Cuando Elsa Güiraldes llegó a Colonia Carlos Pellegrini, una pequeña localidad inmersa en los esteros del Iberá, su vida cambió por completo. Como una más de tantos turistas recorrió kilómetros de tierra y ripio, para conocer ese lugar tan especial, donde el verde de lo natural cobra protagonismo en cada rincón. En ese pueblo correntino, que hasta ese entones parecía olvidado, ella encontró su lugar en el mundo; y los habitantes, en especial los más chicos, conocieron a una persona comprometida que los llevaría, con mucho esfuerzo y perseverancia, a crecer y desarrollarse.

Fue en 1997 que Elsa creó la Fundación Acarapu-a , (palabra guaraní que significa levantar la cabeza, progresar). Desde sus comienzos, su misión fue mejorar las condiciones de vida de la zona y, principalmente, incentivar y promover la educación de los niños. "Queremos que ellos levanten la cabeza y se apropien de saberes variados, para que puedan ser dueños de sus propia historia", asegura.

-¿Cómo nació la fundación?

-Yo vivía en una estancia, fui a visitar el pueblo, a conocer la laguna, y me impactó la pobreza, la forma básica de vida de los pobladores. Pensé en hacer algo que pudiera ayudarlos y por eso surgió la fundación. Al principio hice lo que me salía intuitivamente y, después de varios años, me di cuenta de que debía focalizarme en la educación. Por eso creé un centro de apoyo escolar, para ayudarlos a superar los obstáculos e intentar que terminen de estudiar. La localidad tiene un 70% de deserción escolar, los chicos abandonan la escuela casi sin saber leer. Es dramático.

-¿Trabajan en forma articulada con la escuela?

-Trabajamos en conjunto con las maestras de la escuela pública que está en el centro del pueblo y tiene unos 200 alumnos. El problema es que los chicos tienen pocos días de clase por paros, festividades y porque los días de lluvia nadie va a la escuela. Los niños son las verdaderas víctimas. Nosotros trabajamos con los repitentes.

Este año hemos logrado tener dos maestras y los chicos pueden tener dos horas de clase diarias. Los separamos en grupos de no más de trece niños. Las maestras que son superresponsables, comprometidas y muy valiosas, descubren los niveles y los dividen para darle a cada uno lo que necesita. Principalmente nos focalizamos en el contenido escolar, en reforzar la tarea que hicieron durante la mañana en la escuela y en que hagan los deberes. Además, cada tanto hacemos jornadas artísticas. Para ellos, ir a la fundación es como ir al paraíso. Una hora antes están sentaditos en la puerta esperando para entrar.

-¿Qué reciben los chicos en la fundación?

-La fundación y el cielo es para ellos exactamente lo mismo. Se sienten contenidos, amados, respetados. Es un lugar de contención en un pueblo perdido en medio de la nada. Allí, por ejemplo, tenemos una biblioteca de mil y pico de libros, que pueden llevarse a su casa. A ellos les cuesta mucho aprender a leer, porque por lo general sus padres son analfabetos y jamás han visto una palabra escrita. En general no pueden creer que pueden aprender.

-¿Qué rol cumplen los padres?

-Hacemos reuniones periódicas, haciendo hincapié en la importancia de que el chico vaya a la escuela y que no falte a los exámenes. Un padre que no fue al colegio no puede entenderlo. Cuando detectamos casos problemáticos también le damos apoyo a las familias, en lo que sea necesario, para que los chiquitos puedan salir adelante. Hay familias con necesidades muy grandes y, si bien el turismo ha traído un bienestar, algunos ni se han enterado de eso. La lucha es así: si vos tratás de ayudar a gente que tiene problemas, tenés que aceptar sus problemas. Siempre digo que Pellegrini es una biopsia del país y del mundo.

-¿Qué la motiva a seguir luchando?

-Que los amo profundamente, son un sol. Siento que es mi deber cuando la gente dona libros, ropa, plata. Todo lo que tenemos es gracias a la colaboración. Es una responsabilidad que tengo con la vida. Esos chiquitos se merecen lo mismo que mis nietos, no tiene que haber desigualdad. Además, lo hago con todo el corazón. Por algo caí acá. Es lo que me tocó. Recibís mucho más de lo que das.

-¿Cómo es un día en su vida?

-Muy variado. Tengo dos vidas: una diaria en Pellegrini con la hostería y la fundación, y otra en Buenos Aires, donde viven mis tres hijos y mis once nietos, a quienes voy a visitar. A la noche caigo rendida, pero es un placer.

-¿Su familia la apoya?

-Dos mil por ciento. Me apoyan hasta mis nietos. Tres han sido voluntarios. Toda la familia está comprometida y eso es buenísimo. Queremos seguir creciendo.

Y lo están logrando. Según sus palabras, gracias a la generosidad de la gente, que la sorprende día a día: "Sin todas las personas que nos han apoyado durante estos 15 años de trabajo nada hubiera sido posible, desde mis incondicionales amigas y amigos que han formado y forman parte de la comisión, los voluntarios, los donantes, las maestras y la enorme lista de personas que de una u otra forma han estado y siguen estando cerca nuestro, mis hijos y nietos que han tomado la fundación como propia, nada sería igual".

Por Soledad Avaca
Para LA NACION

70%

es el índice de deserción escolar que tiene Colonia Carlos Pellegrini, en los esteros del Iberá

200

alumnos son los que concurren a la escuela del pueblo

Cómo colaborar

Fundación Acarapu-a: www.fundacionacarapua.org.ar

www.lanacion.com.ar 13/11/10

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