Cuando el niño no presta atención a los ruidos o a la voz (descartando un trastorno auditivo).

• Cuando, después del primer año de vida, no produce modulaciones vocálicas y no dice más palabras que papá y mamá.

• Cuando un niño de dos años no usa jerga y no presenta aparente comprensión de palabras y órdenes sencillas.

• Cuando, después de los 36 meses, presenta un lenguaje ininteligible para personas ajenas a su hogar.

• Cuando, frecuentemente, presentan ecolalia (repetición de vocablos) y perseveraciones.

¿Cuándo hay retraso?

Un retraso simple del lenguaje se define cuando el niño de entre dos y seis años apenas habla, habla muy poco o lo hace muy mal y ello no puede relacionarse con déficit auditivo, déficit motor, deficiencia mental, trastornos masivos del desarrollo, privación socioafectiva, lesiones o disfunciones cerebrales.

El desarrollo enlentecido se da en chicos que pueden comunicarse con su entorno, pero la expresión y la comprensión siguen siendo netamente inferiores a las de infantes de su edad con desarrollo lingüístico normal.

Fuente: Unidad de Fonoaudiología del HIGA.
Karina Cuchereno/" La Nueva Provincia "

• Previo
• Siguiente