Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.

Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.

Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.

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Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.

Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.

La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.

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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

Se brinda asesoramiento, información y formación  acerca de las pedagogías alternativas.

Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.

El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

Desafiar a la mente con nueva información es bueno siempre. No es excusa –ni mucho menos impedimento– tener más de 40, 50 o 60 años para dejar de emprender retos intelectuales. Todo lo contrario, una vez que se asoma la cuarta década de vida, hacer un curso o comenzar una nueva carrera puede ser la oportunidad ideal para seguir nutriendo el cerebro. Y muchos aceptan el desafío.

Las universidades no tienen estadísticas concretas sobre la cantidad de gente de esa edad que pasa por sus claustros. Pero hay tendencias. Según la Universidad de San Andrés, por ejemplo, cada vez se anota más gente mayor de 40 años para hacer posgrados. De los 504 que cursaron en 2010, 69 era mayores de 40, es decir un 13% del total; mientras que en el 2006 solo el 10% de los que hicieron una maestría habían pasado la cuarta década de vida.

“Actualmente, se piensa que el aprendizaje es un proceso, y como tal es continuo y acumulativo, por eso no hay una edad que le ponga un límite. Cuanto más aprendemos, mejor estamos”, explica la psicóloga Mónica Cruppi.

Volver a la escolaridad también tiene repercusiones psicológicas. Puede ser un momento para reflexionar y hacer balances “respecto de lo que hice y de lo que me gustaría hacer ahora”, detalla Laura Orsi, médica psicoanalista.

Tal es el caso de Mario Hein, que tiene 42 años y este cuatrimestre va a cursar la última materia que le queda para recibirse de contador público, carrera que dejó hace cuatro años porque “se cansó”. Ahora decidió dar por concluido ese capítulo pendiente de su historia. “Quiero cerrar el círculo”, dice. Además, le conviene laboralmente. “Me lo exigen en mi trabajo para poder ascender de puesto”, explica. Y va por más: confiesa que el año que viene le gustaría comenzar una carrera con una veta más social: “Estudiaría psicología o sociología, pero como un hobby, sin presiones”.

A veces retornar a las aulas es la manera de seguir creciendo laboralmente, y los 40 pueden ser una buena oportunidad para encarar nuevos rumbos.

Así lo ve Amelia Chiviló, que hace poco cumplió 49 años y está terminando la maestría en Educación y Gestión Universitaria de la Universidad de San Andrés. Dice que uno de los motivos principales para hacer ese posgrado fue que era requisito necesario para conservar su puesto como titular de cátedra en la carrera del traductorado de la UADE.

“Me anoté y de las 200 aspirantes yo fui una de las 22 elegidas”, cuenta orgullosa. Reconoce que mantener la cabeza activa la beneficia en muchos sentidos. “Ayuda a la memoria, evita la depresión, y te mantiene en constante aprendizaje”.

La licenciada Orsi cree que emprender un desafío educativo es también una buena manera de combatir la depresión. “A veces el motivo es simplemente salir de la casa y encontrarse con otra gente nueva o sentirse menos angustiado, solo y aburrido”, explica.

En ese sentido, Amelia también disfruta del costado social que implica volver a estudiar. “Te ayuda a relacionarte con otras personas de vocaciones diferentes, a observar y considerar otros puntos de vista”.Según ella, “en general, uno ya tiene la vida hecha, y lo disfruta de otra manera. Estudia porque quiere. Uno realmente aprende, porque se toma su tiempo para comprender las cosas, puede debatir con mayor facilidad”.

“Nunca dejé de estudiar”, cuenta por su parte María Laura Obregón Farias, de 45 años y psicóloga de profesión. En este momento está cursando la carrera de especialización en niñez en la UBA y dice que lo está haciendo porque le hace bien hacer lo que le gusta. Respecto de volver al aula a esta edad dice que “todo resulta más familiar porque estás en tema y entonces podes articular con mayor facilidad lo que aprendés”. Además, asegura que a los 45, a diferencia de a los 20, “encarás las cosas con más responsabilidad”. Sin embargo, reconoce que se hace más difícil encontrar tiempo para estudiar en medio de las obligaciones diarias.

Sea cual fuere la razón, emprender un nuevo camino –o retomar uno abandonado– puede traer aparejado cierto miedo por lo que es desconocido. Lo importante es armarse de valor y paciencia, tomar el desafío y preparase para que las viejas creencias y verdades sean destronadas. “Es muy importante animase al cambio. Volver a estudiar actualiza y rejuvenece”, concluye Orsi.

Estudiar ayuda a frenar el deterioro del cerebro

Mens sana in corpore sano”. Como dice la famosa cita del poeta romano Juvenal, no se trata sólo de mantener el cuerpo en forma, sino también de tener una mente alerta. Por eso, los especialistas recomiendan mantener el cerebro ocupado a toda edad.

No poder mantener la atención por tiempo prolongado, olvidarse el nombre de un amigo o no encontrar las llaves son algunos signos de que el cerebro se está desgastando. Es lo que los especialistas llaman declinación de funciones de control cognitivo, capacidades que se relacionan con la atención y la memoria. Estudiar puede servir para poder retrasar este tipo de envejecimiento.

“Hay estudios que evidencian que mantener activo al cerebro ralentiza el proceso de envejecimiento neurobiológico e intelectual”, explica el Dr. Jorge Colombo, investigador del CONICET.

“Está demostrado que cuanto más activas se mantengan las capacidades cognitivas, mayores serán las conexiones sinápticas que se establecen, y mayores son las chances de tener una buena capacidad cognitiva a medida que se avance en edad”, explica Moisés Schapira, especialista en medicina familiar y gerontología y director de Hirsch, un centro para adultos mayores y de rehabilitación.

Es que si bien con los años algunas funciones del cerebro van declinando, también hay otras que continúan desarrollándose. “En diferentes niveles del desarrollo humano, si bien se verifican continuas declinaciones de distintos aspectos y funciones, también se suceden procesos de integración y aprendizaje complejos”, explica Sebastián Lipina, de Neurobiología Aplicada del CEMIC.

Por eso, si alguien nota que su mente ya no responde como antes, lejos de deprimirse es necesario considerar esa situación como un llamado de alerta y una oportunidad para seguir formándose.

Mantener la cabeza despierta ayuda a reducir la aparición de algunas enfermedades degenerativas como el alzheimer. Esto se debe a que el ejercicio intelectual propicia “mecanismos de reparación o de utilización de circuitos o estrategias alternativas”, asegura Colombo.

www.clarin.com 19/03/11

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