Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.
Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.
Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.
Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.
Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.
La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.
Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.
Se brinda asesoramiento, información y formación acerca de las pedagogías alternativas.
Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.
El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...
Una nueva generación de chicos y adolescentes que viven de manera natural la solidaridad y el cuidado del planeta; quieren mejorar el mundo con sus ideas y arman proyectos sociales
"¿Es verdad que solo hay un 1% de agua potable en el planeta?¿Se puede acabar el agua? ¿Qué vamos a hacer si se acaba?", se pregunta Matías Coria, que con tan sólo 10 años ya está preocupado por la contaminación del planeta. Por su futuro. Por el de los demás. Por la posibilidad de quedarse sin un recurso tan vital.
El, junto a sus compañeros de 5to grado de la Escuela N° 34 Guayaquil, de San Isidro, participan de un taller ambiental brindado por la Asociación Civil Cicodi. Ese día, la tarea consiste en armar tachos de basura a partir de botellas de plástico recicladas. Y así, con esta pequeña acción, una nueva generación de chicos más permeables a la conciencia en temas ambientales y sociales, sigue adoptando con naturalidad el hecho de que hay que cuidar el agua, apagar la luz, separar la basura o ayudar al que más lo necesita.
Vienen con otro chip incorporado. Son esponjas de conocimiento, de hábitos saludables, de una empatía cotidiana. Hacen colectas en los colegios, son voluntarios en organizaciones sociales o religiosas, se preocupan por la salud del planeta, están atentos a los problemas del barrio. Chicos y adolescentes que van por más. Que respiran otros lenguajes. Que piensan en red. Que buscan soluciones. Proponen ideas. Se van convirtiendo en líderes.
De hecho, según el último relevamiento de Voices! el 17% de los chicos de 16 a 20 años realizó tareas voluntarias durante el último año. Además, en este grupo etario, el 16% se siente muy solidario, el 57% bastante solidario, el 22% poco solidario y sólo el 1% nada solidario.
"Aprendí a hacer un tacho ecológico y me gustó porque así no contaminamos el planeta. Lo voy a hacer en mi casa que tomamos mucha gaseosa. Sé que no hay que tirar basura en la calle y que hay que cuidar el planeta porque sino se contamina", agrega Matías, mientras muestra orgulloso unos carteles que hizo junto a sus compañeros con mensajes como "no quemar la basura a cielo abierto" o "reutilizar, reducir y reciclar todo lo que sea posible" que van a pegar por el barrio.
"Los chicos participan mucho y tienen un enorme compromiso de traer las cosas, de preguntar. Está buenísimo porque son los que van a vivir en un mundo más complejo, con un cambio climático y calentamiento global más agudos y van a tener que generar las adaptaciones y políticas públicas necesarias para afrontarlo. Es una generación que ya tiene los conceptos incorporados, las 3R y tienen ideas propias", explica Patricia Taboada de Cicodi, responsable del proyecto Mi Ciudad Sustentable, un programa de educación ambiental que brinda herramientas y acciones para el cuidado del medio ambiente y el desarrollo local.
Se implementa desde el año 2008 en escuelas, organizaciones sociales y empresas, abordando a través de 10 eco acciones temáticas medioambientales vinculadas al cuidado de agua, uso racional de energía, residuos, cuidado de recursos naturales y cambio climático. Hasta el momento se implementó en 32 instituciones.
"Los chicos son agentes de cambio multiplicadores capaces de incidir en su comunidad, en su casa con su familia, generando nuevos hábitos y nuevas conductas", dice Taboada.
Maritchu Seitún, psicóloga que trabaja con niños y adolescentes y en orientación a padres sostiene que si bien a muchos adultos les gustaría que sus niños se interesaran por el bien común y por los demás, hoy en día hay varias actitudes que atentan contra ello: el desánimo y la desesperanza que transmiten los adultos a sus hijos (a veces sin darse cuenta) sumado al hecho de que diversos sectores de la sociedad actual invitan al puro placer, a que todo sea ya y nada se postergue, o cueste esfuerzo, que promueven la satisfacción de los deseos individuales y personales sin mirar más allá de la propia nariz.
Entonces, ¿cómo podemos los adultos nutrir esas capacidades en los más chicos? "Promoviendo la empatía; siendo modelos para ellos con nuestros propios intentos de dejar el planeta y a las personas que lo habitan mejor de lo que lo encontramos: que nos vean vivir como adultos esperanzados y comprometidos con esos objetivos; dando oportunidades a nuestros chicos de colaborar desde muy pequeños en actividades que vayan más allá de sus intereses personales de modo que descubran el placer y el orgullo de trabajar en proyectos solidarios como armar una caja en Navidad para una familia carenciada, colaborar en una construcción de Un techo, hacer huevos de Pascua y llevarlos a un hogar, juntar juguetes para el Día del Niño, limpiar un sector de una playa o de una calle, ayudar a un vecino, etc. Cuesta hacerlo porque es más el lío que hacen que lo que ayudan, pero casi todos los chicos tienen un entusiasmo increíble que los padres solemos matar lentamente a medida que les decimos sos muy chico, no sabés, dejáme a mí", explica Seitún.
La especialista, a su vez, promueve el impulsar sistemáticamente la iniciativa de los niños y acompañarlos a lograr los cambios que se proponen. "Este favorecer (¡o no!) se repite en infinidad de temas de todos los días y empieza por temas muy pequeños, como aprender a atarse las zapatillas, abrir solos la ducha, preparar una ensalada para la familia, sólo así van a poder conservar y hacer crecer la esperanza de logro", agrega Seitún
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Alan Ludin tiene 16 años y es uno de estos chicos que siente que puede cambiar el mundo. Que nada es imposible. No toleró la idea de que chicos ciegos no pudieran terminar el colegio y sintió que tenía que hacer algo para modificarlo. Así, con voluntad, inteligencia y dedicación, generó su proyecto Más allá de la vista, que consiste en unos anteojos con cámara y auricular que se conectan a netbooks escolares para que niños ciegos accedan al audio de las lecciones.
"Me molesta mucho cuando la gente dice que somos la generación perdida. Porque acá estamos nosotros. Somos cientos de chicos luchando por una causa, que vemos el problema y queremos cortarlo de raíz. Y que además tenemos toda la vida por delante para solucionarlos. Todos estamos muy enamorados de nuestro proyecto y enojados con el problema", dice convencido este alumno de la ORT, con una madurez que asombra.
Es que Ludin representa a esta nueva camada de adolescentes motivados por crear mejoras concretas en la calidad de vida de los demás, inquietos por poner manos a la obra, con ansias infinitas por aprender y emprender.
Su proyecto arrancó cuando a fines del año pasado ganó un concurso del Centro Ana Frank, en donde como parte del proceso recibió una charla de Alberto Bértola del INADI. "Me pegó muchísimo la falta de tecnología que hay en el país para personas con discapacidad. Los chicos que nacieron o quedaron ciegos a lo largo de su vida en estas condiciones tienen sus esperanzas de tener una vida normal o feliz casi reducida a cero", cuenta Ludin.
Fue un golpe de conciencia. Un despertar. Un sentirse comprometido con esa realidad. Así fue que empezó a investigar sobre todo lo que había en ese tema en el país y el desarrollo casi nulo del área lo impactó todavía más. "Hay un montón de chicos ciegos que se mueren por aprender, pero que no pueden acceder a una escuela especial o a maestras especiales y la pasan mal. Entonces tienen que ir a una escuela común con una maestra que se muere por enseñarles, pero no sabe cómo. Y tienen la netbook en el medio, pero que no es accesible para ellos. Así nació la idea de los anteojos con los que chicos o personas pueden estar tomando nota y dispuestos a trabajar al mismo tiempo que escuchan los contenidos. La idea es que su condición de ciegos no altere la dinámica de la clase ni que la dinámica de la clase los supere a ellos", cuenta Ludin.
Habiendo desarrollado una herramienta confiable, económica e inclusiva que le permite a chicos ciegos insertarse en el colegio, Ludin se presentó en el concurso de emprendedores #Voslohacés del gobierno porteño y salió en segundo lugar. Esto le significó ganar $ 50.000 y una beca para el Concurso Naves del IAE Business School. "Ahí me di cuenta de la importancia de saber comunicar tu idea. Había un montón de proyectos que tenían mucho potencial y se quedaron en el camino. Fue un momento muy emotivo cuando anunciaron que había ganado. A todos les sorprendió mucho porque era el más chico, el único de 16 años y que además estaba solo con mi idea", agrega Ludin.
La propuesta consiste en que el maestro grabe la clase o apunte qué va a dar en una nota de audio y la suba a una plataforma con su nombre, el tema, el año al que va dirigido y la materia. La página Web lo envía a un servidor que lo almacena y le devuelve un código QR. El profesor lo imprime y cuando reparte los apuntes, le da ese código al alumno ciego. Este, que tiene sus anteojos puestos, a través de la cámara lee el código QR, que identifica el archivo y se lo descarga en audio en el audífono.
"No me siento el salvador del mundo con esta propuesta, pero sí sé que es un avance. Hablé con muchos expertos, con la Asociación Argentina de Ciegos (ASAC) y mi idea es desarrollar un prototipo para que los chicos lo prueben y me digan si sirve. Hoy cada anteojo sale entre $ 250 y 300 con una impresora 3D. Voy a comprar una que sale 18.300 y es de producción nacional. La idea es acelerar el proceso de producción y abaratar los costos. Primero quiero ayudar a estos chicos que no pueden acceder a la educación", dice este adolescente que está presentando Más Allá de la Vista como su proyecto final en el colegio, junto a dos compañeros. "La ORT tiene mucha fama de darle a los alumnos las herramientas para llevar adelante sus proyectos. Y todos los colegios deberían hacer lo mismo porque hay muchas ideas ahí afuera", dice.
Todavía no sabe qué carrera quiere seguir, pero sí que será algo vinculado a las relaciones internacionales. Igualmente, más allá de la profesión que elija, sabe que se quiere dedicar a llevar adelante esta empresa, invirtiendo todas las ganancias en el proyecto. Porque lo que más lo desvela es que cada año, una nueva camada de chicos ciegos se queda fuera del sistema educativo. "Tengo una sensación ambigua porque siento que todavía no ayudé a nadie. Y eso es lo que hace que me levante todos los días. Porque hasta que esto no llegue a la gente que lo necesita, no voy a estar feliz. Yo no quiero reemplazar al braile ni a las maestras especiales, sino llenar el vacío cuando esto no existe. Mi objetivo es que no haya ningún chico más que tenga que pasar por esta situación de exclusión. Y creo que es posible. No sé si yo tengo todos los medios necesarios para conseguirlo, pero quiero solucionar el problema", dice con la voluntad intacta.
Ya tiene el plan de acción para el año que viene, que consiste en elaborar una cantidad base de anteojos para probarlos con chicos ciegos, grabar todo el proceso de uso, su experiencia y testimonio. "Más allá de la responsabilidad moral de terminar con este proyecto siento que tengo que demostrar que no hay edad para ayudar. Ni mínima ni máxima. Siento que se puede cambiar el mundo y que es nuestra responsabilidad. Si no lo cambiamos nosotros, no lo va a hacer nadie", concluye Ludin
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Sábado. Mañana de invierno, niebla, frío. Escarcha. Más de cien chicos de 6 a 20 años entrenan con buzos y pantalones largos en el campo de deportes de Virreyes Rugby Club, en San Fernando. Además del deporte de la pelota ovalada, los pequeños jugadores aprenden de respeto, sacrificio, disciplina y trabajo en equipo, entro otros valores.
Todo eso y más es lo que Tomás Gómez incorporó desde los 12 años cuando dio sus primeros pasos en el club. Hoy, además de jugar en la categoría M19, ayuda de manera voluntaria a entrenar a los chicos más chicos, de M7 y M8. "Es una forma de colaborar con el club porque acá las cosas las hacemos entre todos. Es algo que me gusta. Es enseñar a los más chicos lo que me enseñaron a mí", explica este chico de 18 años que vive en el barrio junto a su familia, está estudiando Trabajo Social en la Universidad de Luján y recibe una beca universitaria del club para no tener que trabajar mientras estudia.
"Despacio que se van a golpear", "Pasá la pelota", "Hay que jugar en equipo" son algunas de las frases que Tomás suelta entre chistes y explicaciones. Él, junto a otros jugadores voluntarios, llevan adelante el entrenamiento de las futuras generaciones. Les hablan, los contienen, los abrazan, los cuidan. "Un profe de gimnasia de mi colegio [San Pablo] me propuso que viniera y me enganché al toque con el rugby. También con el grupo de chicos y ahora somos todos amigos. Me gustó la forma que tenían de tratarnos en el club, te hacen sentir parte de algo y es lo que intentamos hacer con los más chicos", dice Tomás, que gracias al club aprendió de humildad, de amistad dentro y fuera de la cancha, de compromiso, de solidaridad y de entrega.
Desde la casa, la escuela, las organizaciones sociales, el deporte o la religión, los chicos reciben diferentes tipos de estímulos para poner en práctica sus ganas de ayudar. Naturalizan las diferencias, reciben las herramientas necesarias para sentirse empoderados, empatizan con las necesidades ajenas, se sienten responsables de la realidad del prójimo. Incorporan una forma de ver el mundo que los acompaña en cada acción que realizan.
María Emilia Saley tiene 22 años y es presidenta de Aiesec en Argentina, una organización global compuesta por jóvenes interesados en temáticas globales, de liderazgo y gestión. En nuestro país son 450 jóvenes de 18 a 29 años en 13 ciudades. "Los jóvenes representamos la pasión, el dinamismo, el espíritu emprendedor que se necesita para crear el futuro que queremos ver. Tenemos la responsabilidad de impactar mañana eligiendo quienes queremos ser hoy. Los jóvenes estamos preocupados por problemáticas sociales y ambientales, aunque muchas veces no sabemos cómo canalizar esas energías y preocupaciones. Es nuestra responsabilidad mostrarle las oportunidades que tienen para generar un cambio y que esa preocupación se convierta en ocupación", explica Saley, que desde los 18 colabora como voluntaria en Aiesec.
Para ella, los jóvenes de hoy, dentro de 10 años representarán el 75% de los trabajadores del mundo. Y por eso plantea como principal desafío desarrollar jóvenes que saben lo que quieren y van en busca de ello, se sienten ciudadanos del mundo, se conectan con otras personas que no se conforman con la realidad en la que viven y accionan para cambiarla, jóvenes emprendedores, socialmente responsables. "Hoy somos la generación de jóvenes más grande y más educada de la historia", concluye Saley.
Unas ganas irrefrenables de ayudar. De ser motor de cambio. De pasar de la teoría a la práctica. Adolescentes que quieren poner las manos en la masa. Así surgió Sumando Ladrillos chicos colaborando, del deseo de Matías Supervielle (18) de hacer algo por los demás. Así fue como se fueron sumando otros compañeros de su colegio, el Liceo Francés, y otro del San Jorge de Quilmes. Eran 6 chicos que tenían entre 15 y 16 años, pero eso no los detuvo. Al contrario. Se pusieron en contacto con la Fundación Pro Vivienda Social y armaron esta iniciativa que busca crear conciencia social entre los jóvenes sobre los problemas habitacionales en la Argentina a través de la mejora de viviendas en la zona de Cuartel V, en Moreno, provincia de Buenos Aires.
"Enseguida pensamos el nombre, el logo y a partir de ahí fue creciendo el proyecto. En realidad existe una iniciativa parecida en Estados Unidos que se llama Christmas in April, pero que lo llevan adelante estudiantes universitarios, con el financiamiento de las universidades. Hacen construcción y reparación de viviendas. Y nosotros lo empezamos a replicar acá, pero siendo chicos secundarios y sin el apoyo de nadie", cuenta Supervielle.
Los chicos - que ya son más de 70 de entre 15 y 18 años - se ocupan de todo: van a conocer la realidad del barrio y las familias, participan de la jornada de votación entre vecinos de las viviendas que van a mejorar, recaudan los fondos necesarios para llevar adelante el proyecto, convocan a otros estudiantes a sumarse y participan de las jornadas de construcción con otros estudiantes y chicos del barrio. Por su parte, la Fundación Pro Vivienda Social les da el apoyo institucional y aporta el know how de los vecinos que están en situaciones de vulnerabilidad.
Paloma Ferrer (16), del Liceo Francés, se enteró de la iniciativa por Francesca Croce -una compañera de camadas anteriores- y se interesó enseguida. "Siempre quise ayudar con lo que tengo y lo que puedo. Gracias a Sumando Ladrillos aprendí a comprender otra realidad diferente a la mía y que sólo queda a una hora de mi casa. Viviendo como vivimos nosotros, uno no es consciente de cómo viven los demás. Entonces es importante conocerlos y entenderlos. Lo más importante es ir a hablar con ellos y poder ver que no somos diferentes, sino que nacimos en diferentes contextos", dice esta adolescente.
Para Luz Torres Zavaleta, del Colegio San Jorge de Quilmes (17), lo que más la moviliza es sentir que con muy poco le puede cambiar mucho la realidad a los demás. "A mí me encanta. Es el momento en el que vas, les cambiás tanto su realidad y ellos están tan agradecidos. Yo arranqué el año pasado mandando mails a empresas y participé de la construcción. Este año además estoy convocando a otros chicos y yendo a reuniones a empresas a pedir plata. Está bueno ir al barrio porque podés conocer a las personas que estás ayudando y ver el resultado directo de lo que estás haciendo. Además es lindo verte a vos y todos tus compañeros llevando adelante ese cambio", explica.
En 2013 arreglaron tres viviendas, en 2014 otras tres, y este año van a trabajar en dos a la vez que reúnen un fondo de obra para terminar cosas pendientes en las otras seis de años anteriores. El espectro de necesidades es amplio: filtraciones de agua, problemas en los techos, hacinamiento, grietas, humedad, cables colgando o tener el baño fuera de la casa, entre otras. Muchas todavía no tienen gas. El presupuesto estimado para 2015 es de $ 200.000 y ya consiguieron 140.000. "El principal objetivo es recaudar fondos, pero también concientizar a nuestros compañeros sobre la situación habitacional de las personas que viven en estos barrios. Queremos que siga siendo un proyecto joven y por eso les pasamos la posta a los más jóvenes de 4° y 5° año. Por ahora son sólo chicos del Liceo Francés y del San Jorge de Quilmes, porque es de donde venimos nosotros. Si bien no tenemos el aval institucional de ninguno de los colegios estamos en conversaciones", cuenta Margarita Dubois (18), otra de las fundadoras.
Para este año tienen programadas dos jornadas de construcción, una en agosto y otra en noviembre. Allí los chicos participan en la terminación de la obra de la mano de maestros mayores de obra, arquitectos y técnicos. Realizan las obras en etapas con la idea de que el vecino reciba las dos primeras etapas de mejora y después terminen ellos mismos la obra con sus propias manos y aportes monetarios.
Para Francesca Croce, también involucrada desde los inicios, "lo más significativo del proyecto es salir del mundo que uno conoce y encontrarse con una realidad que no es fácil. El poder ayudar genera un impacto positivo en nuestra personalidad y como seres humanos. La gente dice que la mejorar edad para aprender un idioma es la niñez porque uno absorbe todo. Lo mismo pasa con la solidaridad. Es importante aprender estos valores desde temprana edad".
Querer pasar a la acción, una responsabilidad ciudadana, achicar las brechas de la inequidad social, conocer la realidad en la que viven otras personas, derribar prejuicios. Todos estos son los motivos que llevan a estos chicos a sacar tiempo de sus días para encontrar los momentos para llevar adelante sus sueños y proyectos.
Una generación de futuros líderes que ya se está construyendo hoy.
CÓMO PROMOVER PEQUEÑOS LÍDERES
Por Martichu Seitún
• Siendo modelos para ellos
• Adultos con nuestros propios intentos de dejar el planeta y a las personas que lo habitan mejor de lo que lo encontramos.
• Dandoles oportunidades para realizar actividades que vayan más allá de sus intereses personales
• De modo que descubran el placer y el orgullo de trabajar en proyectos solidarios
• Favoreciendo su iniciativa al acompañarlos a lograr los cambios que se proponen
• Este favorecer se repite en temas pequeños y de todos los días, como aprender a atarse las zapatillas o abrir solos la ducha.
• Ayudándolos a descubrir el valor del esfuerzo más allá del resultados
• Proponiéndoles llegar al final de tareas cada vez más complejas.
• Promoviendo en ellos la empatía
• Los chicos aprenden a ponerse en el lugar del otro a partir de ver a padres y otros adultos hacerlo con ellos y con los demás.
• Poniendoles límites y frustraciones necesarias y adecuadas para cada edad
• Sólo la falta, el deseo y el ocio dan espacio para soñar, imaginar, planear, inventar.
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