Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.
Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.
Se asesora sobre los primeros aprendizajes otorgando una serie de pautas e informaciones respecto a los aspectos evolutivos, madurativos, sociales y espirituales que favorezcan el vínculo familiar y el desarrollo integral de los hijos.
Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.
Se acompaña al niño desde el sufrimiento por sus dificultades de aprendizaje y se aborda la situación desde un enfoque holístico que tiene en cuenta su ser, su sentir y su hacer. Se trabaja desde el afecto y el vínculo con la familia y su vivencia en su trayectoria escolar.
La metodología de trabajo consiste en entrevistas con el niño, la familia y el niño junto a su familia.
Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.
Se brinda asesoramiento, información y formación acerca de las pedagogías alternativas.
Se brinda orientación y acompañamiento respecto a actividades que respeten el interés y el propio ritmo de aprendizaje de los niños basadas en las distintas propuestas que ofrecen las pedagogías alternativas.
El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...
Santiago está en cuarto grado, pero ya desde el jardín de infantes tenía problemas para nombrar los colores. "Le mostrabas algo amarillo y él te decía que era azul. Pero si le agrupaban los colores, los distinguía fácilmente –cuenta Gaby, su mamá–. De pronto, para resolver un ejercicio en matemáticas o recordar algo, él se las arreglaba: el problema era la lectura y, sobre todo, escribir." Así, llegó el día en que la llamaron de la escuela, y empezó el largo peregrinar por médicos y psicólogos. "Fuimos a un oftalmólogo porque pensamos que podía ser daltónico, al neurólogo, al psicólogo. Le hicieron un mapeo cerebral. En la escuela me recomendaron a una psicopedagoga y ella nos dijo que era un problemita emocional."
Ese fue el error más grave: un mal diagnóstico. Porque el problema que Santiago enfrentaba a la hora de aprender tenía nombre: dislexia. A pesar de que en nuestro país todavía se discute acerca del origen de los trastornos de aprendizaje, y a menudo se los contempla como problemas emocionales, existen fuertes evidencias científicas que señalan una línea neurobiológica implicada en estas dificultades. La alteración no es orgánica (no radica en ningún órgano concreto) sino funcional, y se agrupa en un racimo de problemas: los conocidos como las "dis": dislexia, disgrafía, discalculia (ver recuadro) son algunas, pero no todas. El déficit de atención (ADD; ver LNR de la semana anterior) también se incluye dentro de este conjunto de trastornos, junto con el síndrome de Tourette, cuya manifestación básica son los tics.
En todos los casos, son cuadros crónicos: problemas que, si bien transcurren durante toda la vida, se pueden reeducar, manejar y contener. La fonoaudióloga Isabel Pampliega, directora del Centro Interdisciplinario del Lenguaje y del Aprendizaje, dice que existen formas de intervenir tempranamente cuando hay dificultades en el habla que puedan impactar en el aprendizaje. "Primero hay que asegurarse de que el chico vea bien y de que emita bien los sonidos, y para esto es importante determinar si respiran y muerden bien –expresa la fonoaudióloga–. Si un niño llega al preescolar diciendo vede por verde y teno por tengo, lo correcto sería que no lo pasaran a primer grado, para evitar que vayan sumándose problemas."
Y si no son las emociones, ¿en qué radica la causa del problema? La psicopedagoga Liliana Fonseca, consultora del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y titular de la cátedra Teoría e Interpretación del Proceso de Diagnóstico, en la Universidad de San Martín, es categórica: "Hoy está absolutamente comprobado el origen genético de las dis, ya que la hereda el 40% de los hijos de padres con dislexia. Hay que prestar mucha atención, sobre todo en la etapa preescolar. Las dis no son una enfermedad, sino formas distintas de procesamiento de la información". Sin embargo, advierte Pampliega, no hay que perder de vista la intervención temprana. "Una dislexia es recuperable totalmente si se la atiende cuando el niño está en preescolar. A partir de tercero o cuarto grado ya se habla de una dislexia instalada".
El diagnóstico impone varios pasos: "Los psicopedagogos evaluarán el nivel de atención, comprensión y expresión, la riqueza del vocabulario, la memoria verbal y numérica y su coeficiente intelectual –detalla la especialista–, y sólo entonces se podrá decidir qué tipo de dis sufre el niño. Algunas veces, en el camino diagnóstico puede descubrirse algo más grave: patologías del espectro autista, ansiedad generalizada, depresión".
Las complicaciones implícitas en las "dis" están en la base misma de la manera en que aprendemos. "Lo primero que hay que observar es si el niño tiene dificultad para relacionar el sonido de la letra (fonema) con la forma escrita de ésta (grafema) –dice la fonoaudióloga Pampliega–. Hay dos vías para captarlo: la velocidad y la precisión para realizar la conexión fonema-grafema, y el impacto visual. Un chico de tres años ya lee Coca-Cola o McDonald’s y esto no porque sepa leer, sino porque reconoce el tipo de diseño de las letras."
La relación entre la forma escrita y el sonido de la letra es un ejercicio que va internalizándose, hasta hacerse automático. "Durante el proceso, el niño usa la memoria de trabajo –describe la licenciada Pampliega–. Esto significa concentrarse, tener empatía con lo que se está haciendo, entender y dejarse atrapar por la actividad. Cuanto más motivado y atendido esté, cuanto más brazos amorosos rodeen al niño, más rápido y mejor será todo este proceso y funcionará mejor en el futuro."
Fonseca redondea: "A todo este circuito se lo llama de doble ruta: implica el armado visoespacial y la relación del sonido con el grafema, por un lado, y por el otro, la decodificación puntual, que requiere una atención especial. El niño debe internalizar todo esto. Si no puede hacerlo, estamos ante un problema de aprendizaje que, como se ve, es algo más complejo que lo meramente emocional".
Isabel Pampliega señala que en los últimos años aumentaron los trastornos de desarrollo atípico en las aulas: niños aislados, con marcadas deficiencias en el procesamiento del lenguaje, un léxico pobre y problemas entre sus padres. "Sólo que nuestro sistema educativo hace poco para integrar a estos chicos. Además, en muchos hogares la comunicación se suple con la televisión y la computadora."
La enfermedad de los tics
Los problemas aparecieron desde los 6 años: Deborah comenzó a tener tics. Para Graciela, su mamá, todo era desconcertante, hasta que leyó en el diario una nota titulada "Una enfermedad misteriosa", referida al síndrome de Tourette. "Describía de pies a cabeza lo que pasaba con mi hija –recuerda Graciela–. Tics motores y fónicos y las obsesiones y los miedos comunes de los niños, pero exacerbados. Obsesiones por sus cosas y sus lugares, por los cambios de objetos en la casa, miedos y fobias nocturnas, además de dificultades de atención, ansiedad e hiperactividad."
El cuadro es complejo y cambiante, pero "gracias a su tenacidad, este año Deborah decidió volver a la escuela como alumna regular y ya no como oyente –dice su mamá–. Una psiquiatra controla su proceso con medicamentos y terapia; un neurólogo, sus tics, y una psicopedagoga, la ayuda con la escolaridad".
La doctora Beatriz Moyano, médica psiquiatra, coordinadora del equipo multidisciplinario del síndrome de Tourette del Hospital Francés, miembro de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad y del Instituto de Neurología Cognitiva y Ciencias de la Conducta, define el problema: "Tourette es conocido como la enfermedad de los tics; un trastorno no tan raro como la gente cree. Clínicamente, es una enfermedad de alta complejidad, un trastorno neuropsiquiátrico del desarrollo, y es central diagnosticarlo a tiempo. Este síndrome tiene una importante base genética y suele haber antecedentes familiares. Además de los tics, se presenta en comorbilidad con el ADD (trastorno por déficit de atención) o el ADHA (el mismo trastorno, con hiperactividad) y el TOC (trastorno obsesivo compulsivo). Un cuarto horizonte problemático que puede aparecer también asociado son otras afecciones psiquiátricas, como ansiedad y depresión".
La doctora Moyano explica que los tics se presentan antes de los 18 años. Luego, en el 70% de los casos, desaparecen, pero en el resto se acentúan. "Los padres pueden advertir algunos síntomas a partir de los 4 años –añade–. La primera manifestación suele ser la hiperactividad, la distracción o los problemas de integración con los pares. A partir de los 7 años empiezan los tics motores. Y luego sobrevienen los fónicos: carraspeo, resoplidos, gritos o sonidos más extraños, como ladridos o gruñidos. En un 25% de los casos puede presentarse también la coprolalia (decir malas palabras fuera de contexto), algo que hace estragos en la autoestima del niño."
Una cuestión central, señala la especialista, es la detección. "Una vez que se reconoce que un hijo, además de tics, tiene problemas de conducta, de aprendizaje o de socialización, se puede empezar a pensar en un Tourette –agrega la doctora Moyano–. Apenas diagnosticado, es muy recomendable asistir al grupo de autoayuda para padres que funciona en la Fundación Thomson (ver recuadro). ¿Por qué los padres? Porque son los adultos lo que tienen que contenerlo. Ahora, cuando están bajo un tratamiento articulado, conducido por un grupo interdisciplinario, tienen gran parte del camino allanado. Pero lamentablemente esto es lo que menos ocurre."
La socialización de un chico con síndrome de Tourette no es nada fácil. "Suele ser burlado por sus pares. Son impopulares, los típicos a los que se los invita a «retirarse» del colegio, a no inscribirlos el próximo año. Sin embargo, es fundamental que el sistema educativo los contenga y permita desarrollar sus talentos –advierte la doctora Moyano–. Estos chicos pueden sobresalir porque, en líneas generales, su coeficiente intelectual es normal. Y un dato para estar atentos: en una escuela de 200 niños, por lo menos uno tiene Tourette."
Para saber más
www.dislexia.com
www.psicopedagogica.com.ar
www.fund-thomson.com.ar
El espectro "dis"
El prefijo "dis" significa dificultad y no debe confundirse con el prefijo "a", que significa ausencia; en estos casos, de la posibilidad de adquirir determinado aprendizaje.
Hay muchos trastornos "dis": algunos preceden a la escolarización, otros son más comunes en el aprendizaje.
Dislalia: es la más leve, y consiste en la dificultad de lograr la articulación correcta de un fonema (unidad fonológica de una lengua) al hablar. Es propia del lenguaje infantil, pero hay que estar alerta si no la supera normalmente.
Disfasia: dificultad en la compresión y/o expresión del lenguaje oral. Incide en la organización del lenguaje.
Disfluencia: dificultad para lograr la fluidez al hablar (la más común es la tartamudez).
Disartria: dificultad para lograr secuencias de movimientos que involucren los órganos orofaciales, causada por un trastorno neuromuscular. Se refleja en un habla poco clara.
Dislexia: dificultad para el aprendizaje del código lectoescrito. Incide en la comprensión de lo que se lee y en el incremento del vocabulario.
Disortografía: dificultad para reconocer la manera correcta de escribir las palabras.
Disgrafía: dificultad para lograr escribir de manera inteligible. Relacionada con la coordinación visomotora.
Dispraxia: dificultad para la coordinación de secuencias de movimientos. (por ej.: tomar una tijera y realizar el movimiento que implica cortar).
Discalculia: dificultad para hacer cálculos o resolver operaciones aritméticas o proseguir el aprendizaje matemático.
En números:
Entre el 4% y el 10% de la población mundial tiene alguna "dis".
El 60% de los que padecen déficit de atención tienen problemas de lectoescritura
El 40% de los chicos con dislexia heredó el problema de sus padres
www.lanacion.com.ar 17/09/06
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